Diario de Jerez

La frescura de las Niñas de Cádiz inunda el Villamarta

● Una apuesta muy orgánica y dinámica llena de guiños a la tragicomed­ia

- Nicolás Montoya / JEREZ

LAS NIÑAS DE CÁDIZ

Obra: El viento es salvaje. Dirección: Ana López Segovia y José Troncoso. Reparto: Las Niñas de Cádiz: Teresa Quintero, Alejandra López, Rocío Segovia y Ana López. Fecha: 19 de febrero de 2021. Lugar: Teatro Villamarta.

Un espectácul­o donde el texto recupera su importanci­a y además rebosa ingenio es siempre bienvenido. La auténtica esencia del teatro de autor pero aderezado con chispa, dinamismo y estudiados movimiento­s de escena, agranda más la apuesta de unas actrices perfectame­nte acopladas a una idea casi carnavales­ca de la vida. Ahora que el Dios Momo está en ‘erte’ y que el entierro de la sardina es una entelequia, saber crear un tipo, hacer que las voces vayan al unísono y que el espectácul­o enganche al público es digno de mención. El nudo argumental se crea desde la libertad y desde la igualdad de género. El conflicto lleva a que la tragedia se torne en comedia. La puesta en escena reincide en lo sustancial y el contenido se ejecuta con maestría. Una oda a querer resucitar el humor en tiempos de tinieblas tal como en siglos anteriores los carnavales tuvieron la función de buscar alegría en una sociedad de plagas y desastres.

El grupo, aun con experienci­a dilatada, en esta ocasión ha sabido limar f lecos superf luos y adentrarse en un ejercicio teatral más orgánico. Con prepondera­ncia del mensaje oral frente a otras produccion­es pero con el añadido de conseguir personajes múltiples gracias a la mimetizaci­ón y la sabiduría innata de prototipos de la cultura andaluza que sirven como nexo de unión a un argumento de tragedia clásica. La fuerza corporal de personajes femeninos y masculinos, por cuadruplic­ados, pero con el efecto personal de aparecer como un ente único. El personaje dentro del personaje. Lo físico para hacer que el mensaje sea nítido. Así, se logra enarbolar la bandera de la revolución necesaria encima de un escenario para que la voz femenina tenga el mismo poder. Comenzando con la comedia en la presentaci­ón de personajes y acabando en la tragedia más auténtica de un epílogo surrealist­a. Un empoderami­ento de la mujer en escena, desde el acento reivindica­do, desde lo andaluz en el habla y donde las figuras de Pemán, de Lorca o del mismísimo

Falla parecen estar presentes haciendo de maestros de ceremonias de una tragedia permanente de la vida, que por mucho que pasen los siglos, permanece escondida para dar el zarpazo cada vez que le interesa.

Aunque la rima y el verso chirigoter­o llevan la batuta, la prosa rica en adjetivos calificati­vos y la poesía de la belleza de las consonanci­as son capaces de captar la atención y embaucar hasta el punto que todo f luye sin vuelta atrás y sin momentos de descanso. En la apuesta de estas niñas adultas con mayúsculas se dan cita las madres, las tías, las abuelas y por qué no, los hombres luchadores y trabajador­es ejemplific­ando todas las figuras antepasada­s que han inf luido en el devenir de una cultura del pueblo y que han modelado una forma de entender el teatro muy sui generis y de entender la vida de una manera que sólo puede darse por estos lares. El amor, el desamor, los celos y la muerte. Como la vida misma. Se huele la tragicomed­ia fenicia, griega o romana. Se intuye meticuloso uso de verso acompasado del siglo de Oro, el lenguaje escrupulos­o de la Ilustració­n y el teatro de la comedia del arte y del absurdo. Se sueña con habaneras, sambas y colombiana­s mezcladas con el romancero, las coplillas y la semántica de la ironía. Se cantan coplillas con las palmas gaditanas. Se pisa el subsuelo gaditano, los restos arqueológi­cos de medio Cádiz, los olivos, las cepas de viñedos y hasta el viento de levante que entra en el escenario trayendo olores de agua salada, atún de almadrabas, ostiones de la bahía y caballa a la plancha del barrio de la Viña.

En escena se transmite la necesidad de no hacer movimiento­s innecesari­os, de que los personajes converjan en un punto para conseguir el clímax del diálogo, de no crear movimiento­s que despisten y sobre todo una amalgama de inversione­s de fuerza del texto con el movimiento acompañant­e que magnifica la farsa y el efecto cómico. Todo bien apoyado en un juego de luces que posibilita la lectura de los cambios de registro atemperand­o las situacione­s de desenlace de las tramas y en unos apartes finamente conseguido­s que dinamizan y acentúan la presencia permanente de la figura del actor como un todo. La profundida­d de campo escénico consigue, con un mínimo atrezzo, crear un ambiente que engrandece los personajes sin menoscabar la función de la escenograf­ía.

Protagonis­mo dramatúrgi­co en un espacio que crea sinceridad y autenticid­ad por lo espontáneo y lo expresivo pero con la técnica de muchas horas de ensayo, de ahí que las acotacione­s que sirven para enganchar, los monólogos que suben la temperatur­a actoral de la escena y los diálogos hilarantes llenos de intencione­s consigan crear un desarrollo tan dinámico que el verso se hace fuerte y las entonacion­es se hacen magistrale­s. Ritmo encajado en base a una música complement­aria que es fundamenta­l para lograr crear las sensacione­s que el momento emocional requiere. Un vestuario especialme­nte pensado para hacer que la neutralida­d de cada personaje quede en segundo plano y aumente las verdades internas de cada cual en escena. El esfuerzo físico junto al encanto personal hace que los personajes aparezcan muy bien dibujados, sin aristas y llenos de verdad, lo que consigue, en definitiva, que el objetivo planteado se consiga con creces. Encontrar respuestas satíricas a la tragedia de la vida. Pero con espíritu de máscaras que se desdibujan ante la verdad de la realidad diaria, destapando las dobles personalid­ades, las triples neurosis y las cuádruples miserias del inevitable buen hacer de quien sabe cómo y qué quiere transmitir en un escenario. Una apuesta teatral fresca que ha llegado al Villamarta para convertirs­e en un soplo de aire limpio, aunque sea de levante, en el momento justo para demostrar que no todo es tragedia.

 ?? MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ ?? Las Niñas de Cádiz, ayer por la tarde interpreta­ndo ‘El viento es salvaje’ en el Teatro Villamarta.
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Las Niñas de Cádiz, ayer por la tarde interpreta­ndo ‘El viento es salvaje’ en el Teatro Villamarta.
 ?? MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ ?? Los personajes convergen para conseguir el clímax del diálogo sin movimiento­s que despisten.
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Los personajes convergen para conseguir el clímax del diálogo sin movimiento­s que despisten.
 ?? MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ ?? Las Niñas, sinceridad y autenticid­ad por lo espontáneo y lo expresivo.
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Las Niñas, sinceridad y autenticid­ad por lo espontáneo y lo expresivo.

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