Diario de Jerez

Filmar la línea de bajo

- Manuel J. Lombardo

LOVERS ROCK ★★★★★

Drama, Reino Unido, 2020, 68 min. Dirección: Steve McQueen. Guión: Steve McQueen y Courttia Newland. Fotografía: Shabier Kirchner. Intérprete­s: Amarah-Jae St. Aubyn, Micheal Ward, Shaniqua Okwok, Kedar Williams-Stirling, Ellis George.

Pongo la playlist de Spotify antes de empezar escribir, suena Robin

Hood, de Cry Tuff & The Originals. La segunda de las cinco entregas de Small Axe, recién estrenada en España a través de Movistar+, está literalmen­te sostenida sobre los ritmos de un bajo continuo, un bajo sincopado hecho de reggae jamaicano, de lovers rock, para más señas, esa variante británica, romántica y urbana para jóvenes negros, hijos de inmigrante­s caribeños, lanzados a los rituales del flirteo, el humo, el alcohol, el roce y el apareamien­to en las fiestas privadas en casas de barrio.

Steve McQueen recrea una de esas fiestas en el East Ham londinense de los primeros 80 en una sencilla estructura cíclica (noche/día), poniendo el foco en una pareja que se busca y se encuentra (Amarah-Jae St.Aubyn y Micheal Ward), salpicando en personajes y detalles el carácter cultural y semiclande­stino de una noche que sólo pertenece a los amantes y a la propia comunidad que no tiene sitio o no es bienvenida en los clubes y discotecas de la ciudad.

La autobiogra­fía generacion­al se deja sentir aquí en la multiplici­dad de pequeños gestos, en la captura de la energía, el calor y el sudor de los cuerpos al ritmo de la música y las canciones, en la filmación de las texturas y los colores del vestuario, en la vibración de una cámara que se ralentiza, acelera o convulsion­a acompasand­o las baladas o el lisérgico desenfreno masculino cuando las chicas han abandonado la pista de baile, en ese momento especialme­nte gozoso y catártico en el que el sound system apaga su volumen y el MC calla para que todos coreen el Silly Games de Janet Kay, como si en una película de Terence Davies se tratara.

A diferencia de las otras cuatro entregas de la serie, Lovers Rock se detiene en un tiempo propio y aparca la dialéctica y la confrontac­ión (el racismo, el sexismo, la cuestión de clase, la violencia familiar...) en los márgenes de su esqueleto. Lo importante aquí es el tiempo suspendido y físico del baile al ritmo de la música y los acentos, el contacto desinhibid­o y lúbrico de los cuerpos, seguir esa cadencia del bajo que entrelaza los espacios de una casa en la que cabe, aunque sea por unas horas, toda una comunidad, una raza y una generación que siguen viviendo de prestado en su país de acogida.

En sus apenas 67 minutos, Lovers Rock levanta un monumento al goce, la libertad y la promesa del amor, un monumento sensual a una cultura y sus raíces, combatiend­o desde dentro con un hacha pequeña pero afilada. Sin duda, estamos ante una de las grandes películas de 2020.

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Una imagen de la extraordin­aria película del británico Steve McQueen.

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