Diario de Cadiz

UN ALCALDE GENEROSO, LLENO DE BONDAD Y MEJOR PERSONA

- JOSÉ BLAS FERNÁNDEZ Ex concejal del Ayuntamien­to de Cádiz

DECÍA Pemán que Cádiz era la ciudad de los grandes entierros, pues hasta que una persona no se nos iba, no se le reconocía sus méritos y se intentaba florear todo aquello que durante su vida había entregado por los demás.

Mis doce años junto a Carlos Díaz, como miembro de la oposición desde 1983 a 1995, me darían para escribir tantos recuerdos existentes hoy en la hemeroteca que no podría recopilar tantas cosas como se vivieron. Pero como por encima de los hechos están las personas, a Carlos Díaz le tengo que agradecer que mis “pinitos” políticos se iniciaron junto a él y tuve la suerte de tener vivencias muy profundas en tantos y tantos temas que ya son historia para la ciudad.

Antes que nada, lo recordaré como el primer alcalde democrátic­o tras la dictadura, que supo encajar en los comienzos de la democracia las luces y sombras que la vida pública nos deparaba. Junto a él recuerdo a quien vivió sus cuatro mandatos ininterrum­pidamente, Josefina Junquera, que curiosamen­te fue la primera alcaldesa accidental que tuvo el Ayuntamien­to de Cádiz. Es bueno recordar quiénes le fueron leales y quiénes al final de su marcha voluntaria, en 1995, trabajaron incansable­mente para formar ese equipo en el que incluyo a Luis Pizarro, Pedro Arroyo, Pablo Lorenzo, Hipólito García, Rafael Garófano y Manolo Castro, entre otros, porque algunos que se iniciaron en la vida municipal, como Luis Pizarro, sólo estuvieron dos mandatos y no pudieron completar el ciclo.

Carlos Díaz tuvo luces y sombras políticas. Muchas sombras que también dejó encendidas para quienes gobernaron posteriorm­ente; pero en política, a veces no se sabe quién es el adversario y en muchas ocasiones es uno mismo, que con sus decisiones se enfrenta a grandes herencias que se dejan y que son heridas difíciles de subsanar, como ocurrió con la liberaliza­ción del Puente José León de Carranza, que costó a las arcas municipale­s por aquel entonces mil millones de las antiguas pesetas.

Los plenos en su mandato eran cada tres meses y tan densos y prolijos en soluciones políticas que la tinta en los rotativos corría durante meses. Es más, hasta las juntas de gobierno fueron formadas por el gobierno y la oposición, algo insólito y que dio para mucho.

Carlos Díaz fue un defensor de la Universida­d para que toda sus facultades se quedasen en Cádiz. Luchó incansable­mente y me consta, pero tuvo alcaldes como Barroso en Puerto Real y Pacheco en Jerez, que al abrirse el melón siempre le tiraban un “bocado” a nuestra ciudad.

Pasó por episodios como el robo de un televisor por parte de la Policía Local que dio en una campaña para escribir una novela. Le cogió el cierre del cementerio, con los problemas que eso daba para trasladarl­o al Mancomunad­o. Le cogió la venta de los SMAES, donde en un pleno los empleados nos cortaron la luz. Le tocó que los terrenos ociosos de Astilleros fuesen para la ciudad, donde recuerdo que el entonces presidente del comité de empresa, Jesús Gargallo, nos bloqueó la plaza de San Juan de Dios y salimos escoltados por la Policía Nacional, porque yo también apoyé aquella idea junto a mi grupo. Supo tener mesura en sus mandatos para conseguir unas buenas relaciones con la oposición. Y aquí también recuerdo un opositor duro como fue Fernando Santiago.

Carlos Díaz fue un hombre austero. Nadie podrá decir que malgastó el dinero. Y supo encajar los golpes que le vinieron desde dentro, pues recuerdo, allá por el año 1985, cómo el delegado de Urbanismo, Jiménez Mata, rompió por tres veces la disciplina del voto en su propio grupo y cómo muchos de los suyos, en el último mandato, lo dejaban solo con aquella mayoría absoluta a lo justo para que muchas votaciones se perdieran. Supo encajar todo eso, supo marcharse cuando le pareció, pese a la soledad de su partido, y supo ser generoso y prudente tanto en los mandatos como en la vida civil a partir de 1995.

Siempre estuvo a la altura de los mejores y siempre supo tener al adversario como alguien que se interesaba por la ciudad, pero no como enemigo. Nunca nos miró a la oposición ni con odio ni con rencor; es más, para él un concejal de la oposición era un miembro capitular con tantos derechos y obligacion­es como el del equipo de gobierno. Tengo que reconocer que todos los acuerdos que se tomaron durante sus mandatos se hicieron anteponien­do el interés general por encima de todo. Incluso estando como alcalde delegó en mí su representa­ción en muchos actos, porque entendía que había que ser generoso para que todos participar­an.

Recuerdo que ante mis tantos recursos como le combatía en sus plenos, siempre me trató con exquisitez y lo que es más importante, en estos últimos 25 años lo he tenido como un gran amigo, donde incluso hemos debatido posiciones distintas. Podría contar tantas cosas y tantas conversaci­ones privadas que tuvimos dentro de la política y fuera de ella, que pondría de manifiesto la distancia y categoría que había entre aquel alcalde de los años 80 y 90 y lo que muchos hoy propagan.

Es un alcalde para recordar y un alcalde que la historia y el tiempo lo pondrán en su sitio, porque desgraciad­amente la memoria es muy frágil y la hemeroteca y los historiado­res escribirán lo que un buen hombre de forma callada, humilde, sincera y sin protagonis­mo, hizo de su ciudad otra distinta; y ya tendremos tiempo de rememorar cómo, en silencio y con otro gobierno que no era el suyo, una plaza de la ciudad lleva su nombre y también se le hizo hijo adoptivo.

Querido Carlos, te has marchado, pero nuestras tertulias y conversaci­ones que hemos tenido hasta no hace mucho tiempo quedarán para siempre en mi recuerdo y siempre, como he hecho hasta ahora, me sentiré orgulloso de haber sido amigo tuyo, pues la formación que nos dieron en nuestro colegio de San Felipe Neri fueron valores comunes para los dos.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain