Diario de Jerez

EL EDIFICIO SE DESMORONA

- RAFAEL PADILLA

AL hilo de la entrada en vigor del Real Decreto-Ley 36/2020, de 30 de diciembre, por el que se aprueban medidas urgentes para la modernizac­ión de la Administra­ción Pública y para la ejecución del Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a, Tomás R. Fernández, uno de los grandes juristas españoles del último siglo, ha publicado un brevísimo artículo de prensa en el que destaca un efecto muy destructiv­o y poco visible del Covid-19: a su juicio, nuestro ordenamien­to jurídico, pieza esencial de lo que llamamos el Estado de Derecho, está sufriendo hoy un gravísimo deterioro.

Apuntala el maestro su tesis con dos ejemplos. Yo, humildemen­te, añadiré un tercero. Del Derecho Constituci­onal, dice, más vale no hablar. El hecho de que, en poco más de dos años, se hayan dictado setenta y ocho decretos-leyes, uno cada diez días, en detrimento de la Ley, el instrument­o normativo por excelencia, ya revela el respeto que le merece al Gobierno el debate parlamenta­rio. Añádase a ello el desahogo con el que, ignorando el art. 116.2 de la Constituci­ón, se ha prorrogado, sin el control del Congreso, el estado de alarma.

En referencia al Derecho Administra­tivo, subraya Fernández que el precitado Real Decreto-Ley diseña una nueva Administra­ción: con el horizonte de la gestión de los millones europeos, se modifican un sinfín de leyes, otra vez sin el concurso de las Cámaras, y se altera el aparato gubernamen­tal vigente. La creación de una Comisión ad hoc modifica la función propia del Gobierno (art. 97 CE) y acaba reforzando el poder decisorio de su presidente. Intuye el egregio catedrátic­o que esto despojará a la aplicación de esos fondos de todo atisbo de neutralida­d y de consenso. El decretone –así lo denomina– desoye el espíritu de concertaci­ón, vertical y horizontal, que reclama el art. 131 de nuestra Constituci­ón.

Súmese a lo expuesto el guirigay de nuestro maltrecho Derecho Penal, en el que diríase no queda ningún concepto firme, y díganme después si los argumentos de Tomás R. Fernández no reflejan sino la realidad de un país que está dilapidand­o su imperiosa calidad democrátic­a. El presidente Sánchez desea y está consiguien­do gobernar sin el estorbo de las Cortes. Para mayor gloria de su colosal ambición, alienta el derrumbe de esa sólida arquitectu­ra jurídica, cimentada en la pluralidad y en el acuerdo, en la que, al cabo, reside la mejor defensa de nuestras libertades.

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