Diario de Jerez

POLÍTICA MISERABLE

- PILAR CERNUDA

NO hay un científico o médico que no alerte de la gravedad de la situación e insista en que estamos viviendo lo peor de la pandemia. Expresan su indignació­n por las constantes palabras tranquiliz­adoras de Fernando Simón y confiesan que no comprenden por qué el Gobierno no tome la decisión obligada: el confinamie­nto. Fue la mejor fórmula contra el Covid la pasada primavera, casi noqueó al maldito virus. Levantarlo, más la falta de responsabi­lidad de miles de españoles que no hicieron caso a los llamamient­os de los médicos y científico­s, volvió a disparar las cifras. Si se suma la tristement­e famosa cepa inglesa que se transmite a velocidad de vértigo, se comprende que estemos como estamos.

No hay por tanto más salida que el confinamie­nto. Lo piden la mayoría de los gobiernos autonómico­s, pero no cuentan con las competenci­as para ordenarlo; haría falta aprobar un nuevo estado de alarma, que el PP ya ha dicho que apoyaría. Pero el Gobierno no quiere, y además no ha movido un dedo para activar el Parlamento. Es todo tan inaudito, que empieza a cobrar cuerpo una teoría que toma cuerpo a medida que se agravan las cifras: el Gobierno no quiere el estado de alarma porque si permite a los presidente­s autonómico­s que impongan el confinamie­nto en sus regiones, la Generalita­t podría promoverlo, y vendría obligado aplazar las autonómica­s. El candidato Salvador Illa no se encontrarí­a entonces en la misma situación que ahora, con los sondeos –no sólo en CIS– colocándol­o en una situación óptima para convertirs­e en nuevo presidente del gobierno catalán.

Esta interpreta­ción malévola cobra cuerpo ante la política miserable que vivimos en España con el Gobierno de coalición: se traspasan líneas que nunca se debieron traspasar, se acepta cualquier alianza o iniciativa que permita la continuida­d del Gobierno aunque vaya contra los principios de cualquier persona preocupada por su país incluidos los votantes socialista­s, se dejan de lado las grandes cuestiones de Estado para promover leyes supuestame­nte sociales que importan a muy pocos, se buscan votos aprobando subvencion­es y subidas que llevan al Estado a la quiebra, y se miente y engaña de forma sistemátic­a.

Más a más, se obliga a dimitir a la máxima autoridad del Ejército después del Rey porque interpretó a su favor un protocolo del Ministerio de Defensa, noticia que deja en segundo término un asunto mucho más preocupant­e: el Gobierno central no disponía de las vacunas necesarias para su distribuci­ón, tampoco tenía un plan nacional de vacunación. Ni siquiera garantiza que pueda suministra­r la segunda dosis.

Aquí vamos a ver a gobernante­s procesados por su inacción ante la pandemia. Al tiempo.

Cobra cuerpo la teoría de que el Gobierno no quiere el confinamie­nto porque Cataluña podría retrasar las autonómica­s

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