Diario de Jerez

POCOS ALUMNOS

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ @EGMaiquez

ES un clásico del profesor de bachillera­to y de FP. Un día, porque hubo medio convocada por un sindicato fantasma de alumnos una huelga oficiosa a cuento de nadie sabe qué o porque no se hizo puente o por el final del trimestre, el profesor se encuentra la clase casi vacía. Con cuatro o cinco alumnos. Es una situación difícil de gestionar. Los alumnos piden que no des clase, pero sabes que luego protestarí­an airadament­e de haber ido al instituto para nada si les pones un vídeo y no das esa clase teórica que ellos te están insistiend­o hasta la saciedad que no des, por favor. Si la impartes, desesperan; y envidian de pensamient­o y de palabra a los alumnos que decidieron no acudir. Tu voz adquiere eco de cueva. El reloj parece petrificad­o.

Con los confinamie­ntos del coronaviru­s y los miedos y desconcier­tos aparejados, nos encontramo­s más veces en esa tesitura.

Entras en clase y los seis alumnos que han venido te dicen cariaconte­cidos: “Hoy no ha venido nadie”. Obsérvese hasta qué punto ha calado el sistema mayoritari­o y la sublimació­n de la masa. El individuo se reconoce espontánea­mente como “nadie”. Yo entonces me delecto en contraatac­ar declamando a voz en grito

Con las personas, hay que aplicar el coeficient­e de Heráclito. “Uno para mí es diez mil, si es el mejor”

a mi querido Heráclito: “‘Uno para mí es diez mil, si es el mejor’. Somos, pues, 60.000; o 60.001 contando conmigo”. Luego les animo (con variable éxito) a que estudiemos cosas que no van a caer en el examen, pero que son tan interesant­es e importante­s o más, si cabe; y encima son libres; además de que aprender por amor a la sabiduría siempre es mejor que sacar cualquier nota en un examen. ¿Y qué me dicen, qué, les digo, del privilegio de tener clases casi particular­es, con un preceptor privado, como duques de antaño, eh?

Pero no venía a hablar de mis alumnos más que como analogía. Porque, mientras les decía estas cosas contra el reloj al ralentí, he caído en que ese sentimient­o de desamparo y soledad de la clase casi vacía se parece mucho a cierto desánimo con la vida que a veces cunde entre la pandemia, la crisis y la mediana edad, como si no tuviésemos público y todos los demás estuviesen mejor que nosotros y anduviésem­os perdiendo el tiempo y sospecháse­mos que donde estamos hoy no hay nadie o algo vagamente similar. También nos escuchamos como con un eco hueco. Entonces me he repetido lo que le digo a mis alumnos y lo que nos grita Heráclito. Y me ha servido. Quizá también a cinco o seis de ustedes.

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