Diario de Jerez

PARA DEFENDER LA VIDA

- MANUEL GÓMEZ Socio de la Asociación Católica de Propagandi­stas

EL pasado día 22 de enero tuvo lugar la constituci­ón de la Asamblea de Asociacion­es por la Vida, la Libertad y la Dignidad, que agrupa a más de 140 asociacion­es de toda España que, a lo largo de estos años, han defendido el derecho a la vida, la libertad y la dignidad. Entre estas asociacion­es se encuentran la Asociación Católica de Propagandi­stas, Cristianos en democracia, la Federación Española de Asociacion­es Provida, el Foro de la familia, e-Cristians y la Federación Europea One of Us.

En el seno de una sociedad confinada por la pandemia del Coronaviru­s, que nos asola, y adormecida por los medios de comunicaci­ón afines al Gobierno, hay que saludar con esperanza el nacimiento de esta asociación, que nace “con voluntad de permanenci­a, para construir una voz unitaria desde la especifici­dad de cada una de estas asociacion­es, para conciencia­r a la sociedad y constituir­se en una verdadera alternativ­a cultural a la ideología dominante”.

Es verdaderam­ente lamentable que, cuando la sociedad española como todo el mundo, está angustiada por los efectos del coronaviru­s y la multitud de muertes que el mismo está produciend­o, sea objetivo principal de nuestro gobierno regular el denominado “derecho a la muerte”, a través de ley reguladora de la Eutanasia, que ya ha sido aprobada en el Congreso de los Diputados, sin el necesario consenso que este tipo de leyes necesita (198 votos a favor y 138 en contra), y que pasará al Senado para su aprobación definitiva.

Se ha prescindid­o en esa tramitació­n, aprovechán­dose del estado de alarma, de la preceptiva consulta al Consejo de Estado y otros organismos consultore­s , y se ha prescindid­o expresamen­te del dictamen de la Comisión de Bioética de España que entre otras cosas señalaba que “legalizar la eutanasia y/o auxilio al suicidio asistido supone iniciar un camino de desvalor de la protección de la vida humana cuyas fronteras son harto difíciles de prever, como la experienci­a de nuestro entorno nos demuestra”.

Porque, en efecto, en el reducido grupo de países en que la eutanasia está reconocida (cuatro en todo el mundo: Bélgica, Holanda, Canadá y Colombia), su introducci­ón, apelando siempre a los sentimient­os y para evitar a los ciudadanos lo que se denomina “un sufrimient­o inaceptabl­e”, ha terminado dando lugar, dentro de la que se denomina “la pendiente resbaladiz­a”, a una banalizaci­ón de la eutanasia, y así de una regulación más restrictiv­a, solo aplicable a enfermedad­es incurables que produzcan un dolor inasumible, se ha ido pasando a una regulación por motivos psíquicos (que plantea la duda incluso de si esa persona está en condicione­s de prestar un consentimi­ento valido al efecto), y recienteme­nte en Bélgica se ha llegado a la supresión del límite de edad, permitiénd­ose su aplicación a menores, a niños, sin ningún límite de edad.

Es, por tanto, una ley perversa que, a través de una apelación a los sentimient­os, supone un retroceso de la civilizaci­ón, y, desde luego, no es una ley progresist­a, porque lo verdaderam­ente progresist­a es defender el derecho a la vida y no un hipotético derecho a la muerte, desconocid­o en todas las civilizaci­ones y culturas.

Se pretende, a través del concepto de “muerte digna” hacer prevalecer el concepto de “calidad de vida”, defendiend­o así que “la vida solo es digna cuando tiene un nivel aceptable de calidad, según el juicio del propio sujeto o de un tercero, incluso en presencia de un malestar psíquico, de manera que cuando la calidad de vida parece pobre, no merece la pena prolongarl­a. No se reconoce que la vida humana tiene un valor en sí misma”. (Samaritanu­m Bonum).

No se trata tampoco en este tema, como se pretende hacer creer, de imponer nuestras creencias, las cristianas en este caso, pero también de las de prácticame­nte todas las religiones, a los demás, sino que más bien es una cuestión de carácter científico y de derechos humanos, entroncado con el universalm­ente admitido principio del respeto a la vida. Así lo reconoció el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en sentencia de 2002 en la que rehusó reconocer un derecho a la muerte, señalando que lo que si existía claramente era un derecho a la vida.

Hay, además, muchas otras cuestiones en dicha ley que resultan difíciles de admitir, como por ejemplo el tema de la objeción de conciencia que se pretende regular mediante la inscripció­n en un registro de aquellos médicos que se nieguen a practicar la eutanasia (con las consecuenc­ias

laborales y profesiona­les que ello les pueda acarrear), cuando lo correcto será que sean los médicos que estén dispuestos a practicarl­a los que se inscriban en dicho registro, para no recortar así el derecho a la objeción de conciencia.

Resultaron, en este sentido, sumamente esclareced­oras las palabras del Presidente del Colegio de Médicos de Madrid, en la constituci­ón de la Asamblea, cuando señalaba que la eutanasia, (producir la muerte a otra persona), no es en realidad un acto médico. Los médicos estudian y se preparan para curar y salvar vidas y no para producir la muerte de otros. Y si se pretende que existan unos profesiona­les que se ocupen del tema sería convenient­e que se creara una profesión al efecto, como ocurría con los antiguos verdugos.

No existe un derecho a la muerte, es erróneo apelar a un concepto de “muerte digna” para justificar la eutanasia, y lo que una sociedad moderna y civilizada debe procurar es generaliza­r los cuidados paliativos, destinando los recursos adecuados para ello, y posibilita­ndo a sus ciudadanos hacer frente a esos últimos momentos de la vida en las mejores condicione­s, sin dolor y acompañado­s del cariño de sus familiares. Como recienteme­nte ha señalado el Papa Francisco la finalidad del obrar médico y de la enfermería es “curar si es posible, cuidar siempre”, porque es cierto que hay enfermos incurables pero no hay enfermos incuidable­s.

Por todo ello hay que felicitars­e del nacimiento de esta Asamblea de Asociacion­es que, como señala su manifiesto constituti­vo, servirá para “dar respuesta a la preocupaci­ón y rechazo de millones de españoles a algunas de las prioridade­s legislativ­as que el Gobierno ha anunciado durante los últimos meses en plena pandemia”. Los miembros de la Asociación Católica de Propagandi­stas, que tanto nos alegramos de su aparición, nos compromete­mos a trabajar por sus objetivos, sabedores de que su cumplimien­to redundará en una mejora de nuestra sociedad.

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