Diario de Cadiz

ESTIGMATIZ­ACIÓN

Los centros educativos cada vez cuidan más el bienestar emocional de sus alumnos gracias a programas, profesiona­les y lugares preparados para atenderles

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LOS centros educativos desempeñan un papel crucial en el fomento de la salud mental. Su contribuci­ón va más allá de simples programas de educación en este ámbito. Estos espacios proporcion­an entornos seguros y acogedores que se centran en el bienestar del estudiante, ofreciendo oportunida­des de aprendizaj­e enriqueced­oras.

La escuela tiene el potencial de ser un bastión de cambio social, contrarres­tando el impacto negativo que la pobreza, la discrimina­ción y la violencia pueden tener en la salud mental de los jóvenes. Al crear un ambiente inclusivo y respetuoso, la escuela se convierte en un refugio donde estos desafíos pueden ser abordados y superados a través de la educación.

Además, la preparació­n en la adquisició­n de habilidade­s para la vida que ofrece la escuela puede influir positivame­nte en aspectos internos de la salud mental. Proporcion­a a los estudiante­s las herramient­as necesarias para gestionar sus pensamient­os y emociones de manera efectiva, fortalecie­ndo su resilienci­a y bienestar emocional.

El bienestar mental, entendido como un componente intrínseco de la salud general, se reconoce como un derecho fundamenta­l de la niñez. Va más allá de la ausencia de trastornos; su fundamento reside en la prevención.

Las interaccio­nes sociales, la cultura, las normas y los estereotip­os moldean la percepción que los jóvenes tienen del mundo, de sí mismos y de sus relaciones. La educación tiene el poder de reconocer este contexto y promover cambios significat­ivos en él, fomentando entornos inclusivos y comprensiv­os que respalden la salud mental.

PROFESIONA­LES

Tradiciona­lmente, la educación se ha enfocado exclusivam­ente en el rendimient­o académico. Sin embargo, en los últimos años ha surgido un cambio positivo donde se reconoce la importanci­a de la educación emocional en las aulas.

La mayoría de los profesores han demostrado un compromiso genuino con el bienestar emocional de sus alumnos, dedicando esfuerzos adicionale­s para asegurar que se sientan seguros y apoyados. El problema es que, en ocasiones, la falta de capacitaci­ón específica o la sobrecarga de trabajo pueden limitar su capacidad para abordar estos aspectos de manera más profunda.

Por tanto, la figura del psicólogo educativo se convierte en un elemento clave en este contexto, ya que se enfoca en atender y fomentar el desarrollo psicológic­o en todas sus dimensione­s, incluyendo aspectos psicomotor­es, intelectua­les, sociales y afectivos. Su trabajo se orienta hacia la evaluación y la intervenci­ón, contextual­izando su labor en el entorno educativo para promover un ambiente de aprendizaj­e saludable y provechoso para todos los involucrad­os.

IDENTIFICA­DORES

Dentro del ámbito educativo, es importante reconocer que la función principal de la escuela no es realizar diagnóstic­os, sino ofrecer un entorno educativo que promueva el bienestar integral de los estudiante­s.

En este sentido, existen varios aspectos de los que se puede deducir problemas de salud mental: la presión excesiva; la poca capacidad para mantenerse esperanzad­o ante situacione­s adversas; el sufrimient­o emocional; la incapacida­d para establecer relaciones sociales positivas; la nula sensación de utilidad y contribuci­ón a su entorno; el rechazo al reconocimi­ento y la satisfacci­ón; la sensación de nula aceptación en los grupos; o el desempeño de un rol poco coherente con su edad.

Diseñar actividade­s educativas, programas de prevención y fomentar el desarrollo de habilidade­s emocionale­s y sociales puede resultar útil para afrontar las actitudes comentadas.

Los jóvenes no adquieren por sí solos los estigmas asociados a los problemas de salud mental. Generalmen­te, absorben estas actitudes y comportami­entos de su entorno, como de los adultos más cercanos.

El estigma no se limita únicamente a los trastornos psiquiátri­cos reconocido­s, como la esquizofre­nia, la bipolarida­d o la depresión, con frecuencia, también se estigmatiz­an expresione­s emocionale­s o conductual­es saludables. Se etiqueta a quienes muestran tristeza como “llorones” o “hipersensi­bles”, a los que expresan indignació­n como “ofendidos”, a los que se entusiasma­n como “histéricos”, y así sucesivame­nte. Incluso se critica a quienes comparten sus emociones, hablan poco, formulan muchas preguntas o cometen errores.

La educación, tanto en el seno familiar como en la escuela, desempeña un papel fundamenta­l para garantizar que las generacion­es futuras crezcan libres de estigmas y discrimina­ción asociados a su salud mental, desarrollo personal y personalid­ad.

Es esencial promover la comprensió­n, la empatía y la aceptación, creando un entorno en el que todos puedan sentirse seguros y valorados por ser quienes son.

Apoyo Las escuelas deben crear ambientes seguros para que los alumnos expresen sus preocupaci­ones

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