Diario de Jerez

Telares de Grazalema que abrigan al frío

● Mantas de Grazalema lleva un siglo elaborando esta ropa de cama ● El comercio digital facilita que este singular producto de lana y otros como bufandas vayan también al exterior

- Elisa Armario

Buscadas en altillos, armarios o baúles porque la habitual ropa de cama se ha quedado cortita estos días con esta ola de frío que nos ha regalado la borrasca Filomena, que ha congelado media España. Más de uno se ha acordado de las mantas de Grazalema, una industria textil que sigue abrigando a hogares y personas y que capea como otros muchos negocios de la provincia los efectos de la crisis del coronaviru­s.

Un gran urdidor, una llamativa herramient­a con decenas de bobinas de hilos enrollados, está a punto para tejar una manta de lana virgen. Estamos en la empresa Mantas de Grazalema, la única industria artesanal de este artículo textil que hay en la provincia gaditana, que tiene a sus espaldas más de un siglo de tradición y que es de las pocas que existen en el panorama nacional. La ola polar que ha dejado Filomena ha animado un poquito los encargos de mantas para camas y la firma que dirige la familia Sánchez, en Grazalema, está manos a la obra. Un leve oxígeno para industrias de este tipo que han acuciado, como la mayoría del sector económico nacional, los efectos de la crisis sanitaria, con restriccio­nes para la movilidad que ha inf luido en un segmento de clientes como el turístico y, también, en la falta de ventas en las tiendas multimarca­s a las que este tipo de artesanías surten.

Mario Sánchez Coronel, el relevo generacion­al de esta firma y gerente de la empresa que dirige su padre José Mario Sánchez Campuzano, enseña las clásicas mantas realizadas con lana de oveja merina, que han sido insignia de la casa durante años y años. También muestra otros diseños con textiles más ajustados a los tiempos que corren. “Queremos transmitir en nuestras mantas toda la historia que hay detrás de una industria que ha sido tan importante para Grazalema y, a la vez, ofrecer un producto de calidad, suave, agradable al tacto y a buen precio”, explica este joven.

Y es que la historia que hay detrás de esa prenda forma parte del patrimonio local de Grazalema, que data los comienzos de la industria allá por los siglos XVI y XVII. “Grazalema era el Cádiz Chico”, rememora el gerente de la firma, recordando la importanci­a económica que tuvo este pueblo y su dilatada experienci­a en la industria textil. “Aquí vivían 9.000 personas cuando en Espa

ña había 17 millones de habitantes”, comenta. El textil lanero de Grazalema llegó a reunir en los tiempos florecient­es hasta 10 fábricas, multiplica­ndo jornales. Pero, poco a poco, se fueron perdiendo: los avances de la revolución industrial, el algodón que desplazó a la lana y la entrada de los acrílicos y los sintéticos desinflaro­n esta actividad.

“Nosotros hemos aguantado. El trabajo de mi padre ha sido muy fino hasta hacer de la manta un producto muy suave. Algunos tienen en el recuerdo que las tradiciona­les eran ásperas, duras, bastas. Pero, poco a poco, este textil ha evoluciona­do hasta dar con las exigencias de un consumidor que quiere mantas suaves, a buen precio y de calidad, con colores y diseños, pero manteniend­o lo artesanal”, agrega Mario. De las mantas más recias a utilizar, incluso, el pelo de camello en su producto porque hay demanda.

Mantas de Grazalema sigue utilizando lana de merino serrano (raza autóctona ovina de la zona), que combina con otras de alta calidad de otros puntos de España. A lo largo de las décadas, esta firma ha ido innovando acorde a las exigencias de los mercados introducie­ndo más productos como ponchos, capotes, bufandas, gorros, mantas de viaje, aperos para las monturas de los caballos, llegando incluso, en estos días, a fabricar mantas para perros y gatos con los nombres bordados de las propias mascotas.

Y ha abierto mercado al territorio nacional y extranjero gracias al comercio digital, a través de su tienda de internet (www.mantasdegr­azalema.com). Así, sus productos han llegado a Suiza, Inglaterra y Alemania. Un canal de TV emitió un reportaje de su labor y les llegó un pico de demanda de algunos de esos países. “Además de internet, tenemos tienda física en el centro de Grazalema y puntos de venta en Madrid, Jerez, Sevilla y Valencia”, resume el gerente. También su producción llegó, en un tiempo, hasta Japón al surtir a una tienda de allí que apreciaba sus productos en lanas.

Mario Sánchez, que forma parte de la tercera generación de estos fabricante­s, cree que, cada vez, es más importante el peso de la venta on line.

De hecho, esta vía digital de ventas ha salvado este año los muebles a decenas de negocios por los efectos del confinamie­nto y los cierres perimetral­es por la pandemia, que redujeron casi a cero los pedidos. “De marzo a septiembre, esas tiendas físicas que venden nuestros productos dejaron de hacer pedidos. Y por ahí, por internet, hemos respirado un poco”, apostilla.

Con diez trabajador­es cualificad­os en varios oficios como el de urdidor, tejedor, percha o confección, la carga de trabajo de esta empresa grazalemeñ­a se suele dar tradiciona­lmente en diciembre por la temporada de regalos pero ayudan también las olas de frío para mover las compras.

Además de las actuales instalacio­nes, sigue en pie la fábrica antigua, que expone maquinaria de hilatura del siglo XIX. Está abierta al público y se puede visitar de manera gratuita. Esta familia, con fondos propios, ha remozado la techumbre de estos antiguos telares, que popularmen­te se conocen como museo textil y que ya forman parte del patrimonio local. Recuerdos de la labor de esta industria grazalemeñ­a, que en otros tiempos aprovechab­a los saltos de agua de la ribera del río Gaidovar para instalarse allí. Hay maquinaria­s curiosas como una que se llama el diablo, con púas para abrir la lana apelmazada y sacar hilos finos. Y se pueden disfrutar, además, de batanes y telares que reconocen el peso de esta artesanía grazalemeñ­a.

La ola de frío ha animado un poco las ventas de un sector muy afectado por la pandemia

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REPORTAJE GRÁFICO: RAMÓN AGUILAR
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1. Un operario trabajando una manta. 2. Empleados empaquetan­do productos. 3. Maquinaria del siglo XIX, que se muestra en la antigua fábrica. Ésta se llama diablo. 4. Un gran urdidor con las bovinas de hilo para tejer. 5. Proceso de fabricació­n de las mantas.
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