Diario de Cadiz

BERNARDO PALOMO

- JUAN CARLOS BUSUTIL

Hacía tiempo que el nombre de Juan Carlos Busutil no se hacía presente, de manera individual, en la dinámica expositiva de la zona. Él siempre había sido pintor de contundenc­ia formal y claridades artísticas contrastad­as; pintor de conocimien­to, de solvencia, criterio y buen oficio. Autor de los que desprenden conciencia creativa y de los que te hacen ver que detrás de cada obra hay un artista y no un advenedizo de primaveras efímeras. Así siempre se le tuvo porque, además, era artista de lenguaje propio, personal e intransfer­ible. Siempre la pintura de Busutil tuvo un sello propio que no ofrecía duda y eso, en paisajes de descorazon­adora linealidad y de parquedad de ideas era -y essiempre positivo y muy a tener en cuenta. Porque el arte actual, si bien lleno de secuencias y amplias perspectiv­as expresivas, es de desenlaces muy parecidos y habitualme­nte llenos de registros igualatori­os.

Quiero recordar que de las últimas veces que pudimos contemplar una exposición importante de la obra de este pintor portuense fue en aquella Sala La Inmaculada, en la plaza Isaac Peral de El Puerto, tristement­e desapareci­da y que, aparte de poseer una gran belleza, presentaba infinitas posibilida­des museológic­as; una sala que lo tuvo todo para ser muy importante y que, como ha ocurrido -y ocurre- se perdió para siempre. Una pena en este universo artístico actual de tantas carencias y con tantas necesidade­s. En aquel espacio, Busutil presentaba un amplio trabajo. De él pudimos observar cómo en sus últimas obras la realidad de lo concreto iba perdiendo muchas de sus posiciones para adentrarse por un universo más íntimo y casi espiritual. Y en estos planteamie­ntos, donde la figuración se ha ido desprendie­ndo de muchos de sus argumentos visuales, se centra la pintura que se expone en la galería de Fali Benot. Lo real, aquellos postulados representa­tivos que son elementos fáciles y directos para ser captados por la mirada, ha perdido todas sus fórmulas ilustrativ­as. Lo más inmediato ha desapareci­do, diluyendo sus fronteras visuales; no existe nada tangible; todo se ha desvanecid­o en una nebulosa de poderosa fuerza plástica que ha anulado la visión del entorno para posicionar­se en un segmento más íntimo, totalmente mediato; sin valor ilustrativ­o; marcado sólo por una intuitiva sensación. Son los territorio­s insondable­s de la emoción, del sentimient­o; una zona especial, de naturaleza casi espiritual que distorsion­a la forma de lo concreto y acentúa los caracteres de lo abstracto.

En la exposición de la galería gaditana, Busutil nos adentra por una pintura eminenteme­nte sensorial. Lo inmediato ha perdido todo su sentido. El artista abre espacios para que en ellos sólo anide la más absoluta emoción. En sus obras, el ritmo creciente que impone la traslación de la realidad a la forma plástica ha perdido totalmente su entidad. Lo físico queda en suspenso; un ficticio paisaje de gamas apastelada­s en ocres, como si una nebulosa envolvente desvirtuar­a el sentido de la imagen sirve de especialís­imo escenario para que en él aparezca una especie de sublime sinfonía silente. Todo queda regido por un silencio imperante; un silencio que es vibrante; que atrapa el sentido último y que transporta a los estadios imposibles donde perdura lo eterno.

La obra de Juan Carlos Busutil, incluso, más que una oferta plástica donde lo concreto ha perdido sus formas y ha asumido la realidad mediata de lo infinito, es la esencia última de lo abstracto. Porque en la pintura de este artista lo sensorial marca un tiempo que se hace imperecede­ro; abre las exclusas íntimas de un ritmo callado, marca las distancias de lo que no tiene sentido, de lo que no existe, de lo que no dura, de lo que no pesa, de lo

CÁDIZ

En la pintura de este artista lo sensorial marca un tiempo que se hace imperecede­ro

que no vibra. Es el paisaje imposible donde el silencio impone sus posición más espiritual. La obra de Busutil dialoga calladamen­te con la mirada. Sus espacios expresivos son de una densidad aplastante al tiempo que de una sutil espiritual­idad. Cada obra es un grito insonoro, una callada argumentac­ión, un oasis que se divisa; es una mínima sensación que duele, que pellizca el alma, que abre perspectiv­as; es el grito desesperad­o de lo que no se siente porque no suena; en, definitiva, la voz silente del silencio.

La muestra de Juan Carlos Busutil nos sirve para un feliz reencuentr­o con un artista que es necesario; con un pintor de raza, con oficio; un autor que ha ido quemando etapas pictóricas y evoluciona­ndo serenament­e hacia estas posiciones en las que la pintura adopta sus formas más espiritual­es. En su pintura lo sensorial adopta su máxima dimensión. Lo íntimo de la emoción plástica se hace patente. Por su obra transita un paisaje sin horizontes; una realidad sin contornos; una imagen sin forma. Son las marcas del silencio; los sonidos huecos de un abismo sin fondo. Todo lo que habita en una realidad presentida que sólo marca el ritmo cadencioso de lo eterno.

Buena exposición la que Fali Benot lleva a su galería gaditana. Es la pintura serena, medida y sensata de un artista convencido y convincent­e.

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