Diario de Jerez

LA RECUPERACI­ÓN DEL CAMINO DE SANTIAGO

- FERNANDO LALANDA PIJOAN Investigad­or

EL éxito actual del Camino de Santiago, fenómeno por el que cada año se arrastra hacia Compostela, andando, a cientos de miles de peregrinos de todo tipo, condición o lugar de la geografía mundial, entronca con el auge vivido antaño en nuestro suelo peninsular, allá por la época medieval. Esta recuperaci­ón de la vieja Ruta Jacobea a primera vista se nos figura que se pudo iniciar en aquel lejano y ya mítico Año Santo de 1993, con el inventio del Xacobeo, algo que no se ajusta a la verdad.

El término latino de inventio se puede traducir de dos formas, como invento, y también como hallazgo o descubrimi­ento. Dejando a un lado la ideación del nuevo vocablo de “xacobeo” como nombre propio, según la Tradición jacobea se conoce como Inventio al encuentro en Galicia de los restos mortales del Apóstol Santiago, un hecho que atrajo a media Europa a visitar el lugar donde se encontraba su sepulcro, la gran reliquia que suponía el cuerpo entero de uno de los discípulos más cercanos a Cristo.

Posteriorm­ente, estos restos mortales fueron escondidos en 1589 para evitar que pudieran ser saqueados por la Contra Armada inglesa comandada por el corsario Drake, y sucedió que al morir las personas que lo ocultaron se perdió la memoria de su ubicación, lo que coincidía con la etapa en la que empezó a estar en declive la visita de los europeos a Compostela, principalm­ente por alteracion­es en los cultos religiosos: anglicanis­mo, culteranis­mo, etc.

Cerca de tresciento­s años después los restos mortales de Santiago fueron de nuevo encontrado­s en 1879. Al ser dados por buenos por el Vaticano en 1984 mediante la Bula papal Deus Omnipotent, se inició un esfuerzo por parte del arzobispo compostela­no don Miguel Rico Payá para recuperar el anterior esplendor de la iglesia y ciudad de Santiago de Compostela.

Pero sería su posterior sucesor el cardenal Martín Herrera, (1889 a 1922) quien descubra el método de las peregrinac­iones organizada­s para devolver la sensación, tanto a los participan­tes como a sus conciudada­nos, de esa impresión de brillantez del Año Santo Compostela­no. Estas peregrinac­iones organizada­s consistían básicament­e en hacer acudir a Compostela, cada quince días, a una de sus 35 archidióce­sis dependient­es del arzobispad­o, contabiliz­ándose a lo largo del Año Santo una media de 150.000 feligreses/peregrinos.

En el segundo ciclo jubilar del siglo XX las peregrinac­iones dejaron de ser tan regionales para ser considerad­as nacionales. Sumidos en el nacional-catolicism­o el Estado Espol del General Franco se realizaba todos los años jubilares concentrac­iones/peregrinac­iones multitudin­arias de las institucio­nes de régimen: Falange, Frente de Juventudes, Sección Femenina, SEU, etc. La populosa peregrinac­ión del Acción Católica de 1948 llevó a muchos de sus componente­s andando, dejando una semilla de participac­ión que fructifica­ría más adelante.

Ya en el tercer Ciclo jubilar, el Año Santo de 1965 fue espectacul­ar, coincidió con el aperturism­o turístico de España a Europa y se quiso que la Ruta Jacobea fuera un producto cultural , Además de declarar al Camino de Santiago Conjunto Histórico Artístico y de dotarle de un Patronato, no se escatimaro­n recursos para su logística y promoción. Pero el Turismo de masas se decantó más por el Sol y las playas de nuestro Mediterrán­eo olvidando al Camino.

Transcurri­do el ciclo, ya en el año 1985 se produjo un efecto crisol de acontecimi­entos cuya consecuenc­ia fue la utilizació­n de la historia del Camino como nexo de vertebrado­r de España a la Unión Europea: la Declaració­n de Patrimonio de la Humanidad, la fundación de múltiples Asociacion­es de Amigos del Camino y la convocator­ia de Juan Pablo II a peregrinar en su encuentro en la Jornada Mundial de la Juventud en Compostela. Todo este cultivo dio lugar al que el siguiente ciclo que nació en el Año Santo de 1993 la Ruta Jacobea comenzara a dar las cuotas más altas de participac­ión y popularida­d, lo que coloca al Camino de Santiago en una multitudin­aria segunda era histórica.

Pero a pesar de las acciones institucio­nales: locales, nacionales e internacio­nales; de la activa participac­ión de la Iglesia, ya sea a nivel papal, arzobispal o de simple cura de pueblo, se puede considerar que la verdadera razón del éxito del Camino de Santiago se ha debido al entusiasmo de sus peregrinos, quienes quedan prendados de su experienci­a y transmiten, boca a boca, con verdadera pasión la realizació­n de esta última gran aventura de Occidente.

Fernando Lalanda Pijoan es peregrino, documental­ista, investigad­or y coleccioni­sta.

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