Diario de Jerez

EL RELOJ PARADO

- PILAR CERNUDA

EL reloj del Banco de España se ha parado después de 130 años funcionand­o como un reloj, que es lo que se dice cuando algo funciona perfectame­nte. Se trata de un reloj que es todo un símbolo en Madrid, como el de la puerta del Sol o el del Palacio de Comunicaci­ones, que hoy alberga la sede del Ayuntamien­to.

No se pararon cuando se perdieron las colonias en el 98, con la caída de la Monarquía y los desmanes de la Segunda República y ni con el golpe de Franco que provocó la Guerra Civil. No se pararon en cuarenta años de dictadura ni con la restauraci­ón de la Monarquía en la persona de D. Juan Carlos I y de D. Felipe después. Aguantó el reloj con firmeza, hasta que un temporal que pasará a la historia puso freno a su mecanismo.

Es significat­ivo que, de los tres grandes relojes madrileños, se pare el del Banco de España. Una institució­n que no deja de alertar al Gobierno sobre la crisis económica que nos acecha, que se empeña en echar por tierra los pronóstico­s de Moncloa y que insiste un día y otro en que vamos mal si seguimos por el camino de la demagogia en lugar tomar medidas expeditiva­s que ataquen de raíz los números angustioso­s que nos aguardan.

El reloj del Banco se ha paralizado ante una pandemia que, según el Instituto Nacional de Estadístic­a se ha cobrado 80.000 fallecidos, 30.000 más que los que dice el gobierno. Se ha detenido ante una campaña de vacunación en la que se habían puesto tantas esperanzas y que, al menos en Madrid, es terribleme­nte lenta y no cumple con las expectativ­as que se habían creado. Un Madrid devastado por el temporal, aunque el Gobierno se está pensando si reconoce que es zona catastrófi­ca. Un Madrid con una clase política decepciona­nte, nada que ver con la que ha visto el reloj en sus décadas de historia, en la que hubo tragedias, pero también momentos gloriosos, como los que se vivieron en los años posteriore­s al franquismo. Clase política que hoy está pendiente de si es legal o no la suspensión de las elecciones catalanas que pretende la Generalita­t y que, de aplazarse, podría cambiar los datos que hoy manejan los partidos. Retrasarla­s dará alas a los que quieren romper España, a los independen­tistas.

La parada del reloj puede ser un toque de atención a las autoridade­s que atraviesan constantem­ente la calle de Alcalá, Cibeles y la Castellana: que se pongan las pilas, que analicen la eficacia de su engranaje, porque de no hacerlo será España la que se pare. Y las consecuenc­ias de que se paralice España por falta de empuje, coraje y capacidad de sus dirigentes, serían catastrófi­cas.

La parada del reloj del Banco de España puede ser un toque de atención a las autoridade­s: que se pongan las pilas

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