A Joaquín Argudo Aranda, in memoriam
Estimado Joaquín, querido primo, apreciado Quino. Dios, hacedor de todo te ha llamado y tú, sin dudar un momento, estabas dispuesto. Hace días, semanas, te habían ingresado en el hospital. He hablado con tu dulce mujer, María. Ella en su dolor estaba serena, sin que se le notara nada porque el dolor lo llevaba en su interior. He hablado con ella y me confirma lo que temíamos: has sido llamado a la gloria del Padre para entregarte el premio de los justos.
Qué poco tiempo, estimado primo, y sin poder visitarte por esta maldita enfermedad que nos tiene casi internos en nuestras propias casas. No obstante, nos pidió que rezáramos por ti y por todos los enfermos en general. Qué rasgo más humano y generoso.
Pedíamos a Nuestro Señor y a su Santísima Madre de Él y nuestra por tu recuperación. Parece que estábamos pidiendo un milagro cuando el milagro es la propia vida. No te has ido, como suele decirse. Has sido llamado. Has estado cuidado por las personas más profesionales de la Medicina, empero sabemos que el médico cura a veces, alivia a menudo y consuela siempre. Por algo que ahora no viene al caso no puede estar en tus exequias, no pude darle el abrazo a tus hermanos, a tus cuñados, a tus hijos y despedirme de ti. Las cosas de la vida, estimado Quino.
Dios nuestro Señor se manifiesta a través de los hombres buenos y tú eres uno de ellos, con tu ejemplo hemos sido mejores. Un hombre sencillo con una fe sin fisuras, inquebrantable, con una sonrisa limpia y transparente. Fiel esposo, padre cariñoso, inapreciable abuelo, en ti se repetían los mejores momentos de hoy, de ayer. Te doy las gracias porque con tu comportamiento, sin hablar, nos has enseñado tanto, nos has dado lecciones de todo y cada cosa en su momento.
Hombre de fe, caballero, modelo de ti mismo, educado, un hombre cabal. Todo al lado de tu dulce María, tus hijos y nietos que hoy están tristes, es lo natural, como también lo estamos tus primos y demás familia. Vuestros hijos llevarán los apellidos y también los genes y así generación tras generación.
Hoy tú, cuando Él lo disponga yo.