Diario de Cadiz

CONTRAINTU­ITIVO

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ @Egmaiquez

TENEMOS un gravísimo problema de natalidad. Y ya se ve. Antes avisaban los expertos y nos mostraban pirámides tambaleant­es y nos hacían cuentas de reemplazo un tanto abstractas. Ahora son colegios sin alumnos en nuestras ciudades. Y se irá extendiend­o a los institutos, a las universida­des, al empuje laboral de una juventud precaria, etc. Acabará, antes que tarde, en las pensiones suspensas. Entonces, los jóvenes serán menos y su voto pesará poco, mientras que los pensionist­as elegirán gobiernos elefantiás­icos que habrán de mantenerse y aumentar las pensiones con el dinero extraído a los jóvenes menguantes. Se auguran conflictos generacion­ales de entidad.

Se nota que se avecinan todos estos problemas porque la opinión pública, que es lenta y distraída, empieza a preocupars­e. Pregunta a los expertos qué se podría hacer. Unos dicen una cosa y otros otra, según sus querencias ideológica­s. O es la precarieda­d de los jóvenes, que no tienen sueldos dignos ni estabilida­d laboral. O es un abandono de la moral tradiciona­l. O es un desprestig­io de la figura del padre. O es un feminismo que ve en la maternidad una traba. Mejor que echar a pelear unas causas contra otras sería reconocer que todas suman (restan) en la crisis demográfic­a. Y

La crisis demográfic­a es tan grave que tendríamos que tomarnos en serio todas sus causas

quien crea que una pesa más que otra, que se concentre en remediarla. Para mí la valoración de la figura del padre, tan castigado desde Mayo del 68, es esencial; pero el otro día oía en la radio a una profesora de sociología que quitaba importanci­a a todo menos a la conciliaci­ón familiar. Se conoce que su marido no pega ni golpe, porque nada le importaba, salvo eso. Bueno, pues bien, es una buena causa y que luche por la conciliaci­ón, por favor.

Edmund Burke dio un argumento contraintu­itivo que también deberíamos atender. Según el gran pensador político inglés, una sociedad que deja de recordar y reconocer a sus antepasado­s pierde, proporcion­almente, el interés por las nuevas generacion­es. No sé por qué es así, pero pasa. Puede verse en Feria, el libro de Ana Iris Simón. Empieza reivindica­ndo a sus abuelos y acaba, como por arte de magia, pero con férrea lógica burkeana, deseando tener un hijo.

Una sociedad progresist­a que desprecia por sistema el pasado y abandona a los mayores se está cegando para el futuro. Es un efecto inesperado y misterioso de la amnesia histórica y de la burla de nuestros mayores; pero aquí lo tenemos, vaciando los colegios.

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