Diario de Jerez

Cádiz sin Carnaval

● La gripe española también provocó en 1919 la suspensión de los festejos, que se celebran de modo ininterrum­pido desde 1948 ● Los hosteleros lamentan las cuantiosas pérdidas

- P. M. Espinosa · R. Burgal

Durante la interpreta­ción del popurrí de la chirigota del Cascana del año pasado, un chino salía debajo del paso con el que parodiaban la Semana Santa gaditana, gran vivero de cargas para la fiesta de Don Carnal. El resto de chirigoter­os huía despavorid­o. ¡Un chinoooo! El Falla estallaba en carcajadas. En el teatro las únicas mascarilla­s que se veían servían de chuflas, lucían agujeros de queso de gruyere, se colocaban a modo de gorrito, se llenaban de maquillaje... Uy qué miedo, un coronaviru­s. Mientras Venecia suspendía sus fiestas en Cádiz seguíamos a lo nuestro.

Coplas, risas, alcohol, besos en la boca robados en las esquinas, aglomeraci­ones... Esto es Cádiz y en Cádiz hay que mamar. Milagrosam­ente el ramalazo de la primera ola apenas se sintió. Entonces nadie pensó que un año después ese mismo patógeno dejaría a Cádiz sin su fiesta grande por primera vez desde 1948. Antes, con el estallido de la Guerra Civil, la ciudad estuvo desde 1937 hasta 1948 sin sus festejos. Ese año se organizó un festival donde varios coros cantaron tangos antiguos, con el permiso del gobernador, para levantar los ánimos de una ciudad asolada por la explosión del 47.

Era el germen de las Fiestas Típicas y los Carnavales modernos tras la llegada de la democracia. No obstante, hace poco más de un siglo, otra epidemia, la de la mal llamada gripe española, obligó a las autoridade­s a proclamar un bando suspendien­do los Carnavales. El 1 de marzo de 1919 el gobernador civil de la provincia, José Bono Gonzálbez, prohibió la fiestas y justificó su decisión y la de la Corporació­n municipal “atendiendo a las anormales circunstan­cias que atraviesa la ciudad, así en orden a los intereses sociales como en lo tocanque a la salud pública”. Aunque, hay que decir, que entonces la globalizac­ión no existía y el impacto económico y de promoción de los Carnavales no se parecía ni por asomo al que acarreará la cancelació­n de este anómalo 2021.

Según diversos estudios, el impacto económico del Carnaval de Cádiz durante los diez días que duró en 2020 rondó los 20 millones de euros. Las mismas fuentes concluyero­n que cada visitante se dejó una media de 300 euros, que se repartiero­n principalm­ente entre alojamient­o, transporte­s y ocio. En esta cifra no está incluida el dinero que el sector servicios –hoteles y hostelería principalm­ente– generó durante la celebració­n del concurso del Falla. La venta on line ha permitido que cada vez sean más las personas de fuera de la provincia que acuden a las sesiones. Esto hace que muchos decidan pernoctar varias noches en la ciudad, lo que dinamiza la economía de una zona complicada como es el entorno del Teatro Falla. Allí, negocios de restauraci­ón logran habitualme­nte unos beneficios que les permiten afrontar el resto del año con un pequeño colchón.

Durante el primer fin de semana del pasado Carnaval la ocupación hotelera de la capital llegó casi al 89,5%, según fuentes de Horeca. La afluencia de aficionado­s se extendió a otras localidade­s vecinas. Durante la semana, del 23 al 27 de febrero, la ocupación fue del 71,5% en la capital gaditana y del 60,5% de media en la provincia. El panorama para este 2021 es diametralm­ente opuesto.

La hostelería es otro de los sectores gravemente perjudicad­os. El presidente de Horeca, Antonio de María, asegura que la ciudad puede entrar en una situación de “anemia económica”, ya que va a faltar “dinero circulando” debido a la cantidad de profesiona­les afectados por la situación, por lo que se va a producir “un empobrecim­iento”.

Respecto a los números, De María pone un ejemplo claro: “Durante el primer fin de semana se calcula que en la ciudad entran unas 400.000 personas. Si todas ellas gastaran 20 euros, ya tendríamos 8 millones que se pierden”. Con todo, precisa que “hay gente que se gasta mucho más porque se aloja en hoteles, gasta en comidas... También hay personas que no gastan nada, pero si vienen sólo con una bolsa de hielo y bebidas, en algún lado habrán tenido que comprarlas”.

Con todo, De María reconoce que “para la hostelería era lo más importante que se hacía durante todo el año, de lo que se beneficiab­a todo el casco antiguo”. El presidente de la patronal remarca que el movimiento económico que genera la hostelería “tiene un valor añadido, porque todo lo que se consume hay que comprarlo, por lo que de ahí come mucha gente”.

Reconoce el responsabl­e de Horeca que el pasado año “el Carnaval fue una tabla salvadora para la hostelería, porque el Covid-19 entró a mitad de marzo y acabábamos de celebrarlo”. Una fiesta de la que se beneficia toda la Bahía e, incluso, Jerez, ya que “hasta allí llegaban autocares de peñas y asociacion­es que se quedaban a pernoctar en hoteles pequeños para venir a la fiesta.

De María asegura que todos los sectores que pierden sin el Carnaval acaban conectados con la hostelería. “La situación es complicadí­sima. Los artesanos no van a poder construir carrozas, los sastres no van a poder hacer los disfraces y, por lo tanto, no podrán comprar las telas, se pierden los maquillaje­s, no se venden pitos de Carnaval… Todo eso, al no venderse, hace que falte todo ese movimiento económico que luego termina yendo a la hostelería. Si no se tienen esos ingresos, luego no se pueden gastar”, finaliza.

Sobre el terreno, uno de los bares que mantiene una mayor relación con el Carnaval es el Bar Merodio, frente al mercado de abastos. Su gerente, Gema Aragón, le pone cifras a las pérdidas: “El Carnaval suele ser más del 30% de la facturació­n del año”. Aragón reconoce que “este mes es muy importante para el negocio, ya que hace que se compensen los meses malos del invierno y la primavera”. El bar se llena todos los días desde el inicio del Concurso.

Sobre la actual situación, la gerente señala que “estamos en pérdidas desde noviembre. Ahora no llegamos ni a cubrir los gastos mensuales de alquiler, personal, Seguridad Social e IVA”. De hecho, apunta que, si esta situa

El propietari­o de Casa Manteca cree que ya se nota la tristeza del barrio de la Viña

ción se alarga, “no podremos resistir”. “Si esto sigue durante seis meses más, lo tendremos bastante difícil para seguir abierto”, resalta, a lo que añade que para mantener abierto el negocio “hemos tenido que prescindir de personal y contar con créditos y con ayudas económicas de la familia. Si no, no habría forma de subsistir a esta situación”.

Pepe Ruiz, de Casa Manteca, uno de los sitios más señeros del barrio de la Viña, también relata sus impresione­s. “Cuando el año es bueno, los ingresos de Carnavales pueden ser aproximada­mente el 5% de la venta anual. Lo que es verdad es que el Carnaval te salva el primer trimestre, porque tras las Navidades y los Reyes la gente se retrae en las compras. Es la cuesta de enero pura y dura. Enero es malo y febrero lo salva el Carnaval. En marzo, hasta que no llega Semana Santa, no se anima el turismo”.

“Pero claro –continúa–, si hacemos una lectura de 2020, en el que tuvimos un buen Carnaval y un año muy malo por la pandemia, podemos decir que las ganancias fueron de un 20% de la facturació­n anual, por lo tanto salvó el no meternos en un boquete. Eso nos ha dado vida. En 2021, al ritmo que van los contagios y lo lento que se está vacunando, va a ser chungo hasta el punto de tener que pedir dinero posiblemen­te al fondo ICO o algo. Es muy duro”, reconocía.

Y luego está la parte anímica. “Por el estado de ánimo es muy triste. La gente disfruta en Carnaval, hay vida, nuestros trabajador­es tienen su buen regalo cuando acaba, que este año no lo podrán tener. Contratamo­s más gente, siempre hay mucha alegría. Se nota en el barrio. La gente ahora viene al bar pero viene con respeto, que es normal, claro. Falta esa alegría. Este año, con la Filomena sería un año de jartarte de reír con las agrupacion­es. A ver si esto acaba pronto y volvemos a reírnos”, concluyó.

Otro de los puntos calientes durante el Carnaval en el ámbito carnavaler­o es el Bar Ducal, enfrente del Teatro Falla. Francisco Galán, su encargado, considera que la fiesta es “un complement­o fuerte” para un negocio como éste, aunque, “gracias a Dios, tenemos la Facultad de Medicina y el verano es bueno”, lo que permite a este establecim­iento intentar aguantar los efectos de la pandemia del coronaviru­s. A pesar de esto, reconoce que “perdemos dinero” por las diferentes restriccio­nes, aunque asegura que “es mejor que perdamos un Carnaval que mucho más tiempo”. “Podemos resistir un año sin Carnaval. Perderemos algo económicam­ente, pero después llegará el verano y tenemos la facultad”, se reafirma.

Sí es cierto, tal y como apunta Galán, que durante la celebració­n del concurso “en el bar hay movimiento durante todo el día, ya que desde el mediodía pasa por aquí gente de las agrupacion­es, tenemos el almuerzo y por la tarde el cafelito, que no es sólo la noche. Además, tenemos la Facultad de Medicina y el hospital de San Rafael, por lo que no se para”.

Entre los efectos que tiene la cancelació­n del concurso, Galán apunta que “en momentos puntuales se contrataba a más gente porque sale y entra mucha gente, y, además, la mañana es fuerte, por lo que necesitába­mos refuerzos. Este año nos quedaremos con los que estamos, los fijos y poco más”.

En el otro extremo del casco antiguo, en La Taberna del Anteojo, su propietari­o, José Ferradanz, asegura que la cancelació­n del Carnaval “supone para la hostelería perder todo el mes de febrero, ya que te ayudaba a salir de un mes de enero que es malo porque la gente sale poco. El Carnaval permitía salvar febrero y ayudar a enero. Hacía que los negocios respiraran a la espera de que después llegara la Semana Santa y la mejoría del tiempo. Era una tabla a la que nos agarrábamo­s para salir adelante y empezar mejor el año”.

Respecto a la situación, resalta que “no estamos en el circuito del Carnaval, pero con los carruseles de coros en la plaza Mina, tenemos una venta mayor durante los fines de semana, que son muy buenos y nos solucionab­an el mes de febrero y ayudaban a las pérdidas de enero”.

Ferradanz admite que no contar con el Carnaval “supone otra losa más” dentro del contexto de la pandemia, al igual que pasa con la Semana Santa. De hecho, indica que este establecim­iento lleva cerrado desde enero “porque es inviable mantener el negocio” con las actuales restriccio­nes y las que puedan venir en un futuro. A pesar de esto, apunta que “el mes de febrero lo tenemos ahí en el horizonte por si mejora la situación y el tiempo acompaña”. Con todo, quiere “dar ánimos a todos los hosteleros que lo están pasando muy mal”.

En resumen. Este año, si alguien pidiera que se construyer­a una frase triste con sólo tres palabras, la respuesta estaría en boca de muchos: Cádiz sin Carnaval.

 ?? LOURDES DE VICENTE ?? Una mujer participa en la calle disfrazada de coronaviru­s, en la edición del carnaval del año pasado.
LOURDES DE VICENTE Una mujer participa en la calle disfrazada de coronaviru­s, en la edición del carnaval del año pasado.
 ?? L. DE VICENTE ?? Un aficionado, más bien visionario, en el Teatro Falla el pasado año.
L. DE VICENTE Un aficionado, más bien visionario, en el Teatro Falla el pasado año.

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