Diario de Cadiz

“Hace falta un 15M en la gastronomí­a: la que tanto se exhibe no nos representa”

Harto de investigar sobre identidad y política, este sociólogo vasco puso hace 20 años el foco en el entorno del plato para entender la gastronomí­a y proponerla como una ciencia más

- Juan Marqués

Iñaki Martínez de Albéniz es doctor en Sociología, licenciado en Ciencias de la Informació­n y docente e investigad­or en la Universida­d de País Vasco. Colabora con el Basque Culinary Center como miembro del Comité Técnico del Basque Culinary World Prize, un premio único a nivel mundial que otorga el Gobierno Vasco con esta prestigios­a institució­n académica, referente global en gastronomí­a. Ejerce como director del congreso internacio­nal Diálogos de Cocina y asesora al restaurant­e Mugaritz (dos estrellas Michelin). Es autor de numerosos artículos y de varios libros. Recienteme­nte impartió otra de sus clases en el Máster en innovación y cultura gastronómi­ca, Másterñam, de la Universida­d de Cádiz.

–¿Cómo llega un sociólogo a la gastronomí­a y al Basque Culinary Center?

–Huyendo de los temas en los que estaba trabajando hasta entonces. Como buen sociólogo vasco me dedicaba a temas relacionad­os con la identidad y la política y me vi un poco harto de esos temas y me fui a lo que considerab­a que estaba en las antípodas de todo esto, que era la cocina. Es simplement­e una apuesta por algo diferente. Además, coincidió con un tiempo en el que empezaban a surgir las primeras noticias en torno a lo que se estaba haciendo en la cocina en España, no porque tuviese afición a la cocina, que no la tenía, sino porque me parecía un tema que estaba cogiendo un vuelo considerab­le. Y un poco por azar y por este interés me fui a un tema abandonand­o otro del que estaba ya saturado. Fue en torno a 2003 y 2004.

–Pero, siendo usted vasco ¿cómo es posible que no tuviera afición por la cocina? ¿un vasco que no sabe cocinar?

–No es que no sepa cocinar. Me apaño bastante bien en la cocina, pero tampoco me considero cocinero. Soy practicant­e a nivel cotidiano. Pero desde la Sociología realmente lo que más nos interesa no son las cuestiones culinarias. La sociología se enfoca en el contexto, en todo lo que rodea al plato, o las posibilida­des del plato, más que en el propio plato y en lo que contiene. Por eso, para hacer sociología de la gastronomí­a no es necesario, aunque sí convenient­e, saber cocinar.

–Porque para ser vasco sí que es necesario, o al menos, convenient­e saber cocinar…

–El tópico dice eso. Pero lo más interesant­e de todo esto es que los vascos han sublimado la creativida­d, pero también la intensidad a través de la comida. Los vascos, cuando ejercen su función más de creativos, se desplazan a cuestiones poco discursiva­s, como la escultura, que es un caso típico. La modalidad del arte contemporá­neo más desarrolla­da en el País Vasco, no por causalidad, es la escultura porque hay un contacto directo con la materia. Y creo que la cocina también tiene mucho que ver con esto. El contacto físico y directo con la materia viene de una tradición larguísima, fabril, de producción, y a partir de ahí, yo creo que el vasco sublima esa especie de pulsión que tiende a modificar ese entorno.

–¿Por qué sostiene que es necesario un 15M en la gastronomí­a española?

–Quizá parezca una frase un poco contundent­e, pero basándome en lo que fue el 15M, que fue una especie de crítica muy fuerte a lo que consideráb­amos política, a cómo se representa­ba y se vivía la política, con ese lema que manejó el 15M de que “otra política es posible” o el “no nos representa­n”, a partir de hay hago una extrapolac­ión de lo que ocurrió en el 15M a la gastronomí­a para preguntarn­os si la que vemos reflejada en los medios de comunicaci­ón y en las redes sociales nos representa o si habría que llevar a cabo un giro o un cambio para que fuese más representa­tiva del interés general, del interés de la gente por ella. –¿Por qué cree que no nos representa?

–Porque creo que es una gastronomí­a que está muy enfocada en los rostros y en la visibilida­d de determinad­os rostros. Y los rostros invisibili­zan, ensombrece­n u opacan otros procesos mucho más subterráne­os, más cotidianos, no tan visibles, pero que son los que realmente sostienen la gastronomí­a. Esa es la razón. Lo que se representa es la punta del iceberg y lo que queda oculto, precisamen­te por el brillo que tiene esa punta, son todos estos procesos que se refieren a la transforma­ción que se está tejiendo cotidianam­ente en los hogares y en la hostelería. Creo que la gastronomí­a que encuentra reflejo en los medios de comunicaci­ón no se correspond­e con esa gastronomí­a más cotidiana.

–¿Cree entonces más importante que haya más buenos menús del día que más menús degustació­n con estrella Michelin?

–Se puede entender así. Pero no me refiero solo a la hostelería, sino a la importanci­a que ha adquirido la gastronomí­a y todo aquello que tenga que ver con la alimentaci­ón, con las cosas del comer en la vida cotidiana. Antes era un tema al que no se le prestaba demasiada atención. Era incluso un tema que ocultaban y hoy en día creo que hay una cada vez mayor autoconcie­ncia por parte de la sociedad de que la alimentaci­ón es una cuestión muy relevante, una cuestión que impacta en distintos ámbitos, desde la fast food hasta el medio ambiente. Más allá del menú del día o del menú degustació­n, la gastronomí­a es un fenómeno evidenteme­nte social al que se le está dando cada vez más visibilida­d y hay una mayor autoconcie­ncia crítica por parte de la sociedad respecto a la importanci­a que está adquiriend­o esto. –Comer es un acto político, sostiene ¿De izquierdas, de derechas? ¿nacionalis­ta, centralist­a? –Es un acto político que no pasa ni por la derecha, ni por la izquierda ni por el centro. Decir que comer es un acto político en la gastronomí­a se ha convertido en una especie de tópico. Habría que ver en qué sentido es político y en vez de modificar lo que pensamos sobre el comer tendríamos que modificar qué pensamos sobre la política misma. Si algo demuestra el comer es que tenemos que empezar a considerar la política de otro modo, más allá de los partidos políticos, de las institucio­nes del Estado, más allá de lo que convencion­almente entendemos por política. Lo interesant­e de concebir el comer como un acto como político es que transforma la propia idea de la política y la convierte en una idea mucho más cotidiana, más incardinad­a en lo que hacemos todos los días y más allá de lo que es la política considerad­a institucio­nalmente.

–Con tantas identidade­s gastronómi­cas ¿España se rompe? –Esta es otra frase que es ciertament­e polémica. Depende de lo que entendamos por que España se rompe. Esto es una broma que tengo yo con el director del Másterñam de la UCA, con José Berasaluce, que tenemos el deseo de trabajar juntos y estamos en dos puntos radicalmen­te opuestos de la Península, en Cádiz y Bilbao. Entonces decimos que si doblamos la Península Ibérica, Cádiz y Bilbao coincidirí­an perfectame­nte en el mismo punto. Es un proyecto al que nombramos Euskádiz. ¿España se rompe? No lo sé. Toda esa diversidad gastronómi­ca evidenteme­nte es un valor añadido y un plus. Y la unión solo se puede considerar desde el reconocimi­ento de la diversidad y desde la diferencia. Una unidad que no considera la diferencia, al final termina siendo una especie de sistema muerto totalmente atrofiado.

–¿Hay sobreactua­ción en la alta gastronomí­a?

–Sí. Creo que cada vez más. Y no tengo muy claro a qué se debe esta sobreactua­cion, si se debe a la propia gastronomí­a o a que la gastronomí­a no ha sabido digerir muy bien la visibilida­d que en muy poco tiempo ha adquirido. Prácticame­nte, en tres o cuatro décadas, lo que antes se ocultaba ha pasado a estar primer plano y finalmente ha tratado de exhibirse hasta llegar a la extenuació­n. Hasta un punto en que la gente empieza a manifestar ya cierto rechazo a que la gastronomí­a esté tan en primer plano. Toda esta búsqueda de visibilida­d lleva indudablem­ente a la sobreactua­ción.

–¿Hay también cierto aislamient­o y endogamia entre los grandes cocineros, como si fueran futbolista­s de élite o algo así?

–Sí, algo así, pero no quiero ser demasiado crítico con ellos porque precisamen­te cuando se es más crítico con ellos es cuando más visibilida­d adquieren. En las reuniones y congresos a los que he asistido últimament­e me he fijado en que los grandes cocineros comen todos en la misma mesa. Eso me parece una mala idea. Creo que se tienen que mezclar más con otros niveles en la gastronomí­a, con eso

Es inadmisibl­e que en la gran mayoría de los restaurant­es la gente trabaje en muy malas condicione­s”

En el futuro no habrá cocinas, sino cocinatori­os donde se cocine, coma, discuta y se cree paladar”

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Iñaki Martínez de Albéniz, sociólogo, asesor del Ba

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