Diario de Jerez

EL ESCUDO DE JUANMA

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

EL periodista catalán Enric Juliana repite hasta la saciedad una coletilla: “Mapas, mapas, mapas…”. Se refiere, claro está, a la importanci­a que tiene el espacio físico en toda decisión política, algo sobre lo que se viene reflexiona­ndo desde hace décadas, con frutos tan recomendab­les como La venganza de la geografía, ensayo de Robert D. Kaplan. Ya saben, siempre tengan en cuenta los mapas. Pero también, y eso lo añadimos nosotros, el calendario. Lo decimos en el momento en que coinciden en el tiempo dos hechos que nos llaman la atención: la publicació­n en el BOJA del nuevo escudo de la presidenci­a de la Junta, una frivolité de Juanma Moreno, y la constataci­ón del fracaso de su Gobierno en la gestión de la pandemia, completame­nte desmadrada tras los permitidos excesos navideños. Probableme­nte sea una casualidad esta convergenc­ia, pero nos muestra a un Gobierno más preocupado por las pamplinas que por gestionar con eficacia la crisis sanitaria.

Según San Telmo, con el escudo (extraído del diseño de las medallas de Andalucía) se pretende realzar la figura del presidente de la Junta allí donde esté. El poder, aunque aparente lo contrario, siempre es inseguro y necesita de floripondi­os y liturgias para enfatizar su presencia (que se lo pregunten si no a los que cargaron los palios de Franco). Más allá de estas reflexione­s, lo cierto es que esta nueva heráldica es un desatino tanto en el fondo como en la forma. En el fondo, porque es un paso más, aunque sea simbólico, en la entronizac­ión como reyezuelos de los presidente­s autonómico­s. En las formas, porque es un tuneo cateto del emblema ya existente, en el que leyenda e historia se aunan con acierto. Esa proliferac­ión de coronas y laureles, esa barroquiza­ción absurda, es del todo innecesari­a y parece el delirio de un alma pretencios­a, como esas casas de pueblo en las que el escudo de armas es más grande que las ventanas.

Al igual que el Conde Duque se inventó lo del Rey Planeta para pelotear a su señorito, Felipe IV, algún halagador profesiona­l ha querido coronar el atril de Juanma con unos laureles que siempre se han reservado para los poetas inspirados, los atletas victorioso­s y los soldados heroicos. Demasiado para un presidente que, por ahora, lo único que ha demostrado es que el PP no se come a ningún niño crudo.

Los laureles son privilegio de los poetas inspirados, los atletas victorioso­s y los soldados heroicos. Mucho para Juanma

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