La Suara, un tesoro descuidado en la campiña
● El Parque Periurbano ubicado entre La Barca de la Florida y Torrecera presenta un estado de deterioro que no invita a disfrutar de las bondades que ofrecen sus más de 215 hectáreas
Ubicado en el margen izquierdo del río Guadalete, con acceso por la carretera que une Jerez y San José del Valle, una vez pasada La Barca de la Florida, poco más de un kilómetro después del desvío existente a la derecha, en dirección a Torrecera, se halla el Parque Periurbano La Suara, un auténtico tesoro natural de más de 215 hectáreas cuyas indiscutibles bondades van quedando eclipsadas con el paso de los años por el evidente estado de deterioro que presenta.
En su aproximadamente medio siglo de existencia como lugar de ocio, esparcimiento y recreativo, sobre todo para los habitantes de los pueblos y las pedanías (ahora ELAS) de la zona, La Suara ha vivido mejores y peores momentos. Su esplendor llegó coincidiendo con el nacimiento de la España de las autonomías, al convertirse en titularidad pública de la Junta de Andalucía -ahora a través de la Consejería de Medio Ambiente-, que apostó fuerte al dotar el espacio de comodidades para su disfrute.
De todas las iniciativas para poner en valor el parque periurbano, la más significativa fue la licitación de un restaurante, con terraza de verano, que durante años fue explotado por particulares que hicieron negocio en la medida que las visitas crecían, al tiempo que se cuidaba con mimo la conservación de las instalaciones, incorporando mejoras como los aparcamientos, un parque infantil, los merenderos, las barbacoas…
Sin embargo, por alguna razón indeterminada, de forma progresiva La Suara dejó de estar de moda y, poco a poco, fue cayendo en el olvido. Sólo así se explica la imagen de semiabandono que se observa en un simple paseo por los caminos del parque, desde su misma entrada, incluso en la señalización para localizar el acceso, imposible de ver llegando desde La Barca.
Los aparcamientos, muy próximos a la entrada, techados y sin techar, evidencian que apenas se llevan a cabo trabajos para mantener limpia la zona. Un cartel para el estacionamiento de personas con movilidad reducida contrasta con la indiscutible dificultad de transitar con una silla de ruedas por culpa de la arena que se acumula donde no debería. Dos contenedores para residuos orgánicos y uno para el vidrio representan lo poco que se tiene presente al visitante. Ni una papelera a la vista en dos horas de caminata.
Los merenderos de madera, numerosos pero muchos de ellos con el desgaste y el mal aspecto propio del paso del tiempo o del mal uso, conviven con un exceso de vegetación junto a los asientos. Las barbacoas dan para un capítulo aparte. Las parrillas de hierro pasaron a mejor vida, por obra y arte de los amantes de lo ajeno, y gran parte de las estructuras de ladrillo están derribadas a buen seguro no sólo por el efecto del carbón o la leña y el fuego.
Siendo triste lo relatado, lo peor se comprueba al llegar al espacio donde un día se ubicó el Restaurante La Suara. La construcción denota no sólo el cierre de la misma hace años sino la absoluta falta de mantenimiento. Pintadas en la fachada, destrozos en la solería y la barbacoa de la terraza exterior, en una parte de atrás en la que sólo quedan vestigios de lo que en su día fue un animoso parque infantil. La fuente de piedra, junto a una penosa caseta de bombas, sólo se puede intuir.
Más allá de toda la zona cercana a la entrada al parque, los aparcamientos, el grueso de los merenderos y barbacoas que hay repartidos por muchos lugares o de lo que un día fue un restaurante, La Suara transmite un enorme potencial aunque desaprovechado. Vale que las plantas y árboles copen protagonismo, la poda y labores de mantenimiento brillen por su ausencia y resulte complicado pasear fuera de los caminos. Pero que no haya una sola indicación para ubicar al visitante, para situarlo y ayudarlo a conocer el paraje, simplemente para que incluso no llegue a perderse, resulta inaceptable, por no decir hasta peligroso teniendo en cuenta la presencia de menores sobre todo en días festivos y fines de semana. Como botón de muestra, un canal, ahora sin una gota de agua como consecuencia de la sequía, circunvala buena parte del parque y la única señalización de advertencia visible (Peligro de muerte, reza), justo en el acceso, empieza sólo a adivinarse porque se camufla con la vegetación.
EL ALCALDE DE LA BARCA
Alejandro López, alcalde pedáneo de La Barca, reconoce que es una pena el estado de La Suara y aclara que sigue albergando eventos de calado, como las romerías de la ELA a la que representa o de Torrecera, allá por mayo. También actividades deportivas como una reciente competición de orientación.
Profundizando sobre el deterioro del parque periurbano, explica que en los últimos años se ha intentado licitar de nuevo la explotación del restaurante, pero nadie parece interesado. No se atreve a afirmar si esto ocurre por el semiab andono al que se ha visto abocado el paraje. La eterna pregunta de si fue antes el huevo o la gallina. ¿Cuidando más La Suara reabriría el negocio o reabriendo el negocio se cuidaría más La Suara? Difícil respuesta. En cualquier caso, lo único cierto es que de uno u otro modo iría más gente para disfrutar del espacio natural.
López, que presume de gestión y del superávit de las arcas de su Ayuntamiento, se apresura a adelantar que casualmente en las últimas horas han recibido una llamada desde la Delegación de Medio Ambiente de la Junta para anunciar el inminente estudio de un proyecto para la recuperación de La Suara. Falta hace, desde luego. Otra cosa es el tiempo que llevará y cuándo será realidad. Igual poco antes de las próximas elecciones…
FLORA Y FAUNA
El parque periurbano La Suara cuenta con 91 hectáreas de matorral mediterráneo que se extiende de forma densa por la zona suroeste y nordeste, destacando la presencia de un pequeño quejigal. El pinar de pino piñonero ocupa 38 hectáreas. Al ser ejemplares de repoblación en línea, el pinar presenta un aspecto artificial. Lo mismo ocurre con las 74 hectáreas de eucaliptus camaldulensis y con una pequeña parcela de 1 hectárea de alcornoque. Dentro del eucaliptal aparece una masa de 8 hectáreas con mezcla de eucalipto, pino piñonero y pino carrasco. También se encuentran en zonas cercanas a arroyos y puntos de agua álamos blancos y vegetación riparia. En torno a un arroyo temporal, existe un bosquete de quejigos. único en la campiña de Jerez.
En cuanto a la fauna, también rica y variada, se pueden llegar a observar reptiles como las culebras bastarda, de cogulla, de escalera, de herradura y viperina, eslizón común, culebrilla ciega, lagartijas ibérica, colilarga y cenicienta, lagarto ocelado y salamanquesa común. Entre los anfibios, la rana común, ranita meridional, sapillo pintojo meridional, sapillo moteado ibérico, sapo de espuelas, sapo corredor, sapo común o tritón pigmeo. De aves destacan las rapaces diurnas, con presencia del elanio azul y poblaciones de gavilanes en el invierno y las rapaces nocturnas, entre las que se encuentran cárabo, mochuelo y autillo, además de la paloma torcaz, el pito real y gran cantidad de paseriformes. Por último, de mamíferos pueden verse zorro, tejón y meloncillo, además de otros más pequeños como el erizo, el lirón careto o el topillo mediterráneo.
No hay interesados en reabrir el restaurante que funcionó en los mejores años del parque
Alejandro López
Alcalde de La Barca
La Junta nos acaba de llamar para estudiar un proyecto de recuperación de la zona”