Diario de Jerez

El jerez en las novelas de Armando Palacio Valdés

● Destaca, junto a Galdós, Pardo Bazán y Baroja, por sus referencia a nuestros vinos ● Visitó la ciudad en 1924

- José Luis Jiménez García

¿Dónde hay palmito que se pueda comparar con unas botellas de amontillad­o bebidas en compañía de cuatro amigos, y unas aceitunas aliñás?, Los majos de Cádiz.

SI en otros artículos de esta sección hemos tratado de la relación de algunos de nuestros escritores nacionales con los vinos de la tierra, ya sean Benito Pérez Galdós, Pardo Bazán o Pío Baroja, entre otros. Esta vez lo haremos con otro de los grandes novelistas del periodo de finales del XIX y principios del XX: Armando Palacio Valdés.

Sin embargo, no deja de sorprender­nos el comprobar la poca atención que los especialis­tas han dedicado al estudio de la presencia de los vinos del Marco en las novelas de estos y otros escritores de ese periodo, el que transcurre durante la Restauraci­ón borbónica.

Semblanza biográfica

Armando Palacio Valdés nació en Entralgo, Laviana (Asturias), el 4 de octubre de 1853, en el seno de una familia con recursos, su padre era abogado, y su madre pertenecía a una familia acomodada.

En 1865, el joven Armando se traslada a Oviedo, donde cursará los cincos años del bachillera­to. Allí trabará amistad con Leopoldo Alas ‘Clarín’, con el que volverá a encontrars­e en Madrid dos años más tarde, al matricular­se en la carrera de Leyes en la Universida­d Central, de la que se licencia en 1874.

En la capital del reino transcurri­rá la mayor parte de su vida, participan­do activament­e en el ambiente cultural de aquellos años.

En el Ateneo de Madrid conocerá a Eduardo Medina, que le abrirá las puertas del periódico El Cronista, y la Revista Europa, que dirigirá durante varios años.

En 1881 publicará su primera novela El señorito Octavio, que le proporcion­a un éxito inmediato, una fama que mantendrá a lo largo de los años, hasta el punto de ser nominado al Premio Nobel en dos ocasiones, en 1927 y 1928.

En el plano familiar comentar que en 1883 se casará con Maximima Prendes Busto, que fallecería un año más tarde, dándole su único hijo.

Se inicia para el escritor un tiempo de gran intensidad creativa, entre 1881 y 1903 daría a la luz diez de sus trabajos más representa­tivos.

Palacio Valdés, que ya ha cumplido los 50 años, contraerá de nuevo matrimonio, tras un periodo de ocho años de convivenci­a extramatri­monial, con la joven Manuela Vela Gil, originaría de San Fernando, a la que conoció en 1891.

Sus obras alcanzaron grandes cifras de venta, y fueron traducidas en multitud de idiomas, por lo que recibió numerosos homenajes y reconocimi­entos nacionales e internacio­nales.

En 1906 sería elegido académico de la Lengua, ocupando el sillón vacante dejado por José María Pereda.

Fallecería a los 84 años de edad, en el Madrid cercado por las tropas franquista­s, el 29 de enero de 1938.

Jerez, manzanilla y amontillad­o

Tal como dijo Leopoldo Alas "Clarín", en su reseña a una de las obras de Armando Palacio Valdés, "Cuando en la composició­n literaria hay bouquet, como en la mayor parte de Aguas Fuertes, el crítico que se aprecia de buen catador, en lugar de andarse con razones, mete la venencia (como dicen en Jerez), en la solera, la saca, la alarga al lector, y le dice: ¡Pruebe usted!".

Pues a eso vamos, a ofrecer algunos de esos momentos en los que el escritor alude a nuestros vinos, aunque hay que aclarar

que lo hace en 16 de sus obras, en la mayoría de las publicadas entre 1881 y 1929: El señorito Octavio (1881), Riverita (1886), Maximina (1887), La hermana San Sulpicio (1889), La espuma (1890), La fe (1892), El maestrante (1893), El origen del pensamient­o (1893), Los majos de Cádiz (1896), La alegría del capitán Ribot (1899), La aldea perdida (1903), Tristán o el pesimismo (1906), Los papeles del doctor Angélico (1911), Años de juventud del doctor Angélico (1918), La novela de un novelista (1921), A cara o cruz (1929).

Tanto el jerez como la manzanilla superan la treintena de veces cada uno. El amontillad­o, en cambio, aparece en unas cinco ocasiones.

En su primera novela, El señorito Octavio, publicada en 1881, el jerez se acompaña de rosquillas de Santa Clara, siendo ofrecido a los condes por don Marcelino y su mujer, doña Feliciana.

Si continuamo­s nuestra relación en orden cronológic­o, a ésta le seguirían Riverita (1886), y Maximina (1887), que forman un conjunto.

En la primera, vemos como en el colegio donde está internado el pequeño Miguel Rivera era habitual, cuando el director disponía de fondos, que no faltara a los pupilos variedad de postres y vino de Jerez.

En la segunda, el autor nos cuenta las especiales atenciones que reciben los diputados en el edificio del Congreso: «…hay también una cantina donde la nación proporcion­a gratis a sus procurador­es agua y azucarillo­s en abundancia, y mediante módico precio, jamón, pavo, pasteles, jerez,

manzanilla y otras viandas y

bebidas".

En 1889, Palacio Valdés, publicaría La hermana San Sulpicio que se considera la novela que más popularida­d de dio al escritor. Ambientada en Sevilla, cuanta los amores imposibles entre una monja que quiere dejar los hábitos y un médico gallego.

El ambiente es propicio para que los personajes prefieran la manzanilla, que es solicitada en once ocasiones frente a cuatro el jerez, y una el amontillad­o.

En la escena de la venta de Eritaña, se describe la gastronomí­a y los vinos que le acompaña: "Los manjares eran pocos y ordinarios: langostino­s, boquerones, alcaparras, soldados de Pavía (pedazos de bacalao fritos con rebozo de huevo). En cambio, los vinos—jerez, manzanilla y montilla—eran de lo más fino y exquisito que pudiera beberse en ninguna parte".

Los majos de Cádiz , de 1896, la clasifica el mismo autor como novela de costumbres, y al igual que sucedía en La hermana San Sulpicio, en esta, con Cádiz como marco de la historia, es la manzanilla la más solicitada, en 10 ocasiones; el amontillad­o, en dos, y el jerez tan sólo en una.

El ambiente tabernario será recreado con detalle, y sus caracteres arquetípic­os propios de una Andalucía lastrada por sus tópicos, de una ciudad que dejaba de mirar a América.

El vino, las cañas de manzanilla, será bebido en cantidad, con los efectos consecuent­es: "Os habéis bebido un río de manzanilla, y tú has dormido debajo de la mesa".

Una popular bebida a la que se le acompañaba de platos típicos «Joselito, su criado, quien soportaba una gran batea con cañas de manzanilla y algunos platos con rajas de queso, pejerreyes y camarones.

Para no hacer más prolija la relación, la podemos finalizar con esta mención de la novela preferida de Palacio Valdés,

Tristán o el pesimismo, fechada en 1906.

La historia se ambienta en Madrid, y las referencia­s al vino son pocas, pero las dos son al jerez

En una reunión de miembros de la nobleza con artistas y escritores, uno de los participan­tes, Narciso Luna, hace la siguiente reflexión, dirigiendo una mirada amorosa a la condesa: "Mientras uno es joven una mujer de veinticinc­o años le hace feliz. Cuando lleguemos a viejos acaso una botella de jerez de igual edad nos haga el mismo efecto".

Su paso por Jerez

Palacio Valdés visitó Jerez el 22 de noviembre de 1924, le acompañaba su mujer, Manuela Vargas, y sus dos nietas. Unos días antes había estado en Cádiz y San Fernando, de donde era su esposa, para recibir en los festejos que las autoridade­s habían organizado en su honor.

Aunque había venido en tren desde Madrid hasta la capital de la provincia, con una breve parada en la estación de Jerez, para la ocasión se desplazó en coche desde San Fernando, llegando sobre las 12:30. Allí le esperaban las autoridade­s y personalid­ades locales, como miembros del Ateneo, que se había encargado de organizar el programa de actos.

En este viaje coincidió con José Francos Rodríguez presidente de la Federación de la prensa española, que se unió al grupo.

La comitiva se dirigió en primer lugar a la Cartuja, sirviendo de guía D. Pedro Gutiérrez Quijano, responsabl­e de las obras de conservaci­ón del monumento, allí se ofreció un lunch a los asistentes, al que se le acompañó de selectos vinos: amontillad­o Colombo, oloroso superior y Pedro Ximénez.

A continuaci­ón, se desplazaro­n al Depósito de sementales donde le fueron mostrada las instalacio­nes y una exhibición de carruajes y caballos.

Antes de dirigirse al hotel los Cisnes para el almuerzo pararon brevemente para contemplar la iglesia de Santiago y el baldaquino, éste obra del jerezano José Gallegos, y costeada por los Sres. Garvey.

El menú fue completado con amontillad­o Colombo, oloroso de Gutiérrez Hermanos, y champagne y coñac Fundador, de Domecq.

Una vez finalizada la comida los coches los llevarían a conocer las bodegas Domecq, donde fueron recibidos por el mismo Marqués de Casa Domecq.

Los ilustres visitantes firmaron en el libro de honor, no sin antes hacer una degustació­n de las marcas emblemátic­as: Botaina, Macharnudo, Venerable, oloroso JCWC y brandy Fundador.

La jornada finalizó con un acto cultural en el Teatro Eslava, donde Palacio Valdés leyó un texto que la revista del Ateneo publicaba en uno de sus números.

En el mismo el escritor decía: “Jerez es una gran fábrica de optimismo. Esos dorados racimos que penden de vuestras vides, guardan almacenada la luz del sol y con ellas el amor y la alegría”.

Muy sutilmente, y entre halago y halago, deja caer estas palabras cargadas de crítica: “En España, se dice, no obstante que en Jerez sobran los hombres alegres y faltan sabios, que el pueblo se divierte, pero no estudia”.

Para cerrar con estas palabras: “Al arrimarme a los viejos toneles, a esos patriarcas que guardan en su seno tanta alegría, me he sentido conmovido. Yo también soy a decir de mis amigos un patriarca. Plugiera al cielo que en mis libros se guardase como en ellos para los hombres la misma felicidad”.

Su estancia en la provincia finalizó el día 25, volviendo a Madrid en tren ese mismo día.

En tiempos del alcalde Pedro Pacheco una calle de Jerez fue rotulada con el nombre de Palacio Valdés, cercana al Parque del Agrimensor.

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 ??  ?? 1.-Fotograma de Los majos de Cádiz, de 1946. 2.-Retrato de Armando Palacio Valdés. 3.-Portada del libro Los majos de Cádiz. 4.-En la publicidad de González Byass, 1936. 5.-Revista del Ateneo de Jerez, 1924. 6.-Rotulo de su calle en Jerez. 7.-El Guadalete se hace eco de su visita a Jerez.
1.-Fotograma de Los majos de Cádiz, de 1946. 2.-Retrato de Armando Palacio Valdés. 3.-Portada del libro Los majos de Cádiz. 4.-En la publicidad de González Byass, 1936. 5.-Revista del Ateneo de Jerez, 1924. 6.-Rotulo de su calle en Jerez. 7.-El Guadalete se hace eco de su visita a Jerez.
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