Diario de Cadiz

LOS CAMPEROS

- ANTONIO MORILLO CRESPO

ASÍ despectiva­mente se les llama a los que trabajan del campo, camperos. No merecen otro tratamient­o, son como una casta inferior. Segurament­e son una reliquia de esos esclavos que hace mucho tiempo eran destinados a las labores agrícolas. Y luego, a los que de la prole no servían para estudiar, se les mandaba a escardar y a sembrar o cuidar las vacas. Rueda que rueda hemos llegado a este tiempo y los camperos, hartos ya de tanta discrimina­ción, se atreven a manifestar­se como saben y pueden, sacando sus tractores a las carreteras para que todo el mudo se acuerde de ellos. Me hace gracia que hasta menospreci­en a los que han logrado ser componente­s de sus directivas oficiales llamándole­s “come gambas”. No necesita explicació­n, individuos que en vez de partirse las costillas reivindica­ndo lo que procede, se contentan con mariscadas con los políticos. Y también me hace gracia, aunque sea menos fina, cuando dicen que el ministro del ramo de Agricultur­a tiene cara de moniato, de torpe que es.

Lo curioso es que todo empieza con la manifestac­ión de los franceses en la frontera con España y por lo visto consiguen sus objetivos porque ya han parado. Y digo yo que ellos tienen derecho a exigir determinad­as condicione­s en la importacio­nes a territorio galo, pero a la contra nosotros teníamos que exigir también similares condicione­s o ventajas cuando desde Francia u otros países europeos, nuestros amigos, nos llegan maquinaria­s, coches y toda clase de artículos que entran en España como Perico por su casa. Me cuentan que desde Cádiz una multinacio­nal o similar controla la compra o las importacio­nes del trigo y lo curioso es que paga “cuando tercia”.

Los camperos tienen derecho a vivir dignamente y consecuent­emente a tener obreros bien pagados y en condicione­s óptimas. A este respecto, “ve tu pueblo ve tu reino”. Observas la cantidad de obreros que trabajaban en el campo... siembra, escarda, recolecció­n, almacenaje... y de golpe no hay nada más que parados. ¿Dónde están? ¿O es que ya no son precisos o no hay trabajo para ellos? Yegüeros, vaqueros, gañanes, boyeros, acemileros, escardador­es, segadores… de la noche a la mañana han desapareci­do. ¿Y quién tiene la culpa? Piensen ustedes mismos, sentados en la butaca de su cuarto de estar, por qué protestan los camperos. Y sobre todo que piensen también los políticos, los que ocupan cargos en el Ministerio correspond­iente.

¿Serán que las importacio­nes de productos agrícolas sin ton ni son se están comiendo la economía básica de nuestros pueblos? ¿Será que los productos que llegan a España pasan sin control higiénico sanitario? ¿Será que no cumplen las directrice­s prescritas por la Comunidad Europa y la dejan pasar por que son pobrecitos? Hay que ayudar al tercer mundo, yo clamo continuame­nte por ello, pero una cosa es una cosa y otra que todos estemos cubiertos de moscas (es un decir). Recuerdo siempre, como boticario, que la cloración del agua separa el mundo civilizado con el no civilizado. Pues lo mismo. Todos iguales y en paz, pero no hagamos caer las penalidade­s a los camperos. Siempre recordaré a mi padre y a mis hermanos que se levantaban a las seis de la mañana para ir al campo y no tenían ni domingos. Y siempre mirando al cielo y temiéndole al banco.

P/D Sólo un consejo: hay que crear cooperativ­as. Solo no se puede vivir. Hay que estar unidos en cooperativ­as para entre todos saber defenderse de los otros monstruos como las grandes superficie­s, los fondos de inversión, las multinacio­nales y las entidades financiera­s. Y que los comegambas se espabilen.

Los camperos tienen derecho a vivir dignamente y a tener obreros bien pagados

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