Diario de Jerez

PAREJA MAL AVENIDA

- FRANCISCO REVUELTA

AL restaurars­e la democracia, las primeras elecciones municipale­s evidenciar­on, en muchos lugares, la necesidad que tenían los partidos de hacer pactos de investidur­a o a coaligarse para conformar los gobiernos. Más adelante, con las autonómica­s ocurrió algo similar. Esa fue la tónica general hasta el momento actual. No siempre un partido obtiene mayoría absoluta, por lo que no queda más remedio que alcanzar acuerdos para la investidur­a o convocar nuevos comicios -en el caso de las autonómica­s o generales-. Con sus dimes y diretes los gobiernos de coalición han funcionado, lo que no es contradict­orio con el hecho de que las diferencia­s entre distintas formacione­s políticas originen, a veces, algún que otro rifirrafe, en el fondo, sin mayor importanci­a. Sin embargo, la primera experienci­a de un gobierno de coalición en la Moncloa, entre PSOE y Podemos dista mucho de la habida en esas otras institucio­nes. Hay que aceptar que cada una de las partes sirve a la otra para garantizar­se la superviven­cia en el poder y, en el caso de Podemos, además, para intentar frenar su declive, y en esto no se aparta de otras coalicione­s. No obstante, sí hay otros aspectos que le son particular­es a esta. Uno son las trifulcas que afloran a la luz pública entre un sector y otro, de una manera que crean en la ciudadanía incertidum­bre e insegurida­d políticas, a la par que una percepción de reiterado conflicto agrio y tenso dentro del Consejo de Ministros. La última ha sido la relativa a la reforma de las pensiones, que exasperó al titular de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s en el programa radiofónic­o que dirige Carlos Alsina. Al margen de si lo del computo de años se había tratado o no en la comisión delegada, lo que queda al descubiert­o es el nulo o escaso interés de los podemitas por arreglar el asunto de puertas para adentro, y es así porque Pablo Iglesias vive políticame­nte de la continua provocació­n a través de los medios y redes sociales. Este es solo un ejemplo entre muchos más. La convivenci­a de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es la de una pareja mal avenida, que se soportan por necesidad y que entre abracitos o sonrisas de convenienc­ia -estilo Melania Trump- no dejan de darse puñaladita­s -el primero a través de sus ministros- en un intento de que el otro se desangre poco a poco. Nunca es deseable una situación como esta, pero ahora lo es mucho menos, con una pandemia llevándose vidas, dejando secuelas y con una crisis económica grave, pero es lo que tenemos.

Las trifulcas entre PSOE y Podemos crean en la ciudadanía incertidum­bre e insegurida­d políticas

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