UN RINCONCITO EN EL CIELO
CUANDO una persona, sin haber cruzado más de cuatro o cinco conversaciones desde el móvil, es capaz de hacerte dar un vuelco al corazón al enterarte de su marcha definitiva, siempre te quedan la impotencia y el enfado contigo mismo de que, tal vez, podrías haber hecho algo más por llegar a tomarte una cerveza con ella. La cerveza nunca llegó y ahora solo quedan un brindis y un abrazo al cielo por la simpatía y el compromiso con la gente y los proyectos de Jerez que nuestro amigo demostró hasta el último momento.
Con la maldad en paradero totalmente desconocido, aparecía de vez en cuando a contar algunas anécdotas y curiosidades con el solo fin de hacer reír a quien se encontraba al otro lado de la pantalla. Según dicen quienes lo conocían, el tamaño de su corazón se asemejaba únicamente al de sus ganas de vivir y a su fuerza para enfrentarse a la larga enfermedad que le terminó ganando la batalla hace un par de semanas.
Con la ilusión de acercar Jerez a los demás -y, según decía siempre, de conseguir la famosa placa de Youtube-, era capaz de hacerte sentir su colega aunque nunca hubieras llegado a hablar en persona con él. Enrollado, alegre y buena gente, no lo escucharías jamás sacar el tema del coronavirus en este momento en el que la psicosis colectiva está llegando a límites que creíamos inexistentes. De esas personas que, vista la situación, hacen mucha falta en un momento y en un mundo como el que nos ha tocado vivir.
Tan injusto como común, la mala suerte volvió a salir victoriosa en una historia a la cual, al igual que escribo estas líneas, me gustaría poder escribir un final distinto o, al menos, no tan prematuro. Ahora, tarde y sin solución, solo queda esperar que el abrazo al cielo llegue con las mismas fuerzas con las que sale de la Tierra.
Te recordaremos riendo, Lolito, como seguro que te hubiera gustado. Algún día nos encontraremos de nuevo en tu rinconcito.