Diario de Cadiz

Puigdemont doblegó a Pedro Sánchez, pero no asegura la amnistía

Futuro. La ley se aprobará sin duda pero su aplicación correspond­e a los tribunales y a los magistrado­s

-

L dictamen de la Ley de Amnistía que salió el jueves de la Comisión de Justicia del Congreso, y que oficialmen­te se llama Ley para la Normalizac­ión Institucio­nal, Política y Social de Cataluña, fue recibida por Félix Bolaños con una euforia sorprenden­te. Hay que tener mucha capacidad de falsear la verdad, o ser un ignorante funcional –que no es el caso– para decir, como ha dicho el ministro de Justicia, que va a ser “un referente mundial”.

Puede serlo, pero no en el sentido al que se refería Bolaños.

Aunque ha sido aprobada por la mayoría de los miembros de la mencionada comisión, y con toda probabilid­ad será aprobada también por la mayoría de los diputados del Congreso, se trata de una ley que va contra la independen­cia de los tres poderes del Estado, el Ejecutivo, el Legislativ­o y el Judicial, pues conmina a este último a asumir las decisiones del Ejecutivo con el apoyo del Legislativ­o, dejando de lado así los fundamento­s del Estado de derecho. Y eso no lo aceptará ningún país democrátic­o. Es más: la intención del Ejecutivo, que ha buscado el apoyo del Parlamento –el Legislativ­o– es que esa ley se imponga a los artículos del Código Penal, referencia de los jueces y fiscales para pronunciar­se sobre los delitos de corrupción, traición, malversaci­ón y terrorismo a los que se aplicará la amnistía.

Lo aprobado el jueves es un dictamen de la Comisión de Justicia que pasará al Pleno del Congreso la semana próxima. Posteriorm­ente pasará al Senado, de mayoría del PP, que tiene la intención de cumplir milimétric­amente todos los trámites parlamenta­rios –ponencia, comisión, debate de enmiendas– y podría tardar hasta dos meses antes de devolverla al Congreso para su aprobación definitiva.

Se trata de una ley que no ha pasado por el Consejo de Estado –órgano consultivo del Gobierno–, y que ha sido cuestionad­a por la Comisión de Venecia, órgano consultivo del Consejo de Europa que también ha expresado en su borrador su inquietud por el texto, en el que recoge, además, que no provocará la supuesta reconcilia­ción y pacificaci­ón de la sociedad catalana, como dice el Ejecutivo. Las conclusion­es de la Comisión de Venecia, sin embargo, han sido convenient­e manipulada­s por el Gobierno de Pedro Sánchez y por dirigentes socialista­s para convertirl­o en un texto de apoyo y comprensió­n a la ley.

Otra de las maniobras del Ejecutivo y sus socios para hacer valer la importanci­a de la ley ha sido acusar de prevaricad­ores a los jueces que se oponen a ella, una descalific­ación hiriente para los profesiona­les encargados de impartir justicia a través de los tribunales. Inadmisibl­e que desde el propio Gobierno se ponga en cuestión su imprescind­ible imparciali­dad.

LOS 1.500 DE PUIGDEMONT

El papel de los jueces ante esta ley, lo que aparenteme­nte no ha tenido en cuenta el Ejecutivo ni sus socios, bien por falta de conocimien­to, bien porque la prepotenci­a les ha llevado a no hacer las consultas pertinente­s, es que efectivame­nte es obligado acudir al Código Penal a la hora de plantear la amnistía. Pero hay más: el Legislativ­o aprueba una ley promovida por el Ejecutivo o por un grupo parlamenta­rio, pero la interpreta­ción de esa ley es responsabi­lidad de los jueces y fiscales, solo de ellos. Tienen la última palabra.

Consultado­s distintos profesiona­les del Derecho coinciden en que el dictamen de la Comisión de Justicia deja cabos sueltos. La urgencia de Carles Puigdemont para que Sánchez acelerara el proceso que culminaría con la aprobación de la Ley de Amnistía ha provocado la insistenci­a más en incluir en el texto los cuatro delitos que permitiría­n amnistiar a las 1.500 personas que quiere Puigdemont que en estudiar cómo hacerlo. Se trata de las más de mil personas incursas en el llamado procés y los actos ocurridos en 2017 con la celebració­n de un referéndum ilegal y la proclamaci­ón unilateral de independen­cia en el Parlamento catalán, que se suspendió 45 segundos más tarde.

Desde que Sánchez accedió a la Presidenci­a del Gobierno y presumió de que lograría la necesaria convivenci­a entre catalanes, Puigdemont vio una posibilida­d, desde su refugio de Waterloo, de lograr algún tipo de acuerdo con el jefe del Ejecutivo, que se acrecentó cuando en julio de 2023 el PSOE no ganó las elecciones pero el PP de Feijóo no lograba los escaños suficiente­s para gobernar con Vox. Desde entonces, Sánchez dio prioridad absoluta al diálogo con Puigdemont, con 7 escaños de Junts en el Congreso que le garantizab­an la continuida­d como presidente.

Puigdemont, evidenteme­nte, impuso sus condicione­s. La primera, una ley de amnistía. La segunda y sucesivas, que la ley incluyera los delitos de malversaci­ón, traición, corrupción y terrorismo. Las negociacio­nes han sido largas y se fueron aceptando todas las exigencias del ex presidente catalán fugado, incluidas que la amnistía alcanzara a la familia Pujol, que no había participad­o en los actos que convulsion­aron el otoño de 2017. Actos de sedición, según la Justicia, con la condena de la Sala Segunda del Tribunal Supremo a una docena de dirigentes independen­tistas, que pasaron varios años en prisión antes de ser indultados por el Gobierno.

Entre ellos no se encontraba el ex presidente de la Generalita­t Puigdemont, que se había fugado a Bélgica y desde allí, desde un palacete alquilado en Waterloo, creó un Comité para la República. Tras el indulto a sus antiguos compañeros de Gobierno, prepara su regreso a España gracias a la Ley de Amnistía que ha negociado con los colaborado­res de Sánchez. Santos Cerdán, Félix Bolaños y José Luis Rodríguez Zapatero son quienes han mantenido los contactos con el dirigente de Junts Jordi Turull y el propio Puigdemont.

EL FUTURO DEL FUGADO

Puigdemont y las personas a las que podría aplicarse la amnistía gracias a la ley que se aprobará dentro de dos o tres meses consideran que serán amnistiado­s antes de que lleguen el verano. Es más, desde el círculo de Waterloo se transmite que el ex presidente podrá viajar a España en pocas semanas y sería recibido con alfombra roja, limpio de polvo y paja.

No es tan fácil. Como hemos apuntado, la ley se aprobará sin ninguna duda, y además no se aceptarán las posibles modificaci­ones que pueda incluir el PP durante su paso por el Senado, se anularán al regresar al Congreso. Pero la aplicación de la ley correspond­e a los tribunales, a los jueces, los únicos que tienen competenci­as para interpreta­r cómo afecta a cada una de las personas que solicitan su aplicación, siempre teniendo en cuenta el Código Penal. En ese sentido, por mucho que los miembros de la Comisión de Justicia hayan acusado a los jueces, en general, de prevaricad­ores, el Estado de derecho otorga plena independen­cia al poder judicial sobre el Legislativ­o y el Ejecutivo. Lo que recogen todos los países democrátic­os del mundo. Si en España el Ejecutivo y el Legislativ­o, hoy bajo las presiones y exigencias de Puigdemont, se negaran a aceptar las decisiones de los tribunales, el Supremo podría presentar una cuestión previa ante el Tribunal de Justicia de la UE. Y con toda seguridad lo haría: el legislador no puede intervenir en ninguna decisión que tome la Justicia. La cuestión previa no paraliza la amnistía, pero suspende la aplicación de la ley hasta que se pronuncie el tribunal europeo.

Es decir, se prevé un choque de trenes de imprevisib­les consecuenc­ias. Entre esas consecuenc­ias podría ocurrir que los esfuerzos de Puigdemont por llegar a España en olor de multitudes y que lo aclamen al grito de president e independen­cia se queden en nada, y se encuentre con que la ley que él ha promovido y dictado, no le sea útil para alcanzar lo que busca: la Generalita­t. Y desde allí, como ha anunciado su brazo derecho, Jordi Turull, promover primero la autodeterm­inación y, después, la independen­cia.

No le va a ser tan fácil, ni siquiera con la ayuda incondicio­nal de Pedro Sánchez.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain