Leo Caldas, un gallego al que seguir la pista
La Galicia oscura y lluviosa es el escenario elegido por el escritor Domingo Villar para situar los casos de su inspector de Policía, Leo Caldas, un tipo listo, taciturno y melancólico. Su último libro, ‘El último barco’ (Siruela), ha confirmado todo lo bueno que ya apuntó con ‘Ojos de agua’ y ‘La playa de los ahogados’. Quizá este último, el más extenso de los tres, resulta el más complejo de leer, pero, como ocurre en los anteriores, Villar va dejando en el camino pistas como si fueran migajas de pan para que el lector ejecute ese apasionante juego que tanto gusta a los amantes del género negro y que no es otro que intentar descubrir quién es el asesino.
Caldas es huérfano de madre desde muy pequeño y mantiene una distante pero constante relación con su padre, un bodeguero que con su esfuerzo levantó una bodega de la nada y la sigue cuidando con cariño. El inspector Caldas tiene por ayudante a un socarrón aragonés de nombre Rafael Estévez, a quien el clima y las pendientes de Vigo le ponen de muy mala leche. Las conversaciones que Estévez mantiene con testigos y sospechosos permiten al autor dar rienda suelta a su sentido del humor, lo que se agradece. Estévez es muy irascible y a veces se desencadena en su interior una tormenta que pone en peligro la intregridad física de los detenidos. Los tres libros son muy recomendables.