Al mal tiempo, buena cara
Refrán popular que aconseja hacer frente a los acontecimientos, cuando no se producen como quisiéramos o se tuercen inesperadamente, con la mejor actitud posible. Atinada sugerencia ante la adversidad. Si bien en sentido literal pudiera entenderse el conocido dicho como remedio contra el perjuicio ocasionado por un mal tiempo atmosférico, su interpretación abarca mucho más. No debe desestimarse tal actitud en cualquier otro hecho que nos dé la espalda por difícil o complicado que este resulte. Aun así se producen ciertas situaciones en las que no existe otra alternativa que aguardar su ansiado final haciendo irremediablemente de tripas corazón. Siendo hoy la fatal pandemia nuestra máxima preocupación confiar, a pesar de la pésima gestión a la hora de administrar las primeras dosis de la vacuna, en que muy posiblemente sea esta nuestra tabla de salvación. Nada se ganará frunciendo el ceño.
Nadie en sus cabales hubiese puesto buena cara de saber que el mal tiempo que rondaba Europa, procedente de la lejana Wuhan, podría alcanzar nuestro país y menos todavía llamar a nuestra puerta. El desconocimiento del virus y de sus nefastas consecuencias nos llenó de incertidumbre primero y miedo después. Alarma general ante los múltiples contagios, ingresos hospitalarios y numerosos fallecimientos. Era la primera ola que tanto daño nos hizo por no saberla capear. Recalmón tras el confinamiento decretado por el Gobierno que propicia una manifiesta mejoría en la situación sanitaria y económica en todas y cada una de las comunidades autónomas. Exceso de confianza, relajo y vuelta a las andadas. Cara y cruz en nuestro estado de ánimo. El incremento de los rebrotes a causa de la segunda ola propicia un nuevo revés aparentando el ciudadano ofrecer mejor talante del que de las adversas circunstancias pudiera desprenderse. Absoluto desbarajuste en el último mes del año generado por el disfrute de puentes, aglomeraciones en las calles y celebraciones navideñas quitando hierro a la evidencia de que el mal continúa estando entre nosotros. Ilusoria mejoría a causa del incremento en el ritmo de vacunación que incomprensiblemente no se sostiene. Vuelta a la realidad inmersos de lleno en la tercera ola que no hace sino traer desazón y desánimo. Absoluta discrepancia entre Gobierno, comunidades y profesionales sanitarios ante una situación extremadamente grave. Total descoordinación aun a sabiendas de que en esta ocasión no será suficiente con ponerle al mal tiempo, buena cara.