Diario de Cadiz

“Las orquestas de los coros siempre han estado infravalor­adas”

● Este virtuoso de la guitarra, profesiona­l de la misma, llegó al Carnaval en 1978 y vivió los grandes años de la modalidad en el despertar de la fiesta después de la Dictadura

- EL PERFIL

Antes de convertirs­e en un virtuoso de la guitarra, en profesor, en director de Conservato­rio, y en uno de los músicos de coros más exquisitos, Manolo Guimerá se acercó al Carnaval de la manera más tradiciona­l. “Los domingos de coros mi abuela me cogía de la mano y me llevaba a escucharlo­s al Mercado. Nos íbamos detrás con los libretos que ella compraba para aprenderno­s los tangos, con sus músicas, para luego cantarlos en casa”, relata.

Pasaron los años y la llegada del Carnaval democrátic­o propició el estreno de Guimerá en la fiesta. “Contactó conmigo Miguel Villanueva, que había sacado ‘Los dedócratas’ y quería sacar para 1978 ‘Los camaleones’. Yo me movía mucho por Cádiz, actuaba, daba conciertos con la guitarra, y eso llegó a oídos de Villanueva.

Me propuso componer el tango, pero al final no lo hice. Solo colaboré, con Salvador Longobardo, Antonio Moncayo, el propio Miguel… hice lo que pude, porque eso para mí era nuevo. Bueno, y llegamos a la final. No estuvo mal”.

En 1979 siguió con parte de este coro, que formó ‘Los plumeros del Carnaval’ y que compartió el primer premio con ‘Los buhoneros’. “Ahí la música la hizo Manolo de Palacio y yo afiné el coro, ya con un poco de más experienci­a”, apunta.

Llegó en 1980 el coro ‘La mascarada’, con letra de Antonio Segura y Emilio Quintana, donde compartió música y afinación con Longobardo. Este coro llegó al segundo premio al siguiente año con ‘La mafia’.

“Pasamos un Carnaval estupendo, eran unos años muy sanos”, apunta. Y evoca tiempos en los que “antes del Concurso se celebraba un encuentro de coros, a modo de ensayo general, en el que cada uno cantaba algunas coplas, no todas, y ya cada coro intuía cómo iban los rivales. Había un ambientazo de camaraderí­a y los aficionado­s mataban por conseguir una invitación”.

Para el Carnaval 82 ‘La mafia’ se rompió en dos coros: ‘Los blasones de Cádiz’ y ‘Los fanfarrone­s de Cai’. Guimerá, Longobardo y Quintana se quedaron en el segundo para llevarse un cuarto premio. Guimerá también entró en la final en 1983 con ‘Caravana’, donde fue ya el único músico y se encargó de la afinación. Ya en 1984 salió por última vez para cerrar su primera etapa en el Carnaval con el coro ‘Los ventrílocu­os’, escrito por Emilio Quintana y Pepe Marchena. “Ese año nació Raúl, mi segundo hijo, y el otro, Alejandro, tenía tres años. Y tuve que parar porque no podía compatibil­izar el Carnaval con mi casa”, destaca.

Tuvieron que pasar 17 años para ver de nuevo a Guimerá sobre las tablas del Falla. “Yo estaba destinado fuera, en Granada, y en unas vacaciones en Cádiz me encontré a Juan Jurado, que me dijo que querían sacar un coro. Yo le dije que hasta que no estuviera destinado en Cádiz no me podía embarcar. Y el primer año que me dieron destino en Cádiz, Juan no se había olvidado y vino a buscarme”.

Así nació un coro que, por su desenfado, daría que hablar: ‘Muerte al gordo (entre Comillas y Argüelles)’ en 2001, cuarto premio. “Aquello en principio me chocó, porque en el grupo había pocos coristas y varios chirigoter­os y cuartetero­s como Valdés, El Petra, Scapachini, El Habichuela… y también me chocó que uno de los autores, junto a Valdés, iba a ser el Libi”, admite Guimerá.

Acostumbra­do a otro tipo de coros, reconoce que al principio lo pasó mal. “Llevábamos casi dos meses ensayando y había un laúd y dos guitarras. Yo estaba asustado. Gente para cantar había. Bueno, para intentar cantar (risas), pero poco de orquesta. Al final completamo­s la orquesta y le sacamos rendimient­o al grupo haciendo un repertorio llano, sin mucha complicaci­ón”, expone.

‘Muerte al Gordo’ fue “un coro inolvidabl­e, porque la gente lo esperaba en la Plaza. En la calle era un primer premio”. El coro tuvo críticas por estar enfocado solo al humor, contravini­endo lo que se venía haciendo hasta entonces. “Nos llamaban el ‘chiricoro’, pero nos daba igual. Nunca nos molestó”, dice Guimerá.

El estilo humorístic­o se asentó y el coro estuvo muchos años en activo. Repitió final en 2003 y en 2005. El mayor logro llegó en 2013 con el segundo premio de ‘Ustedes estáis fatá’. Era un coro con humor, pero el tango era innegociab­le y la música de Guimerá siempre se destacó. Cortito y al pie. “No me ha gustado alargar los tangos ni hacer finales repetitivo­s. Como si el público fuera sordo y no se hubiera enterado la primera vez”, añade.

Guimerá, además, cuidó mucho la falseta, dejando muchas perlas. “La orquesta siempre ha estado muy infravalor­ada en los coros. Quitando una mínima introducci­ón en la presentaci­ón o el popurrí, el resto es todo acompañami­ento”, explica.

¿Y van a volver a escuchar los aficionado­s una falseta y un tango de Guimerá? “Me llaman todos los años para pedirme un tango, pero yo para hacerlo tengo que estar en los ensayos y meterlo. Y eso es lo que no quiero ahora mismo: el sacrificio de ensayar todas las noches”, argumenta.

¿Le gustan los tangos que se escuchan ahora? “No, no me gustan. Quitando alguna pincelada, los veo muy largos. En algunos casos son canciones a ritmo de tango o tangos que se ven que se han alargado, que el autor no ha sabido como terminarlo y se ha hecho un lío”.

A pesar de estos pesimistas argumentos, la conversaci­ón deriva hacia una puerta entreabier­ta: su posible vuelta al Carnaval. “La gente de mi coro me la da mortal todos los años. Seguimos en contacto, pero ahora mismo no tenemos grupo. Ni letrista de garantías. Ni una idea encima de la mesa que entusiasme”, dice. Se tienen que alinear muchos astros. ¿Y si a esos astros les da por alinearse? “Yo no estoy cerrado en banda, nunca dije que no saldría más”, remata Guimerá.

Nunca me gustó alargar los tangos ni hacer finales repetitivo­s como si el público fuera sordo’”

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JULIO GONZÁLEZ Manuel Guimerá posa en el barrio de Astilleros.

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