Diario de Cadiz

El enemigo del asperger

La Federación Andaluza de Síndrome de Asperger urge a las administra­ciones a promover campañas de conciencia­ción y leyes efectivas “que no acaben culpando a las víctimas”

- Cristina Valdivieso

“Alentaron a mi hija a que se lesionara con unas tijeras”

El aislamient­o y las burlas por ser asperger también han formado y forman parte de la vida de Maribel y su familia. Sus dos hijos sufren este síndrome, cada uno muy diferente del otro, y también han sido víctimas del acoso escolar. Hoy tienen 18 y 16 años. Cuenta que ella es paciente de salud mental desde los seis años, pero que el diagnóstic­o no llegó hasta los 13 aproximada­mente. En el caso de él se cogió mucho más a tiempo, en la infancia, cuando de manera fortuita en una revisión de su hermana le vieron signos compatible­s con este trastorno. La falta de informació­n y visibilida­d del asperger en la sociedad en general marcaron los inicios. “Se nos cayó el mundo”, dice.

En todos estos años conviviend­o con el asperger, cuenta Maribel que les ha pasado “de todo”. Lo que menos, afirma compungida, que los invitaran a fiestas de cumpleaños. “Es un ejemplo, pero duele. Los padres lo pasamos fatal. Se sufre muchísimo”, recalca.

Sobre su hija mayor, cuenta que en el colegio “estuvo más arropada”, pero que la llegada al instituto fue “el no va más”. “Una vez”, recuerda con rabia, “le instaron a que se autolesion­ara con la tijera”. “Me llamaron desde el instituto para avisarme y, aún así, ella siempre me lo negaba porque para ellos es duro también reconocer esa situación. Ahí sí creo que les pusieron un parte a los que la alentaron a agredirse, pero, por lo general, nunca he visto que los maestros hayan puesto de su parte, sólo la orientador­a me ayudó. Ella tenía la etiqueta de rara”, afirma.

El acoso no cesó y así describe Maribel el episodio más duro que ha vivido con su hija. “Se llegó a llevar un cuchillo al instituto en la mochila. No lo llegó a usar nunca, gracias a Dios. Ahora lo pienso y se me hiela el cuerpo. Ella sólo querría en defenderse porque se reían de ella y así llevaban muchos años. Lo llevaba dentro de un libro y nunca se lo vi. Me llamó la profesora porque se lo vieron otras compañeras”, cuenta. Es la consecuenc­ia más extrema del hartazgo que sufren estas personas a consecuenc­ia del bullying. Lejos de servir para detectar que había un problema, cuenta Maribel que supuso una baza más para las risas de sus compañeros. “La empezaron a llamar la niña del cuchillo. Es muy lamentable todo”, recalca.

Para Maribel era “todos los días un sinvivir”, que luego se repitió con su hijo. “El paso del colegio al instituto es una bomba”, comienza diciendo. Con él sí abrieron un protocolo de acoso, no obstante, la familia cortó por lo sano cambiándol­o de instituto. Antes, había ido a quejarse muchas veces a la Delegación de Educación e, incluso, pusieron una denuncia porque le dieron un puñetazo en la cabeza. “Pero al ser menor el agresor, lo único que recibí fue una carta en la que se me decía que no se podía hacer nada”, lamenta. “Yo lo que siempre he tratado de explicar en el colegio es que mi hijo es literal, que no entiende lo que es una broma y que puede tener reacciones, como tenemos todos, pero que, en su caso, tiene diagnostic­ado asperger y no se tiene sensibilid­ad con ellos. Una de esas reacciones le costó una expulsión por empujar una silla hacia un grupo que se reía de él. No entendemos que esta sea la forma de abordar la educación de una persona con este síndrome. Ni los profesores ni los centros educativos están adecuados a estos niños”, lamenta agobiada Maribel.

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M: G. Maribel, junto a sus dos hijos, Maribel y Javier.

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