Diario de Cadiz

LOS ÚLTIMOS DEL MENTIDERO

- JOSÉ JOAQUÍN LEÓN

CAE la lluvia al otro lado de los cristales, con persistent­e monotonía, como en el poema de Antonio Machado. Caen los que fallecen en un Cádiz que se pierde, uno tras otro, con una monotonía que abruma. Ya nada está donde estuvo, ni nadie sigue en su lugar. Ni siquiera doblan campanas en el Carmen, San Antonio, o la Castrense por un barrio del Mentidero que ya no es el que era, ni tiene a los que tuvo. Ya no escribe ningún poema Gitanilla, ni entra o sale nadie en la redacción y los talleres del Diario de Cádiz. En la calle Ceballos, donde teníamos los despachos, ahora existe un supermerca­do. Y se nos ha ido también Paco Perea, que fue uno de los protagonis­tas de aquel Diario. Hoy el siglo XX ya se parece más al XIX, es sólo historia, alejada del presente.

Aquel Diario de la calle Ceballos era una empresa familiar. En el mejor sentido. Gracias a ser un ejemplo de familia, el Diario sigue; y es de lo poco de Cádiz que no se ha perdido. Se ha transforma­do, y ya no está en la calle Ceballos, sino que tras peregrinar por un polígono de Puerto Real, se buscó nuevas raíces en el edificio del Fénix.

El Diario era una empresa familiar, y no sólo por los Joly, que seguían (y han seguido) al frente del periódico, transmitie­ndo esa vocación de generación en generación. También era familiar por la familia Marqués,

trabajador­es esenciales en el funcionami­ento del Diario. Ildefonso Marqués, al frente de la publicidad. Antonio Perea Marqués, en la contabilid­ad. Paco Perea para la música y el deporte. Además de Juanma y Juan, que prolongaro­n la saga en la siguiente generación. La familia incluía a todos, más allá de los apellidos. Y se perpetuaba en las mil y una historias que vivimos en la redacción de la calle Ceballos. El Diario era la madre y el padre del Mentidero.

De Paco Perea se ha destacado que entrevistó a casi todas las figuras de la canción española, empezando por Rocío Jurado. También a Raphael, Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos, Massiel, José Luis Perales… Era un devoto del dueño del Cortijo Los Rosales, Antonio Martín de Mora. Y es verídico que le puso Mágico a aquel salvadoreñ­o del Cádiz que había llegado al Mundial 82 bajo la denominaci­ón de El Mago.

Paco Perea fue un gran entrevista­dor. Era un admirador de otro Paco, Umbral, que a veces se le contagiaba en algunos textos. Recuerdo que le encargamos una serie de entrevista­s. La empezó con Carlos Díaz. El tiempo es cruel, iguala a todos, gana la batalla contra la vida, pero queda la palabra.

Se nos ha ido también Paco Perea, un protagonis­ta de aquel Diario. Hoy el siglo XX ya se parece más al XIX

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