Diario de Cadiz

LA MONJA EN LA CÁRCEL DE JUANMI

- MANUEL AMAYA ZULUETA

Pque la monja en la cárcel ha saltado por los aires en Carranza tras el hermoso dos a cero sobre un equipo que, hoy por hoy, está jugando la Champions y que tras la monja en la cárcel se aleja de esta opción un poquito, pues los jóvenes leones herederos de Iríbar (que colosal portero, el mejor que vi en toda mi vida) andan tras los tobillos de los Singriezma­n. Digo esto porque parece que sin el extraño jugador francés el Atlético de Madrid es casi nada. Malo eso de que un equipo tenga total adicción por un solo jugador, malo; excepto si ese mago se llama Messi. La monja en la cárcel apareció en Carranza porque tenemos a un joven Juanmi que, al menos a mí, me deslumbró hasta hace muy poco con sus goles en el equipo que lleva el nombre latino del árabe Guadalquiv­ir. Adorado por la afición bética, aún no sé por qué se lo han quitado de encima. Yo nunca comprender­é las extrañas decisiones de esa infame turba de nocturnas aves, que se llaman directivos. El bellísimo, perfecto endecasíla­bo que va en negrita procede de la pluma más que insigne del ingenio literario más grande todos los tiempos, el andalú, cómo no, don Luis de Góngora y Argote. Sea Góngora o Perico de los palotes, el nene viste de amarillo y ha metido tres goles en los dos partidos últimos. Un respeto, que el Glorioso se ha tirao la pila de semanas con 15 paupérrimo­s golitos. Daba vergüenza leer el teletexto. Ahora son veinte, uff, siempre los menos goleadores. Pero hasta aquí hemos llegado, me dijo Juanmi, esto lo arreglo yo en cuanto que la bola me la pongan en el área. Tú dame balones para rematar que yo me encargaré de meterlos en la jaulita de las alegrías.

Ljuanmi no es ni alto, ni corpulento, ni tiene alas en los pies… Entonces, me pregunta Alejandro el de Asisa, que es palangana puro, dime qué le ves tú a Juanmi para ponerlo en los altares amarillos. Tiene algo, le respondo, que te hace triunfar allá adonde vayas y hagas lo que hagas: la inteligenc­ia. Tiene esa inteligenc­ia que hay que poseer para saber estar en el sitio idóneo en el preciso instante. Pongamos dos ejemplos, dos para dejar sin comentario­s adversos a merenguito­s y barsitas. Tanto Raúl como Koeman eran jugadores inteligent­ísimos. Raúl no sacaba matrícula de honor en nada; pero sacaba un 7,5 en todo. Simplement­e leía el juego, era inteligent­e, futbolísti­camente hablando; en la vida, no lo sé. Ronaldo Koeman (Cuman para los amigos) tampoco era veloz, no, tenía una cintura remachada en Vigorito, Fundición de Hierro y Cobre, o en Matagorda, ni tenía la altura de Araújo o Rüdiguer; pero todos los balones le iban a los borceguíes. Es que se colocaba como nadie. Tenía unos imanes en las botas que atraían a los pelotones. Y un disparo de 110 km/h. Los listos, Señor, que no nos falten.

Juanmi es de esa estirpe, la de los listos, la de los tocados por la maga varita del dios del furbo. Guardiola le mete una bola al área chica y mete la punterita delante de los gallegos para empezar a empatar un partido que estaba perdido. Sobrino centra con la zurda, cosa rara, perfecto y ya esta metido entre el gigantón Hermoso y el brasileño de los dientes equinos para darle coba y de cabeza iniciar la monja en la cárcel. Otro globito sin peligro. El Listo, le toca lo justo en la cintura al central, lo desplaza unos centímetro­s y no le deja despejar, pelota que le cae no muy bien, pero hace un escorzo de Vavá, de Pelé y victoria asegurada. Pertenece al exclusivo y distinguid­o club de los listos. Con eso se nace.

El lector quiere una aclaración y se dice a sí mismo: ¿Qué querrá decir este Amaya Zulueta con eso de la monja en la cárcel? Mire, querido lector: una monja en la cárcel es una SOR PRESA. Y eso fue para todos los cadistas la victoria sobre los madrileños una SORPRESA.

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