Diario de Jerez

“La joya es una excusa para hablar de 500 años de Historia”

- Alberto Grimaldi

–No la hacía yo a usted muy de joyas. Siempre la veo más bien elegante pero austera.

–Es verdad. No soy muy de joyas. Pero sí es verdad que siempre me gustaron las perlas. De hecho, cuando me casé, mis padres me preguntaro­n si quería alguna joya de regalo y pedí un collar del perlas.

–¿Por qué decidió hacer una novela protagoniz­ada por un objeto y no por una persona?

–Porque yo siempre me he preguntado qué pasaría si los objetos hablaran. Y más aún las joyas, que siempre están en un contacto muy íntimo con sus propietari­as. En un momento dado, apareció una joya de mi madre, un anillo con un zafiro. Ella siempre contaba que antes de ser un anillo había sido un colgante de mi abuela, y anteriorme­nte un broche de mi bisabuela. Cuando se muere un persona siempre se quedan un montón de preguntas sin contestar. Entonces yo me dije: si esta joya me contara historias de mi madre, de mi abuela, de mi bisabuela me encantaría conocerlas. Fue así como se me ocurrió. Lo que pasa que ese anillo tenía una trayectori­a muy corta, apenas tres generacion­es. Y pensé: si encontrase una pieza con una trayectori­a más larga. Y me acordé de la perla peregrina, que siempre la veía en todos los cuadros y en todos los libros y pensé: ésta es la mía. Voy a contar la historia de la peregrina.

–¿Habrá mucha investigac­ión detrás de un libro que es una novela histórica?

–La mayor dificultad es que cuando uno escribe un libro histórico se ha de documentar mucho sobre una determinad­a época. Saberlo todo: cómo se hablaba, qué comía la gente, cómo eran los personajes, su forma de ser, etcétera. Pero en este caso estamos hablando de 500 años de historia y, entonces, sí ha sido muy laborioso. Sobre todo porque yo quería que lo quedase ref lejado no fuese lo que ya podemos consultar en los libros de texto –las batallas, las fechas, todo eso–, sino la parte más íntima y psicológic­a de los personajes. Yo quería que el lector tuviese la sensación de estar mirando conmigo por el ojo de la cerradura y viese a Felipe II en pantuf las.

–El libro demuestra que hay una historia apasionant­e en el trasiego de esta perla por los siglos, ¿no?

–Al ser una pieza tan extraordin­aria, siempre la tenía el núcleo de poder del momento. Cuando España era el centro del universo y en los dominios de Felipe II no se ponía el sol, la tuvieron los Austrias. Al llegar la decadencia de los Austrias, la tuvieron los Borbones. Viene Napoleón, se convierte en el amo de Europa, y la tiene Bonaparte. Y después empieza el Imperio británico y estuvo en la corte de la reina Victoria. Y de ahí da el salto a Hollywood, que es otro imperio mítico.

–¿Ahora está en manos de un millonario­s árabe?

–Sí. La última vez que se subastó, hace diez años, se vendió por casi 12 millones de dólares y no se sabe bien quién la tiene. Y yo me pregunto ¿quién compra algo tan caro para guardarlo? Estoy segura de que tarde o temprano saldrá a la luz y tendremos otro capítulo increíble de su andadura. A esa joya siempre le pasan cosas fuera de lo común.

–¿Quiere eso decir que el mundo es ahora el centro del poder del mundo?

–Hay mucho dinero ahí. Creo que la próxima vez que aparezca la peregrina estará en China.

–Es probable. ¿La novela ayuda a entender bien la decadencia del Imperio español?

–La perla es la coartada para hablar de 500 años de Historia, pero siempre a base de lo que llamaba Graham Greene el factor humano. Porque es lo que explica todo lo demás. Si uno sabe cómo era Napoleón, Felipe V o Carlos II, El hechizado, pues puede comprender por qué actuó de esa manera. Es lo que yo quería transmitir a los lectores.

–¿Con una trayectori­a de tanto éxito, le resultó difícil plantearse una novela tan ambiciosa como ésta?

–La verdad es que yo no sabía dónde me metía. No tengo ni idea qué va a pasar en mis libros. La historia se va tejiendo poco a poco. Pero

tuve suerte porque conseguí bastante informació­n diferente a la habitual de los libros de historia. Ése es el secreto. No podía escribir lo mismo.

–¿Y el reto de los personajes humanos de la novela?

–Yo quería que cada capítulo fuese para uno de los propietari­os. Que se narrase la historia de un personaje secundario que, de alguna manera, también fuese representa­tivo de esa época. Y ese esquema se repite en cada capítulo.

–¿Y tiene un objeto que defina su vida?

–¡Ahí va! Sí, lo tengo claro. Una pulserita de oro que me regalaron cuando tenía dos años. Cuando fui creciendo me la han ampliado más y me ha acompañado toda la vida. Sé que moriré con ella. Además me da muchos quebradero­s de cabeza, porque, como no me la puedo quitar, cuando voy a un aeropuerto, como es de metal suena. Pero me niego a quitármela.

La peregrina’ va unida al núcleo del poder, Felipe II la tuvo cuando en el Imperio español no se ponía el sol”

–Esperaba que fuese un libro, un original.

–Pues no, es una esclava.

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ANTONIO PIZARRO

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