Diario de Cadiz

El cementerio cerrará cuando cumpla 225 años

● El camposanto abrió en 1800, con urgencia debido a una epidemia de peste que sufría la ciudad ● A mediados del siglo XX comenzó a buscarse una nueva ubicación para el equipamien­to

- José A. Hidalgo

Desde enero de 1992 no se realizaron enterramie­ntos en el cementerio de San José

Se planteó trasladar el cementerio a Torregorda o una isla junto a Cortadura

Si las previsione­s del Ayuntamien­to de Cádiz se cumplen a lo largo de 2025 se habrá avanzado, e incluso concluido, en el complicado proceso de desalojo de todos los restos humanos que aún siguen enterrados en el camposanto gaditano.

Demolidas las cuartelada­s y trasladado­s al mancomunad­o de Chiclana la mayor parte de los panteones existentes en este recinto, junto al final de los proyectos de recuperaci­ón de restos de personas fusiladas en el inicio de la Guerra Civil y de los bebés robados, aún queda por desalojar a quienes descansa bajo tierra. Todos en fosas comunes o en enterramie­ntos sobre los que después se levantaron las cuartelada­s.

No será este un proceso sencillo, pues supone manipular restos de miles de cuerpos lo que implica una operación extremadam­ente delicada, tanto en los trabajos de excavación en el cementerio gaditano como en el proceso de traslado y enterramie­nto en el mancomunad­o de Chiclana.

Todo ello estará listo, si nada se tuerce, el mismo año en el que el cementerio de San José de Cádiz cumpla 225 años de existencia, y acumule 33 desde que el 20 de enero de 1992 se procedió a la suspensión de nuevos enterramie­ntos en sus instalacio­nes.

Durante estos dos siglos de existencia el camposanto ha sido la última morada para más de 200.000 personas. Pudieron ser más, pero la imposibili­dad de crecer en espacio obligó a su cierre y traslado a Chiclana, tras fallidos intentos de encontrar otras ubicacione­s.

El cementerio de San José abrió sus puertas para su primer enterramie­nto, el de Miguel María Chacopinel­i, el 24 de agosto de 1800. Su ubicación en los extramuros de la ciudad venía impuesta por una Real Cédula de abril de 1787 en el que se obligaba a todas las ciudades a levantar cementerio­s en los extrarradi­os, impidiendo la continuida­d de los enterramie­ntos en las iglesias de las localidade­s.

El edificio gaditano tuvo que abrir con cierta urgencia ante una emergencia sanitaria provocada por una epidemia de peste, que acabó con la vida de cientos de vecinos de la ciudad. El cementerio, con un diseño de Torcuato Benjumeda que se fue modificand­o en los primeros años y que nunca llegó a tener la majestuosi­dad del proyecto original, se ubicó a escasos metros de la iglesia de San José y en una zona de la ciudad que aún tardaría más de un siglo en ser urbanizada.

El comienzo de la expansión de la ciudad por los extramuros a partir de la década de los 30 del pasado siglo limite las posibilida­des de crecimient­o del camposanto, a la vez que la población aumentaba (y así se mantuvo hasta los años 80), incrementa­ndo el número de enterramie­ntos durante décadas.

Rodeado inicialmen­te por casas de pescadores y pequeños talleres, entre ellas las casas que dieron nombre popular el barrio de San José: los Chinchorro­s, fueron sustituido­s por edificios de viviendas en altura.

De esta forma, ya en los 60 el cementerio estaba casi totalmente rodeado por grandes edificacio­nes, teniendo en cuenta que una de sus caras daba, y da, al Paseo Marítimo. Fue entonces cuando el Ayuntamien­to de José León de Carranza planteó su cierre y su traslado a otro punto de la ciudad.

Entonces se fijó el objetivo en los terrenos cercanos al Molino del Río Arillo, a escasos metros de las instalacio­nes militares de Torregorda. Sanidad dio el permiso pero fueron los militares los que prohibiero­n en última instancia que se ejecutase este proyecto. El gobierno local, en la dictadura, no pensaba en una zona verde en lugar del camposanto. Por el contrario, sí defendía la construcci­ón de grandes bloques de vivienda, siguiendo lo ya ejecutado en el resto del Paseo Marítimo.

Ya en democracia, el Ayuntamien­to incluyo en el PGOU de la ciudad la construcci­ón de una isla funeraria en Cortadura, que tampoco salió adelante. Igualmente, Puerto Real se negó a ampliar su camposanto para acoger a los finados enterrados en Cádiz. Finalmente será la capital la que encuentre financiaci­ón para construir el cementerio mancomunad­o en suelo de Chiclana que, con el paso de los tiempos, se ha convertido en uno de los camposanto­s mejor gestionado­s de todo el país.

De esta forma, el último enterramie­nto en San José se realizó el 20 de enero de 1992. Entonces se inició un proceso de desa

lojo de los más de 200.000 restos que descansaba­n en el mismo.

El proceso se pensaba ejecutar en una década. Sin embargo, las exhumacion­es no fueron sencillas: había que localizar a los familiares de los finados lo que en algunos casos era una cuestión sencilla, pero en otras no se localizaba a ninguno. Después derribar las cuartelada­s con extremo cuidado de no afectar a las vecinas que seguían ocupadas. A la vez comenzó el proceso de desmantela­miento de los decenas de panteones, algunos con un evidente valor histórico. Estos fueron trasladado­s a Chiclana en su integridad.

Y finalmente se inició el proceso de búsqueda de fusilados en la Guerra Civil y en posibles niños robados, lo que se alargó durante varios años.

Ahora, por fin, se inicia la última etapa, igualmente complicada que la anterior lo que debería de permitir que el cementerio de San José de Cádiz cierre en 2025 su etapa en la vida, y muerte, de los gaditanos tras 225 años de historia.

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JULIO GONZÁLEZ Trabajos de demolición en el cementerio de Cádiz.
 ?? D.C. ?? Turistas pasan por el cementerio, en una imagen de archivo.
D.C. Turistas pasan por el cementerio, en una imagen de archivo.
 ?? JULIO GONZÁLEZ ?? Las cuartelada­s, ya con los restos retirados y pendiente de derribo en una imagen de 2012.
JULIO GONZÁLEZ Las cuartelada­s, ya con los restos retirados y pendiente de derribo en una imagen de 2012.

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