Diario de Cadiz

LOS APODOS

- ANTONIO MORILLO CRESPO

El otro día en mi artículo me quedé a medias. Y hoy quiero emular a mi amigo Cesáreo Montoto, que en su día con mucho ángel escribió todos los apodos o motes que él conoció. Pero con mucho arte y educación, porque lo hizo con suma delicadeza y respeto, advirtiend­o además que no quería molestar a nadie y que lo hacía sin interés alguno en ofender. Y verdaderam­ente así ocurrió, pues nadie se lo tomó a mal. Yo hoy cuento algunos que además de su alter ego, responden a alguna cualidad del ciudadano o ciudadana. Sin más, sin herir y sin faltar, pero es simpático y dice mucho de la familiarid­ad y amistad con que los vecinos se tratan unos a otros.

Empezaré contando uno que tiene mucha gracia. Llega un médico nuevo al pueblo y el hombre entra en un bar y le dice o comenta al camarero: “¿Oye, es verdad que aquí a todo el mundo le ponen un apodo?”; “Sí señor, es verdad”, le responde el muchacho. A lo que el galeno replica: “Bueno, a mí no me podrán ninguno, porque como soy forastero…”. Y el camarero, todo sabio, le replica: “No se preocupe y no se diga más. Usted será ‘el forastero’”. Y como forastero quedó su nombre desde aquel primer día.

Algunos pueden sonar mal, pero no es motivo. Digamos dos ejemplos. ‘Monta burra’, que no significa que el dueño ‘monte a la burra’ como si fuera un borrico, sino sencillame­nte que era muy ágil y saltarín y desde atrás se subía al animal dando un salto acrobático. Y la gente, al verlo en aquella pirueta circense, le adjetivó de tal manera. Otro caso es el llamado ‘...negra’, que no es que se la vieran, sino que sería dicho de su misma familia, pero la gente en vez de titularlo así, le decían con mucha educación ‘cosita negra’. O a una que se tiñe el pelo de rojo y por similitud a la piel del ganado algunos le llaman ‘la retinta’.

Caso simpático es mi amigo

Ramón, que todo el mundo le llama, en vez de Ramón, Churchill y es sencilla y llanamente porque habla de tal manera que no se le entiende, que parece que habla en inglés y en consecuenc­ia le titularon y titulan Churchill, como el primer británico Churchill, el premier británico.

Otros, ‘cuarterón’, que así se le llamaba al campanero porque tocaba los cuartos de hora en el reloj de la Parroquia. ‘Palomita’, un buen hombre y culto integrante de la banda de música municipal que siempre llevaba una palomita en el cuello. ‘Garabato’, porque se doblaba y retorcía como un titiritero. En un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme, le decían a uno ‘el 22’, porque al volver del viaje de novios a todo el mundo le decía que había actuado 22 veces. ¿Se entiende? Y un sin número que en cada pueblo se dice, pero también en Cádiz. Todavía me acuerdo cuando en unas elecciones a un candidato que era muy adicto a los mariscos, en su cartel callejero le pegaban una gamba en el bigote.

Bueno, pues de paso citemos unos pocos. ‘Cara sucia’, por lo mismo. ‘Perico sin tripa’, porque era muy delgado. ‘La garrapiña’, le gritaban en su puerta los chiquillos porque tenía fama de poco espléndida. ‘La rana’, porque le gustaba mucho un charco. ‘Pijarra’, porque de niño confundía pijarra por cigarra...

P.D. A mí también me pusieron ‘palmerita’, porque cuando en el Ayuntamien­to estaba, no paraba de sembrar palmeras.

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