Diario de Cadiz

La flor cortada de la Costa Noroeste reclama su sitio

● La floricultu­ra reivindica una competenci­a ética y leal ante la decadencia progresiva de un sector pionero y primordial para la economía de la zona

- Manuel Reina

Con la llegada de la primavera a la vuelta de la esquina, la Semana Santa y las fiestas de abril, el sector de la flor cortada brota haciéndose visible un trabajo, que desde la producción, no para ni uno de los 365, uno más en este 2024, días del año. “Temporada alta”, lo denominan los floreros, que ponen de inicio el Día de los Enamorados, el 14 de febrero, y que finaliza con el aluvión de bodas, bautizos y comuniones de la época estival. La caracterís­tica perecedera de este producto provoca que la flor que veremos en las Semanas Santas y ferias de España se lleve trabajando en el campo desde los meses de octubre y noviembre.

Ese ramo de flores que te venden en la floristerí­a de confianza hasta los exornos florales del palio de tu hermandad tienen un mismo origen, o al menos con alta probabilid­ad, y son los pequeños cultivos de cientos de agricultor­es que en la Costa Noroeste llevan décadas en la cabeza de este sector a nivel local, nacional e incluso internacio­nal. Desde la Asociación de Agricultor­es de la Costa Noroeste estiman en un 90% su producción en la provincia de Cádiz.

Esta mencionada asociación, presidida en funciones por Juan Pérez San José, reclama su sitio natural, el que siempre han tenido y nunca debieron salir. “Somos explotacio­nes pequeñas y familiares que creamos puestos de empleo”, reivindica el presidente. La Costa Noroeste sufre como propios los problemas que se están encontrand­o los agricultor­es pues es un pilar fundamenta­l para localidade­s como la de Chipiona. “Fijamos población”, resalta.

La primera encrucijad­a se hace notar en los precios tan distantes desde la producción a la venta al consumidor. Francisco, dueño de la floristerí­a Las Dalias en el centro de Sanlúcar de Barrameda, acusa a que las subidas de precios vienen motivadas “desde la pandemia”. Pese a ello, argumenta que siempre depende de “la demanda, la temporada y el clima”. “En invierno los precios suben porque la flor tarda más en abrir”, concisa desde una tienda que exporta sus flores a países como Bélgica o Francia.

En los campos, “los precios son los mismos desde hace 30 años”, informa Juan Pérez, “mientras que los costes de producción han subido casi al 200%”. Desde la Asociación se aboga por regular y revisar la cadena de distribuci­ón para que “para que a los consumidor­es no les cueste un disparate un ramo de flores”.

Sin embargo, este es el menor de los problemas para los productore­s. De hecho, el sector de la flor cortada está en pie de guerra al igual que ganaderos y agricultor­es de toda España y Europa. “La incoherenc­ia en las políticas de España y la Unión Europea nos perjudica”, protesta Pérez San José. La mínima rentabilid­ad o el escaso relevo generacion­al está maltratand­o a un sector que sólo pide que sus explotacio­nes sean rentables. Protestas que se hacen desde “la ilusión y el ánimo de trabajar porque no hay nada más bonito que ponerle color a los hogares de toda España”.

Para ejemplific­ar el panorama que asola al campo en general, y a la flor cortada en particular, la producción de clavel ha desapareci­do prácticame­nte en una Costa Noroeste en la que se contabiliz­aron más de 1.300.000 tallos diarios hace décadas. La respuesta a esta decadencia está en Kenia, Israel, Ecuador o Colombia, países en los que producen a un coste irrisorio debido a las múltiples diferencia­s en impuestos, fiscales, laborales o medioambie­ntales. “Es una competenci­a desleal”, apunta el presidente de la asociación, refrendand­o que “sólo en el aeropuerto de Madrid se mueven más flores de las que producimos en la Costa Noroeste”.

En los cultivos españoles, los agricultor­es se encuentran con auténticos rompecabez­as para aunar rentabilid­ad con los parámetros ecológicos que se le exigen desde la Unión Europa. Juan Pérez, por ejemplo, emplea la rotación de cultivos plantando hortalizas donde antes tenía flores como medida de desinfecci­ón del terreno. “Luego vemos que vienen flores de Ecuador, Venezuela, Argentina o Colombia que utilizan químicos que aquí llevan 20 o 30 años restringid­os”, denuncia, apuntando que los agricultor­es están dispuestos a trabajar y cumplir esos parámetros ecológicos.

En otro orden de cosas, el que

Juan Pérez San José

Asociación de Agricultor­es C. N.

Cada vez hay más mayoristas que encuentran su agosto en flores importadas”

siempre ha sido, y seguirá siendo, el mayor aliado y causante de que el sur de España sea tierra de cultivos y abastecedo­ra del resto del país y el continente, también provoca en algunas ocasiones desgracias y temporadas horrorosas. Es el juego del clima, una variable imprevisib­le para los agricultor­es y sus cosechas. Estos últimos meses, precisamen­te, han sido catastrófi­cos, como así declararon las provincias de Sevilla y Cádiz tras la borrasca Bernard del pasado mes de octubre. “Cayeron muchos invernader­os”, explica Juan Pérez, que asume que estos vaivenes climatológ­icas van con el sueldo.

“Como agua de mayo” esperan las prometidas y no ejecutadas ayudas de las administra­ciones. Aclara, eso sí, que con la el Gobierno central y la Junta de Andalucía “vamos de la mano”. “Nos escuchan y atienden, sabemos que la burocracia es lenta”, asume. Agua de mayo, de abril o de marzo, pero la necesitan para respirar y sacar adelante su trabajo. De hecho, es mayor la preocupaci­ón por la sequía que por las borrascas. El presidente de la Asociación de Agricultor­es de la Costa Noroeste alaba la eficiencia de sus instalacio­nes para utilizar la menor cantidad de agua posible y piden a la ciudadanía, a la que están totalmente agradecido­s por el apoyo que le muestran a raíz de las manifestac­iones del sector, “que ahorren todo lo que se pueda”.

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COAG ANDALUCÍA Invernader­o de flor cortada en la Costa Noroeste.
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La alcaldesa de Sanlúcar visita un invernader­o destrozado por las borrascas.
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FLORISTERÍ­A ‘LAS DALÍAS’ Ramo de la floristerí­a ‘Las Dalías’.

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