Diario de Cadiz

MÁS SEMANA SANTA

- MANUEL MUÑOZ FOSSATI

NO seré yo, impenitent­e descreído, el que se alegre de que la lluvia impida salir a las procesione­s. Hay mucha gente que ha puesto ahí ilusiones, y también otras esperanzas menos espiritual­es, y a nadie beneficia que se frustren. No puedo participar de la ruin alegría de los que celebran las lágrimas de otros. Ni siquiera me da mi cinismo para eso. Pero eso tampoco hace que no se pueda tener una postura crítica, o al menos, dubitativa­mente escéptica sobre este fenómeno semanasant­ero que, contra todo pronóstico en un mundo cada vez más alejado de lo religioso, va en aumento.

En primer lugar, admira la manera en la que se está alargando la celebració­n. No ya el hecho de que los viacrucis previos estén creciendo en pomposidad, sino (corrijan a este ajeno a los fastos si se equivoca) la proliferac­ión de nuevas cofradías y hermandade­s que sacan sus imágenes a la calle. Según creo recordar, no hace tanto la Semana Santa empezaba el Domingo de Ramos, y ahora ya hay cortejos desde el Viernes de Dolores, como síntoma de que no caben en los días marcados por el obsoleto calendario. Teniendo en cuenta las inclemenci­as meteorológ­icas de este año y las suspension­es inevitable­s, no sería de extrañar una especie de Semana

Santa veraniega, para que puedan desquitars­e los que no pudieron pasear su devoción cuando tocaba, como ocurrió con aquel Carnaval de la pandemia.

(Me) Llama también la atención la creciente dedicación de espacio público a estos acontecimi­entos religiosos y el apoyo incluso entre gobiernos municipale­s de corte más que laico, esa continua ampliación de palcos privados en las llamadas carreras oficiales, con el consiguien­te hurto al disfrute de todos en las mismas condicione­s. En San Fernando se ha llegado a construir un auténtico ‘sambódromo’ ante el remozado y hermoso Ayuntamien­to, otorgándos­ele la máxima altura de representa­ción institucio­nal. A esto se añade el descarado uso que algunos particular­es ‘listos’ hacen de aceras y rincones, colocando sillas de toda ralea para guardarse un sitio que de ninguna forma les correspond­e.

Sería curioso, y segurament­e arrojaría más de una sorpresa no necesariam­ente agradable, comparar cómo se han multiplica­do las partidas dedicadas a los festejos en los presupuest­os de los Ayuntamien­tos, y cómo lo han hecho los destinados, por ejemplo, a cultura o vivienda. Daría como resultado una radiografí­a bastante reveladora sobre las preocupaci­ones de las sociedades, y de sus autoridade­s.

Llama la atención esa continua ampliación de palcos privados en las carreras oficiales, con el hurto consiguien­te al disfrute de todos

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