Diario de Cadiz

PROHIBIDO HABLAR DE POLÍTICA

- MANUEL MUÑOZ FOSSATI JOSÉ ANTONIO HIDALGO

EN uno de esos grupos de whatsap que todos tenemos ha estado a punto de producirse una escisión fatal que no se ha consumado porque la templanza de los que lo integramos aún no ha tenido tiempo de diluirse. Y eso que uno de nosotros advirtió de que por mucho menos algunos grupos “habían terminado como el rosario de la aurora”. Al final todo quedó en nada, al menos de momento.

El motivo ya lo habrán adivinado: alguien entendió que en alguno de los comentario­s se estaba hablando de política, y que ese es un campo en el que no debíamos meternos, y que ya se había advertido de la inconvenie­ncia de estos asuntos. La conclusión fue que deberíamos cuidarnos de ese tipo de mensajes. Así se quedó, de manera aparenteme­nte civilizada pero que a mí no deja de producirme cierta desazón. Y esta viene por lo que yo entiendo que es un déficit social: la mala fama que arrastra hablar de política como causa de conflicto insuperabl­e.

En muchas reuniones de amigos se prohíbe tratar temas políticos para “no terminar mal”. En cambio, yo siempre defiendo la necesidad de hacerlo, lo bueno de discutir sobre eso y de rebelarse contra ese veto social. Si de alguna forma se debe practicar la política por todos es hablando. Lo contrario es dejársela a ‘los políticos’, que se apropiarán de ella en su exclusivo beneficio. Lo que siempre ha hecho falta en este país es, precisamen­te, más hablar y menos guerras civiles. Demasiadas veces hemos llevado a la práctica el chiste aquel de los dos amigos que, en el fragor del debate oral, se dijeron el uno al otro: “Joder, ¿qué hacemos aquí tú yo discutiend­o cuando podemos resolverlo rápidament­e a puñetazos?”

Sí, es curioso el descrédito, e incluso el destierro social, que sufre la charla política entre amigos o conocidos, como si fuéramos niños a los que se les hurta la capacidad de hablar de cosas de mayores. Es posible que la Historia de España, pródiga en enfrentami­entos sangriento­s entre paisanos, sea la culpable de esta actitud demasiado precavida, pero tal vez si creyéramos más en nosotros mismos, si habláramos más sin demonizar al contrario no pareceríam­os siempre al borde de la ruptura de nuestra convivenci­a. Cuánto mejor sería para todos incentivar la charla política en lugar de su ocultación. Sólo en las dictaduras se prohíbe esta práctica. No en vano el dictador Franco recomendab­a a sus colaborado­res seguir su ejemplo y no meterse en esos charcos.

Es curioso el descrédito, e incluso el destierro social, que sufre la charla política entre amigos o conocidos

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain