Diario de Cadiz

“El caballo me lo ha dado todo en la vida, y me lo va a seguir dando”

● Tras 48 años en la institució­n, el que muchos catalogan como el mejor jinete en riendas largas alcanza su jubilación ● Recorremos a través de una charla con él sus casi cinco décadas de servicio

- MANUEL RUIZ GUTIÉRREZ. Fran Pereira JINETE DE LA REAL ESCUELA ECUESTRE

Manuel Ruiz Gutiérrez (San José del Valle, 1959) cerró semanas atrás su vinculació­n laboral con la Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez. Ponía fin así a un periplo de 48 años de vida, –“media vida”, reconoce– en esta institució­n a la que llegó siendo un niño y donde ha permanecid­o hasta que ha alcanzado su jubilación.

El jinete se marchó con una gala homenaje muy emotiva, donde tanto todo el personal de la Real Escuela como muchos miembros del mundo del caballo de la zona le rindieron pleitesía, evidencian­do el respeto y el cariño que profesaban por él. Para muchos, suponía el adiós de uno de los mejores profesiona­les con las riendas largas.

–¿Cuándo montó por primera vez a caballo?

–Yo montaba de pequeño en la finca de la familia Conde de Peraleja. Mi abuelo fue encargado de esta finca, luego fue mi padre y ahora lo es mi hermano, y allí es donde he nacido. Recuerdo que empecé montando un pony que había allí, y fue allí también donde monté mi primer caballo y donde me empezó a entrar el gusanillo.

–Y a partir de ahí empezó su amor por los caballos...

–Eso es. A ello contribuye­ron dos grandes amigos de la familia, Curro

Calderón y Manolo Rodríguez, que tenían en Arcos de la Frontera su propio picadero. Fue allí donde empecé a dar clases y a saber más de equitación porque hasta entonces, yo lo que hacía era montarme en un caballo y pasear por el campo. A veces también ayudaba a los vaqueros con el ganado.

–¿Cómo llegó a la Real Escuela de Arte Ecuestre?

–Bueno, llegué con apenas 14 años. Recuerdo que una de las tardes en las que estaba montando allí, llegó un señor y me dijo ‘¿tú quieres venirte a mi escuela?’. Aquel señor era Don Álvaro Domecq. Le dije que tenía que preguntárs­elo a mi padre, y él, que sabía que lo que me gustaba era el caballo, me dijo que sí, e incluso me compró una moto pequeña, una Gilera. Con ella venía todos los días desde la Junta de los Ríos hasta la escuela que Don Álvaro abrió enfrente de Sementales.

–O sea que se ha pasado media vida en la institució­n...

–La verdad es que sí, pero el tiempo me ha pasado muy rápido, casi no me he dado cuenta.

–¿Qué ha sido para usted la Real

Escuela de Arte Ecuestre? –Aparte de una casa, para mí es una maravilla. Es increíble lo bonito que es ese palacio, ese picadero real... Y todo debemos agradecérs­elo a Don Álvaro, porque ha sido quien ha luchado más por conseguir esto, que afortunada­mente tenemos en España, que para mí es una bendición. Llevo en la Escuela 48 años, y siempre he admirado esta institució­n porque, de hecho, he trabajado también por ella, pero ahora que me tengo que marchar, me parece aún más bonita. Quizás a veces no nos damos cuenta de lo importante que es la Real Escuela para Jerez, para Andalucía y para España.

–¿Cuando alguien permanece tanto tiempo ligado a una institució­n, a un lugar de trabajo, ¿teme que ahora que llegua a la jubilación no se acabe de adaptar?

–Si le digo la verdad, todavía no soy consciente de que me he jubilado. Tengo la sensación de haberme ido a casa de vacaciones. Supongo que cuando pasen unos días, empezará a darme cuenta. –Por sus palabras denoto que usted no es de los que se jubilan y se relajan...

He tenido la suerte de tener muy buenos caballos, pero me quedo con ‘Judío’, porque transmitía”

Llegué a la escuela con solo 14 años, todo ha pasado muy deprisa, pero he vivido cosas muy bonitas aquí”

–(Risas) La verdad es que no. Por ejemplo, el primer día que ya no tenía que trabajar, me fui a la finca de los Condes de Peraleja, de Don Luis López de Carrizosa, donde tengo mis perros. Como me gusta mucho la cacería, me voy a pasear con ellos y ando mucho porque además, tengo un poco de artrosis en la rodilla y andar me viene muy bien. Y luego por la tarde, tengo mis caballos. Siempre he pensado que lo peor que hace uno cuando se jubila es estar parado. Eso por mi cabeza no pasa.

–En todo este tiempo en el que ha ejercido como jinete de la Real Escuela, ¿recuerda algún momento especial?

–Han sido muchos, pero hay varios momentos que guardo con cariño. Uno de ellos fue el espectácul­o que hicimos en la Maestranza cuando la Infanta se casó. Fue algo muy bonito, porque además teníamos grandes caballos. Después, otra de las cosas que se me han quedado en el recuerdo, ocurrió cuando fuimos a Argentina en 1977. Junto al lugar donde se hacían los espectácul­os estaba el estadio de Boca Juniors, donde jugaba Maradona, que en ese momento llenaba las portadas a diario porque decían, como así fue, que iba para figura. Sin embargo, uno de los días la portada fue Álvaro Domecq y nosotros en la Avenida Libertador­es. Tal fue la acogida que nos dieron que cuando nos tuvimos que ir, la gente no quería, fue un momento emocionant­e, y se me quedó grabado.

–( .... )

–También me acuerdo en Alemania de otro espectácul­o. Al finalizar el mismo, la gente nos despidió tocando las palmas y no paraban de aplaudirno­s. Entonces, Don Álvaro dijo, ‘vamos a bajarnos de los caballos’ y nos fuimos al centro del picadero. Desde allí, Don Álvaro saludó al público como si estuviera toreando, se quitó la chaqueta y el chaleco y se lo dio a la señora del profesor Reiner Klimke, que ha sido el más grande de la historia en doma clásica. Aquello fue emocionant­e y la verdad es que no lo he olvidado. El otro día estaba recordando también otra anécdota con el difunto Luis Ramos, que tenía la yegua, ‘la Jaleo’ que era una maravilla. Una vez en el Borne de Barcelona, recuerdo que salió Luis Ramos con esa yegua y Don Álvaro con ‘Valeroso’, un semental extraordin­ario que hacía fantasía de manera impresiona­nte, pusieron al público en pie. En fin, han sido muchas experienci­as y muy bonitas.

–Tras todos esos años de dedicación al caballo, ¿han cambiado muchos las cosas dentro del mundo ecuestre?

–Por supuesto, ha evoluciona­do todo y para bien. Hoy día se monta de maravilla a la vaquera, pero también en doma clásica, con los buenos jinetes que tenemos en España. Gracias a Dios todo va mejorando.

–¿Qué le ha dado el caballo?

–Me ha dado un trabajo y gracias a él, he podido tener una familia. A mí el caballo me lo ha dado todo en la vida y me lo va a seguir dando, por supuesto.

–Y de todos los caballos que ha tenido o con los que trabajado, que serán mucho aquí en la escuela, ¿se queda con alguno en concreto?

–He tenido la suerte de tener muy buenos caballos, tanto en trabajos en la mano como en corveta, las riendas largas... A mí personalme­nte me gustaba uno que también le encantaba al público, ‘Judío’. Ese era un caballo que hacía disfrutar al público porque transmitía muchísimo. En esto, como pasa en otros aspectos de la vida,

además de ser bueno, tienes que transmitir, y ese transmitía. Ahora tenemos a ‘Yente’, que es hijo suyo y también tiene talento.

–A todos los que le pregunto, dicen que usted es el mejor jinete del mundo con riendas largas...

–Bueno, soy quizás el que más tiempo llevo haciendo riendas largas. El primer jinete en hacer riendas largas en la Escuela fue Manuel Vidrié y luego, Mercedes González Cort, que fue la primera mujer jinete. Cuando regresamos de Argentina en diciembre de 1977, me enseñó Don Álvaro Domecq y desde entonces estoy haciendo riendas largas. Son muchos años.

–El trabajo con riendas largas, ¿es más complicado de lo que parece a primera vista?

–No, es igual de complicado que todos. Toda la equitación es difícil. Trabajar con un caballo, domarlo y ponerlo donde a ti te gusta, ya sea montado, en la mano, en corveta...tiene su dedicación. Para conseguir que esté donde tú quieres, requiere tiempo, la verdad.

–Ahora que se marcha y tras tantos años de servicio a la Real Escuela,

¿cree que a la institució­n se le apoya como debiera?

–Yo creo que sí. En los últimos años, la Junta ha hecho una labor importante, de hecho, da muchos puestos de trabajo y a nivel de turismo viene mucha gente a verla. Creo que apoyarla sí se apoya.

–¿Qué ha sido Álvaro Domecq para usted?

–Ha sido y es para mí fundamenta­l. Para nosotros fue una gran alegría que volviera a la Real Escuela, porque al fin y al cabo, ha sido el creador de todo esto. Si en su momento no hubiera apostado por ella, hoy no estaríamos aquí. Cuando regresó de ver a la Escuela de Viena, le contó a su padre que quería crear una escuela igual en Jerez, y a ella le ha dedicado la vida, porque se dedicaba a torear para pagar los jinetes, a los profesores que nos traía de Portugal y por supuesto, para comprar caballos. A él le ha costado mucho dinero todo esto, y mucha gente lo desconoce. Fue un esfuerzo total, por eso hoy día es muy importante que siga siendo una pieza fundamenta­l en la labor diaria de la escuela.

Sin Don Álvaro no estaríamos aquí, él ha dedicado una vida a esta escuela, por eso su vuelta era necesaria”

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REPORTAJE FOTOGRÁFIC­O: MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Manuel Ruiz, montando a ‘Adivino’, momentos antes de efectuar su última función con la Real Escuela de Arte Ecuestre semanas atrás.
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 ?? ?? Arriba Manuel Ruiz, sobre estas líneas junto a Yente en el número de riendas largas, y la derecha, con Álvaro Domecq en su despedida.
Arriba Manuel Ruiz, sobre estas líneas junto a Yente en el número de riendas largas, y la derecha, con Álvaro Domecq en su despedida.
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