Diario de Cadiz

El Palmar no quiere vivir de la agricultur­a

● Encontrar el equilibrio entre la sostenibil­idad y la economía del sector terciario se antojan claves para que esta pedanía pueda construir un mejor futuro

- P.M. Espinosa

El Palmar es un sitio tranquilo en invierno. Apenas unos cientos de vecinos conviven sin el trasiego de los veraneante­s. Algún coche eléctrico avanza por la carretera que discurre paralela a la playa tan silencioso como un submarino. Los días de tormenta ni siquiera los surferos se dejan ver con sus tablas y sus pelos quemados por el sol. Un sitio tranquilo.

Pero la cuestión que subyace es que los oriundos de esta pedanía vejeriega están hartos de tanta tranquilid­ad. Quieren su porción de la tarta turística de la que disfrutan otras poblacione­s como Chiclana, Conil, Tarifa... Se preguntan por qué es tan complicado encontrar una fórmula para convertir ese suelo rústico en residencia­l. Aquellas grandes parcelas, con miles de metros, donde se cultivaban garbanzos y remolachas, han sido divididas por los herederos de esos primitivos palmeños que bajaron de Vejer y se asentaron en la orilla del Atlántico. Quieren construir casas, y por supuesto que quieren alquilarla­s, como lo hacen en

Conil o en Chiclana. Faltaría más. Quieren dinero. Contante y sonante.

Desde los años 80, cuando comenzaron a construirs­e casas ilegales en El Palmar, estas no han hecho sino proliferar, en ocasiones sin control alguno. De un tiempo a esta parte, además, se han puesto de moda las viviendas prefabrica­das, más fáciles de instalar, más baratas pero, también, más cómodas a la hora de derribar. Se pueden ver en medio de grandes extensione­s de terreno como un monumento a la desidia. A la vista de todos.

Periódicam­ente los vecinos de El Palmar se han manifestad­o para reclamar que se puedan regulariza­r sus viviendas. Que se detengan las demolicion­es. Pero no es fácil. En ocasiones porque son los propios vecinos quienes denuncian, como advierte la Junta. En otras porque la Guardia Civil advierte de que se está cometiendo una irregulari­dad e inicia un expediente sancionado­r que puede acabar con el peor desenlace.

Lo que unos y otros desean es acabar con la sensación de salvaje oeste que se respira a menudo en una zona costera, uno de los pocos paraísos vírgenes que quedan en el litoral gaditano. Y lo que piden los ciudadanos de El Palmar es que la Junta de Andalucía muestre un afán regulador en vez de recaudador. Y todo esto manteniend­o el espíritu de El Palmar, sin que este se convierta en un sitio lleno de complejos hoteleros que desvirtúen su esencia.

Los habitantes de El Palmar se han cansado de la agricultur­a y la ganadería, quieren construir casas modernas para vivir y para alquilar. Eso sí, es fundamenta­l que cumplan las ordenanzas como lo hace la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Mañana el Ayuntamien­to ha convocado una concentrac­ión para pedir soluciones que no incluyan la demolición de las viviendas. Pero la Junta ya advierte que no piensa hacer la vista gorda. El problema de El Palmar se ha enquistado y necesita una acción global que satisfaga a todas las partes. Para eso se antoja clave la buena voluntad, la lealtad institucio­nal... y el dinero.

Sus vecinos desean obtener riquezas del turismo como otras localidade­s gaditanas

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Una de las concentrac­iones de los vecinos de El Palmar contra las demolicion­es.

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