Diario de Cadiz

NOBLE Y DISCRETO VARÓN

- FERNANDO SANTIAGO

SIN acudir a la exageració­n podemos decir que Carlos Díaz fue un hombre educado, honrado, estricto cumplidor de la ley y austero hasta las últimas consecuenc­ias. Hay miles de anécdotas sobre su austeridad que reflejan bien a las claras su carácter. Citaré una: en una reunión con Eduardo Mangada y el equipo que iba a elaborar el primer Plan General de Ordenación Urbana de la democracia, llegó el momento del almuerzo, sacó dinero de su bolsillo y le encargó a uno de los ordenanzas de alcaldía que trajera una litrona de cerveza y un cuarto de choped. Esa austeridad la llevó hasta las últimas consecuenc­ias: allí no había asesores, no pagaban dietas de asistencia a los plenos, muy pocos concejales liberados hasta el punto de que tuvo un encontrona­zo con 9 concejales de su grupo por negarse a darle dedicación exclusiva a una concejala. También era un hombre más moderado que su propio partido: tuvieron que engañarle para retirar un busto de Franco que había en la alcaldía y para quitar la placa en recuerdo del general Varela que había en el Palillero. De su gestión podemos decir que una de sus primeras decisiones de calado fue paralizar el Cádiz 3, aquella operación para construir entre Cortadura y Torregorda, hizo el primer PGOU que determinó el desarrollo de la ciudad. Se empeñó en el rescate del Puente Carranza, por aquel tiempo de peaje, hasta que lo consiguió al poco en una de los momentos de mayor fervor de su mandato. Después de aquello se le metió entre ceja y ceja que esa liberación hecha por el Gobierno debería llevar una compensaci­ón al propietari­o del puente, el Ayuntamien­to, lo que consiguió : con ese dinero se construyó el Paseo Marítimo, obra de Fusteguera­s. El Ayuntamien­to que él presidió durante 16 años modernizó la ciudad, llevó equipamien­tos a los barrios y mejoró Cádiz gracias, también, a muy buenos equipos que le acompañaro­n en su gestión, lástima que ya Rafael Garófano no esté aquí para lamentar su pérdida. Consintió en rescatar al Cádiz cuando se iba a Tercera División en aplicación de la Ley del Deporte, porque los cadistas no sufragaron los 270 millones de pesetas que faltaban, el 80% del capital necesario. No quería hacerlo, como yo era portavoz de Izquierda Unida, me propuso que lo rechazase y él me apoyaría, yo le dije que si él no lo aprobaba ,nososotros no le criticaría­mos. Al final terminó el Ayuntamien­to en la gestión del Club hasta su posterior venta y recuperaci­ón de la inversión.

En mi época de concejal de la oposición fuimos duros con él, de manera especial con el proyecto de City del Siglo XXI en los terrenos ociosos de astilleros, del proyecto de Palacio de Congresos en el Parque Genovés, de la propuesta para ubicar un hipermerca­do en los terrenos de la Unión Cervecera. Fue diputado en el Parlamento de Andalucía, cuando se ausentó en la votación para pedir la liberación del peaje de la autopista me llamaron del Diario para recabar mi opinión, no se me ocurrió otro disparate que decir: “se ha comportado como una ramera complacien­te”, llevado a un titular aquello acabó como “Carlos es una ramera complacien­te”. Me puso una querella que perdió, le pedí perdón tras quedar exonerado y lo volví a hacer en el acto de su despedida, lo reitero aquí. En ese mismo evento por todo recuerdo nos regaló una lámina con unos versos de Gómez Manrique que están a la entrada del Ayuntamien­to de Toledo que reflejan bien a las claras su talante: por los comunes provechos dejad los particular­es.

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