Diario de Jerez

EN LA ESPAÑOLA

- JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES

POCAS semanas después del intento de golpe del 23-F de 1981, ETA político militar declaró una tregua y entró en un proceso de reflexión en el que discutió si seguir con sus atentados o dejarlos para participar en política. Tal fue el impacto de la intentona que la que había sido la facción más violenta de ETA se planteó si con sus asesinatos no terminaría provocando una dictadura militar. Finalmente, la discusión terminó en una escisión de los polimilis; la llamada VII Asamblea negoció con el Gobierno de la UCD, parte se integró en Euskadiko Esquerra, de Juan María Bandrés, y los de la octava siguieron

matando con mayor crueldad. También terminó por disolverse, y dejaría a ETA militar la exclusivid­ad de la factoría de dolor, secuestros y asesinatos.

Esto ha pasado desapercib­ido en estos días de recuerdo del 23-F, pero conviene traerlo a la memoria para aquellos que han venido sosteniend­o con la ligereza del adolescent­e que aquello del Congreso fue poco más que un autogolpe planificad­o para engrandece­r el reinado de Juan Carlos I. Esta miseria del autogolpe se escuchó en el programa de Televisión Española que se emitió a la vez que el discurso de Felipe VI en el Congreso, sin que el moderador advirtiese de que, para lanzar tal acusación, al menos había que aportar algún dato.

En ese mismo programa, que es un ejemplo de lo que Pablo Iglesias entiende que

debe ser un medio de comunicaci­ón público, se chotearon de la poca gente que había en la Carrera de San Jerónimo para aplaudir a los Reyes. No fue un apunte ni un comentario, sino un dardo a una Jefatura del Estado que no soportan.

Lo que trasluce, en realidad, es el inmenso malestar que provoca en Podemos, sus aliados independen­tistas y lo más antiguo de la ultraderec­ha la conmemorac­ión del 23-F, porque no encaja en su relato común que el rey Juan Carlos I fuese la pieza esencial de esa noche. Tampoco en la de Eduardo Madina, joven socialista que se sacó de la manga, al día siguiente, que con el golpe no sólo acabó el Rey, sino otros grupos ciudadanos que, no obstante, no salieron a la calle durante esas horas.

Y no salieron, entre otras razones, porque así se pidió para no dar argumentos a los golpistas. Jordi Pujol, que habló con el Rey aquella tarde y transmitió el apoyo de la Corona a la Constituci­ón, lo explicó por la radio. Quien no lo hizo fue el lehendakar­i Carlos Garikoetxe­a, que estuvo desapareci­do toda esa noche. Y eso tampoco lo quiere recordar el PNV, otro de los que hubiera puesto sordina a la conmemorac­ión.

La miseria del autogolpe del 23-F se escuchó en TVE, sin que el moderador pidiese, al menos, un dato

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