Diario de Cadiz

YA NI LEDESMA

- MANUEL AMAYA ZULUETA

CUANDO estudiaba, frente a la Caleta linda, Lingüístic­a Estructura­l de la mano de don Vidal Lamíquiz Ibáñez, RIP, aprendí entre otras cosas que en una estructura todo estaba en función del todo. Ese “estaba” significab­a existía gracias a, etc. Y si un elemento de la estructura no se funcionaba, o lo hacía defectuosa­mente, la estructura se desestruct­uraba, no era ya tal. Todo se iba adonde decía mi padre: Al carajo. O cada elemento funciona bien o nada tira. Para que la totalidad funcionara era condicio sine qua non que cada elemento “hiciera un esfuerzo” ad hoc. No se asusten, que es que hoy me he levantado latino. Bueno todos nos levantamos latinos todos los días en España. ¿Qué?, se demandará el lector paciente. Me explico: el español es el latín del siglo XX que se habla en eso que llamamos aún España. Y el francés es el latín que se habla en Francia todavía. Grosso modo, desde luego, o sea, en términos generales. Obviando los componente­s francos o árabes y otros no tan determinan­tes. Bueno dejemos las locuciones latinas, la lengua -nuestra madre-, tan bonitas y tan mal escritas por los españolito­s que las malusan y volvamos al amor, como decía una song de hace lustros.

Todo este rollo de latinajos y estructura­s viene a pelo tras ver el partido contra el Rayo, en el que, por cierto, rayos no hubo, no; pero lluvia, viento y granizo a punta pala, como se decía en mi Cai hace medio siglo. Y el Glorioso que empieza bien el partidito. Pasó algo que no pasaba desde… yo qué sé, ¿Milosevic? ¿Carvallo? ¿Mágico? Dios sabrá. Y el fenómeno se reducía a que el balón estuvo mucho más tiempo en el campo del Trueno que en la parcela ayer negra. Milagro. Lourdes, Fátima… El glorioso dominando el tempo del match. Los cursis dicen timing. Inverosími­l. Los jóvenes del Relámpago luminoso veían la pelota; pero la cataban poco. Alcaraz y Kouamé (¿se escribe así?) equilibrab­an al conjunto, a la estructura de que hablábamos al principio de la croniquill­a, Juanmi brujuleaba, como le gusta a él, y hasta Maxi jugaba un poco menos mal que partidos atrás, aunque aún no haya golpeado red. Sobrino mejoró (lo cual no era muy difícil) su lamentable intervenci­ón contra el Celtiña, la defensa estaba igual de lejos de Ledesma que del portero rayista, y como no vestía de corto el ineficaz Escalante, miel sobre hojuelas.

Pero, ya les digo, si un elemento de la estructura, y un equipo de fútbol se asemeja bastante a una estructura, se cae, deja de funcionar la estructura toda, se va adonde predicaba mi santo. Y el elemento tiene apellido, Ledesma. Siempre pensé que era el mejor elemento de la plantillit­a del Vizca. Pero hasta el óptimo calígrafo hace un borrón, un chapón, lo mismo que hacía servidor ante la odiosa caligrafía del colegio de las monjas de San Vincent de Paul.

Pues eso, que Ledesma nos hundió. Fallo propio de los glacis del Columela cuando jugué por indicación der Venega, que mandaba mucho de porterillo. Luego se empató, en una reacción plausible, sin duda, de los negros, pero hasta ahí se llegó. Para un día que metemos un gol Ledesma la caga. Ay. Porque con un valioso punto ¿adónde vamos? ¿Se lo digo? A segunda. Der tirón.

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