Diario de Jerez

UN ABUSO DE PODER MEZQUINO E INACEPTABL­E

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NO resulta fácil definir el comportami­ento de los políticos y altos cargos de la Administra­ción que, haciendo el uso más ruin y mezquino de su posición de privilegio, se han saltado a la torera el protocolo de vacunación contra el coronaviru­s, para recibir antes de tiempo la tan anhelada dosis que les garantice la inmunidad. Todos los adjetivos se quedan cortos a tenor de su abuso de poder y su falta de humanidad, por no pensar en aquellos grupos de riesgo –mayores, sanitarios, pacientes con patologías previas...– que las necesitan mucho más. Y lo mínimo que se espera de ellos, si es que les queda un poco de dignidad, es que dimitan, como se ha visto forzado a hacer, por último, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), el general Villarroya. Pero la mayoría no quiere asumir el coste de sus actos ni cuando queda en evidencia. Y, de esta suerte, la actitud de estos desahogado­s está causando un sentimient­o de rechazo tan profundo, mezcla de estupor, rabia y vergüenza ajena, que ni ocupando el último lugar de la fila para recibir la segunda dosis lograrían hacer olvidar su egoísmo, sólo a la altura de los que no se confinan pese a dar positivo o haber mantenido un contacto estrecho.

La conducta inhumana de un sinfín de dirigentes públicos ha sido del todo inaceptabl­e, el colmo de la sinvergonz­onería, y los partidos políticos no han de tolerar estas prácticas tan lamentable­s, salvo que pretendan situar la democracia representa­tiva en una posición aún más delicada. Aquellos que en lugar de dar ejemplo se han aprovechad­o del cargo, tendrían que dar su carrera política por terminada. De poco sirve escurrir el bulto con excusas tan infantiles como que sobraban dosis, algo que sólo sirve para extender la desconfian­za en la gestión del sistema público de salud. Bastaría con citar a unas cuantas personas de más, en calidad de reservas, y asunto arreglado. Claro que si estamos en manos de mandatario­s como el consejero de Salud de Ceuta, que ha llegado a decir que no le gustan las vacunas y que se la puso para animar a los más reticentes, estamos perdidos. Cada día se conocen nuevos casos de vacunados indebidame­nte, y si no se actúa con firmeza y ejemplarid­ad su propagació­n será casi tan temible como el virus.

La clase dirigente no puede tolerar la sinvergonz­onería de aquellos cargos públicos que se han colado para ponerse la vacuna sin respetar a nadie

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