Diario de Cadiz

LOS PATITOS MADRILEÑOS, LOS PATITOS VERDES Y LOS AMARILLOS

- MANUEL AMAYA ZULUETA

CUÁNTAS cosas se me vienen a la memoria cuando oigo el sintagma “Los patitos”. D´abord, como empezaría un franchuti, en seguida me acuerdo de la agencia del mismo nombre que dirigía un amigo de mi padre, un chico joven y emprendedo­r al que le grabé en cinta de cromo los dos conciertos de Frédéric Chopin. “Muchas gracias, los conciertos son cojonudos”. Los Patitos distribuía­n la correspond­encia por la Tacita Dorada con más celeridad que Correos, de tal modo que llegó ser una empresita productiva. Contrataba a chicos muy jóvenes que llegaban a todas las zonas de Cádiz prestament­e. Fueron eficaces. Hasta que algunos de los patitos empezaron a tirar las cartas al agua de la Alameda.

Los patitos de mi infancia somormujab­an en las aguas verdes del estanque del genovés parque mamá llevaba pan en el bolso y mi mano infantil daba de merendar a las felices anátidas.

Los patitos en estos días están saliendo mucho en la tele, nadando plácidamen­te sobre las raquíticas aguas del Manzanares y buceando por los fondos del riíto madrileño. Al alcalde de Madrid se le ocurrió la idea de hacer una mascletá; en cristiano, una jartá de pirotecnia, o sea de pum catapum chin chin, crac, tratratá, quédate sordo, sí como las que hacen los de Valencia. Hasta ahí la cosa no pasa de ser una pueblerina inocentada ruidosa. Pero, ¿cómo no?, surgió una protesta asimismo ruidosa de unas gentes que creen firmemente que con la pelotera iban a producir jaqueca a los patitos manzaneros. Qué horror, pena de ellos, vaya minutos que estarán pasado, cómo vamos a llevarles las aspirinas y los nolotiles para el dolor de cabeza y el malestar general. Búscate una escalera, Isidro, a ver si podemos bajar.

Curiosamen­te estos todos, son los mismos, las mismas caras que me han insultado a la puertas de las plazas del toros ante la mirada pasiva de la Nacional: “Asesinos, cabrones, hideputa, ¿por qué no pican a tu padre?” y “tus muertos” y otras lindas soflamas. Porque como dijese Karel Mark Chichón, un excelente director de orquesta gibraltare­ño. “¿En nombre de qué no puedo ejercer mi libertad de poder ver toros cuando me plazca?” Es que eso de la libertad se está poniendo difícil, querido, le respondo. Pena, responde.

Los otros patitos que han estado apareciend­o estos días en los mass media van vestidos de verde, no llevan tricornios cuando en indefensas zodiacs navegan por las aguas del estrecho, Palmones, La Línea, Barbate, etc. intentando que esa mierda llamada jachís, que a tantos adolescent­es ha llevado a padecer la peor de las enfermedad­es posibles, la esquizofre­nia, no entre en territorio español. Dio la casualidad que esos patitos benefactor­es dieron su vida en el puerto de Barbate en un asesinato grabado vía móvil. Pero esta vez los que nos gritaban “asesinos” a la puerta de la plaza de toros de Algeciras no se manifestar­on, ni pío, tampoco los del Manzanares se revelaron. “Accidente laboral”, aclaró la voz de su amo. Cosas. Pobres águilas verdes cuya sangre ya se habrá diluido en las aguas de Barbate.

Termino haciendo alusión a los patitos amarillos. Los der Cai. Otra mascletá ruinosa. Ahora en una tierra tela de taurina. ¿Estamos ya en segunda?, como afirman mis desalentad­os amigos. No, digo, porque mi fe es irracional, como son todas las fes. Porque si vencemos al duro Celta salimos de la zona roja. Patitos amarillos, no os dejéis llevar por la ruidosa mascletá del chotis, ni por la vergüenza y el dolor por el crimen de Barbate. Dejad de ser los patitos feos del cuento infantil y convertíos en aves de alto vuelo. No olvidéis que lleváis la camiseta de oro de una ciudad con tres mil años de Historia. Aúpa, Glorioso. Gladiadore­s de Gades, dentro de pocos días venceréis a los celtas o moriréis. Morir es descender.

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