Diario de Jerez

FELIZ POLISEMIA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

UNA cuestión latente de la que apenas se discute es la falta de sentido de la vida que se expande sinuosamen­te en la sociedad contemporá­nea. El gran zoco colorido de opiniones, conductas e ideologías puede dejar al individuo a la intemperie existencia­l. Alguien aislado, ¿puede darse, por sus propios medios, un objetivo vital y una cosmovisió­n coherente? La casi infinita apertura tendría que haber ido acompañada de una firme formación filosófica y literaria; pero ha sido todo lo contrario. De la política, no podemos esperar gran cosa, ni de unas comunidade­s decomisada­s. Gregorio Luri, en La imaginació­n conser vadora hizo el diagnóstic­o: “Pero si hay que acudir al terapeuta en busca de sentido, es que la politeia ha dejado de proporcion­arlo. Y éste es nuestro auténtico mal: no sabemos cómo ganarnos nuestro fin”.

La literatura valdría. No sólo leer para pasar el tiempo, sino como quien toma, en perspicaz expresión de Julián Marías, “vitaminas de vida biográfica”, de modo que un sano sentido de emulación vigorice la realidad del lector. A don Quijote se le fue la mano con la dosis, pero nos dio la receta: leer las novelas de caballería con la pretensión de armarte caballero, siquiera de la caballería secreta.

Don Quijote nos dio la receta: leer las novelas de caballería con la pretensión de armarte caballero

Un cuento de Juanma Suárez, recogido en su libro Los tinteros vacíos no cuentan historias narra la estremeced­ora emoción de un repartidor de pizzas que tiene en tanta considerac­ión a sus clientes que imagina que lleva su paquete a un palacio de elfos tolkiniano­s y que alegrará el banquete de los héroes y los poetas que se reúnen alrededor de un rey. Ese efecto sublimador de la realidad a través de las historias a cuatro manos de los libros y nuestra imaginació­n se conoce de sobra.

El acierto de Suárez es el título que ha puesto a su cuento: “La entrega”. Es una muy feliz polisemia, porque aúna el hecho en sí de la pizza con el espíritu de la narración, que es el don que ese repartidor hace de sí mismo, al considerar tan honorables su trabajo y a sus excelsos clientes. La fantasía no es otro entretenim­iento virtual más, sino una herramient­a al servicio de los demás, como quería nuestro don Quijote que fuese su caballería andante a favor de viudas y huérfanos.

Me apunto a emular a Juanma Suárez. Hago entrega de este artículo, que es un mensaje secreto de vital importanci­a que llegará a los ojos de aquella dama o aquel caballero para cuyo corazón estaba destinado.

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