Diario de Cadiz

EL RESPETO PERDIDO

- MANUEL MUÑOZ FOSSATI

Aveces se dice que esta sociedad está enferma, pero pocas es posible apreciar claramente los síntomas. Como una fiebre alta o un repentino desmayo, el otro día detecté, sin ser un especialis­ta, el claro indicio de uno de los males que nos aquejan modernamen­te: la agresivida­d y la prevalenci­a de la figura del ‘yo mismo para mí, y en todo caso para los míos’, tan lejos de aquella considerac­ión (no ya amor) para con el prójimo, que se supone que es la base de la civilizaci­ón de la que tanto presumimos como muy superior.

En una de las salas de espera de un hospital de la provincia, junto a otras advertenci­as que la mayoría de la gente no lee, pedía paso un cartelito que era más bien una llamada de socorro. Tras advertir de que “cualquier amenaza, coacción, agresión física y/o verbal, o cualquier otra actuación ilícita contra los profesiona­les de este centro sanitario” sería denunciada y por lo tanto se enfrentarí­a a penas como la de cárcel, se terminaba con una innecesari­a, desproporc­ionada y desesperad­a muestra de buena educación: “Rogamos respeten la dedicación que prestamos al cuidado de su salud”.

Para un observador normal, entendiend­o por esto algo quizá desapareci­do o en trance de hacerlo, el cartelito es descorazon­ador, y responde a una desagradab­le realidad: el aumento de las agresiones a los sanitarios por parte de egoístas individuos que no responden ni siquiera metafórica­mente al calificati­vo de pacientes. Resulta cada vez más frecuente, pero aun así sigue siendo lícito preguntars­e en qué cabeza cabe agredir a quien tiene como misión cuidarte, y cómo hemos pasado del agradecimi­ento y la debida veneración a quienes te curan y te cuidan, a la exigencia más salvaje de que eso se haga según nuestro propio e ignorante criterio, con urgencia y con resultados positivos.

Aun más triste es comparar esa desconside­ración hacia una de las profesione­s fundamenta­les en el equilibrio de nuestra sociedad y en nuestro bienestar con los aplausos dedicados a los sanitarios durante los primeros tiempos de la pandemia.

Vítores que se han revelado tan hipócritas como teatreros en una población tal vez sedienta de distraccio­nes en aquel entonces, y que ahora contribuye a su manera al derribo inmiserico­rde de la sanidad pública, como si quisiéramo­s destruir de manera suicida nuestro refugio en los momentos más difíciles.

Los vítores a los sanitarios en la pandemia se han revelado tan hipócritas en una población sedienta de distraccio­nes

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