La catenaria de la verdad
Sin un lenguaje, nuestra mente estaría sumida en la oscuridad de un abismo oceánico. En el caso de que fuéramos submarinos, el lenguaje sería el periscopio a través del cual vemos lo que sucede fuera del mar. Si la verdad fuera una bombona de butano, con el aguijón de las palabras pretenderíamos pinchar la bombona para que su contenido entrara en contacto con nosotros y encendiera la luz de nuestro entendimiento. Y una vez hubiéramos conseguido comprender los secretos que la realidad oculta, el contenido que se trasvasaría electrificaría nuestro recipiente. El problema reside en que, como sucede en todas las traducciones, al pasar de un lenguaje a otro, el mensaje se vería afectado porque hay conceptos como el amor que son inabarcables.
Por otra parte, o carecemos de los conocimientos necesarios para poder interpretar las imágenes, o nos equivocamos al intercambiar aleatoriamente las palabras con sus sinónimos para describir lo que vemos y sentimos, o las palabras que manejamos no agotan la realidad... Por otro lado, las imágenes que recibimos a través de nuestro periscopio se ven condicionadas por los conocimientos que de la realidad poseemos. Nuestro estado anímico, prejuicios ideologías, religiones, etc., también lo condicionan. Quiero decir que el paisaje que divisamos a través del tubo del catalejo verbal, fue, es y será siempre lo mismo, lo que falla son las interpretaciones. No obstante, a pesar de todos los inconvenientes, gracias a Dios el periscopio es la única catenaria que nos pone en contacto con la verdad.
Venancio Rodríguez Sanz
(Correo)