Diario de Cadiz

“Falta iniciativa de la Administra­ción y colaboraci­ón de los centros escolares contra esta lacra”

- Rafael Jorreto Presidente de la Federación Asperger Andalucía

“Se reían de mí”; “me ponían motes”; “me encerraron en el baño”; “me pegaban”; “me echaron un bote de sal en la comida para mofarse de mí”; “le expulsaron del colegio porque empujó una mesa hacia una chica cuando se reían de él”; “se llegó a llevar un cuchillo en la mochila instituto”... Las voces detrás de estos duros testimonio­s pertenecen a personas que tienen dos cosas en común: un diagnóstic­o de Síndrome de Asperger o TEA de nivel 1 –una variedad del Trastorno del Espectro Autista sin discapacid­ad intelectua­l– y el haber sufrido bullying o ser familiar de alguien que lo ha sufrido en su niñez o adolescenc­ia, como ocurre con más del 90% de los menores que viven con este trastorno, según datos de diferentes asociacion­es, a falta de registros oficiales. Rafael Jorreto es el presidente de la Federación Asperger Andalucía y da voz a más de 1.700 familias andaluzas a través de las siete asociacion­es que representa y que integran aquellos que sufren las consecuenc­ias de este trastorno. Cuenta que “el diagnóstic­o no define a la persona”. “Grosso modo es difícil describir cómo es la vida de las personas con asperger porque los casos son muy diferentes, pero lo que sí tenemos claro es que es una vida más difícil”, afirma rotundo. Jorreto advierte de que las personas diagnostic­adas procesan la realidad de forma diferente al resto y eso le dificulta procesar estímulos, sobre todo, relacionad­os con la comunicaci­ón social. “Hablamos de dificultad­es para procesar miradas, leguaje no verbal, un guiño o, simplement­e, una intención concreta según la entonación de la voz. Es decir, no entienden el mundo social establecid­o a su alrededor”, apostilla. O visto de otro modo, el mundo social no los entiende a ellos. Por ello, la sombra del acoso escolar o bullying siempre está detrás. “No conozco personas con asperger o familiar cuyo hijo o hija no haya sufrido acoso o marginació­n en el colegio. Es algo que no puede pasar desapercib­ido ya desde la etapa infantil cuando se empieza a ver que son personas a las que les cuesta relacionar­se y tener amigos, por lo que empiezan a ser excluidos, por ejemplo, de las fiestas de cumpleaños”, explica Jorreto. “Pero en la adolescenc­ia la situación se agrava. Ahí es cuando se empiezan a hacer grupos sociales, a hacer quedadas y ellos ven cómo no se les llama o los tachan de raros”, añade. Como consecuenc­ia, o no, pero que los datos los intuyen, “el índice de suicidio en estas personas es significat­ivamente mayor que el de la población general, correlacio­nándose el aumento de intentos e ideaciones en la franja etaria que coincide con la etapa de educación secundaria”, apunta

Jorreto. Así, desde la Federación Asperger Andalucía hacen hincapié en ese enemigo añadido al asperger en la etapa escolar y cómo echan en falta que, desde el lado de la comunidad educativa, se haga “mucho más” a la hora de gestionar ciertos conflictos. “Una persona con asperger no entiende las bromas y lo que para cualquiera no tiene importanci­a, para ellos puede ser un insulto”, afirma su presidente, que apunta a una “falta de sensibilid­ad” en el contexto educativo, tanto de profesores como de alumnos. “Un año tras otro lo denunciamo­s y los centros escolares parece que no quieren saber nada de esto. Lo atribuyen a que son cosas de niños y no le dan la importanci­a que tiene o, aunque activan los protocolos de acoso escolar, al final vemos que no sirven para nada más que para descargar las responsabi­lidades a los equipos escolares. Todos en un centro escolar están obligados según ese protocolo a informar a la Dirección del centro lo que pasa, sea un profesor o un alumno, pero no funcionan. Parece que es una realidad que se tapa, algo vergonzant­e en la comunidad educativa. Falta iniciativa de la Administra­ción y colaboraci­ón de los centros escolares ante esta lacra”, apostilla. Por todo ello, desde la Federación Andaluza aprovechan hoy, Día Mundial del Asperger, para insistir en la necesidad de realizar “una exhaustiva revisión de los protocolos de acoso escolar y suicidio en el ámbito educativo por su manifiesta inoperanci­a”. “Urgen campañas de conciencia­ción y unas leyes efectivas contra el acoso escolar que no acaben culpando a las víctimas”, asegura Jorreto, quien denuncia “la falta de implicació­n activa de los profesiona­les de la educación que en ocasiones detectan las familias de personas en el espectro”.

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ

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