Putin arrasa en Rusia en unas elecciones fabricadas a su medida Obtiene casi un 90% de los votos en unos comicios en los que eliminó a toda la oposición real y en los que sólo había candidatos de relleno
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El presidente ruso, Vladimir Putin, seguirá en el Kremlin hasta 2030 tras lograr en torno al 87% de los votos según el escrutinio efectuado ayer, informó la Comisión Electoral Central (CEC) al término de los tres días de votación.
Putin, de 71 años, logró su mayor victoria electoral desde que llegó al poder en el año 2000, pese a la guerra en Ucrania y las sanciones económicas occidentales.
Seguirá siendo presidente de este país durante otros seis años, tras los que podrá volver a presentarse a la reelección, ya que reformó en 2020 las cláusulas de la Constitución que le impedían seguir en el Kremlin.
El segundo candidato más votado fue el comunista Nikolai Jaritonov con el 4% de los votos, seguido por el representante del partido Gente Nueva, Vladislav Davankov, con 3,86%. El último aspirante era el ultranacionalista Leonid Slutski, que suma el 3% de las papeletas.
La oposición al Kremlin no pudo concurrir en los comicios, ya que la comisión electoral no registró a sus candidatos por diferentes motivos técnicos o defectos de forma, y por apoyar la paz en Ucrania. La CEC, que no invitó a observadores occidentales, negó ayer que se produjeran graves irregularidades, aunque expertos independientes y la prensa en el exilio denunciaron varios casos de manipulación electoral.
La participación, a falta de tres horas para el cierre de los colegios, superaba el 74%, con lo que en la noche de ayer se esperaba que marcara un máximo histórico desde las primeras elecciones presidenciales directas en Rusia celebradas en 1991. La oposición expresó sus sospechas sobre el empleo masivo
Ha pasado de ser la esperanza para devolver el orgullo a Rusia a dirigir un Estado policial
del recurso administrativo después de que en las dos primeras jornadas votara más de la mitad del censo, cifrado en 112 millones de personas.
Putin llegó al poder hace un cuarto de siglo para devolver a los rusos el orgullo perdido tras la caída de la Unión Soviética, pero ha convertido a su pueblo en rehén de sus ambiciones imperialistas en Ucrania, una guerra de cuyo desenlace depende su propio futuro y también el de su país.
El presidente ruso dirige ahora un Estado policial donde las leyes de guerra persiguen la libertad de expresión y reunión; se castiga con la cárcel cualquier crítica y no hay más partidos políticos que aquellos que cuentan con el beneplácito del Kremlin.
Además, en los últimos dos años se cerraron todas las cabeceras de la prensa libre y las principales organizaciones de derechos humanos; mientras el Parlamento, los tribunales y la Comisión Electoral están abiertamente al servicio del poder. Putin lo llama “purificación” de la sociedad rusa.