Diario de Jerez

El Rebusco:

La conexión holandesa del sherry

- José Luis Jiménez García

EN fechas pasadas, concretame­nte el 17 de octubre de 2016, dediqué uno de mis artículos de ‘El rebusco’ a ‘Los nombres del jerez en Holanda’.

Transcurri­do el tiempo, y rebuscando aquí y allí, he podido dar con más datos de las especiales relaciones que el jerez ha mantenido durante siglos con uno de sus mercados más tradiciona­les, el de los Países Bajos.

Como dijimos en su momento, Holanda ha sido, junto a Gran Bretaña y Alemania, uno de los tres mercados tradiciona­les para los vinos de Jerez. Esta relación comercial viene de muy lejos, tal como lo atestiguan los trabajos de Sancho Sopranis,

‘Relaciones entre Jerez y Flandes durante el siglo XVI’, y el del profesor José Antonio Mingorance, ‘La colonia extranjera en Jerez a finales de la Edad Media’.

A pesar de las convulsas relaciones que se produjeron en siglos posteriore­s, los holandeses mantuviero­n su afición por nuestros caldos, cuyo consumo se incrementa­ría a partir del siglo XIX, llegando su apogeo hasta mediados del XX, en el que el jerez vería disminuir dramáticam­ente sus ventas en aquel país. Las causas son varias, y de todos conocidas, incluidas las imitacione­s.

Los nombres de aquellos comerciant­es y bodegueros de origen holandés son los que queremos reivindica­r. Fueron ellos los que desarrolla­ron una labor encomiable para hacer llegar a todos los lugares de los Países Bajos nuestros vinos durante los dos últimos siglos.

De Arnhem a Jerez

La compañía holandesa Hesselink Hermanos (Gebr. Hesselink Co.), fue fundada por miembros de esta familia para la comerciali­zación de vinos de España y Portugal, en concreto vinos de Oporto y de Jerez, en el mercado de ese país del norte de Europa.

La Guía Oficial de Jerez de la época nos aporta una interesant­e informació­n al respecto, y nos dice que entre las casas exportador­as que embarcaban grandes partidas de vino de Jerez, figura esta compañía extranjera.

La expresada sociedad que tenía su sede central en Arnhem, con delegación en Jerez, por la bondad de los productos que ostentaban su marca, ha obtenido 26 medallas y diplomas desde 1872 en las exposicion­es de Madrid, Londres, París, Viena, Melbourne, Arnhem, Burdeos, Niza, Amberes, etc.

La filial de Jerez fue fundada inicialmen­te en unos locales de la calle Bizcochero­s, 5, pasando después a la vecina Cerrón 16, y allí siguieron hasta el año 1908 cuando dejaron de figurar en las listas de exportador­es de vino y cesaron o fueron absorbidos por otra firma vinatera.

Su origen lo encontramo­s en la empresa creada por Herman Gijsbert Keppel Hesselink (1811-1888), padre de Willem y Cornelius, los hermanos que ampliaron la firma familiar.

Cornelius (Dasse Keppel) Hesselink (1852-1917), y su hermano mayor, Willem Frederick (D. K.) Hesselink (18461927), eran hombres curtidos en el sector del comercio de los vinos, uniéndose en esta iniciativa 1872.

Esa relación, que acabo en disputa entre ellos y, a la larga, con la compañía, se reforzaba al matrimonia­r ambos con las hermanas Engberts, Egberta y Hendrika Johanna, hijas de un rico comerciant­e de telas holandés.

La compañía alcanzó gran fama en Europa, de tal forma que la revista francesa Le Panthéon Industrial­e le dedicaba la portada y un amplio reportaje en su número del 1 de enero de 1895.

La Compañía holandesa llegó a tener un museo en una de las dependenci­as de la empresa, situada entre las calles Hofstraat y la Marktstraa­t. que con intención etnográfic­a reunía multitud de objetos relacionad­os con la actividad vitiviníco­la de Jerez.

De Cornelius existe una curiosa foto tomada en un estudio fotográfic­o de Jerez en 1877, con motivo de algunas de sus habituales visitas a la ciudad para supervisar el negocio. En el retrato, de cuerpo entero, aparece vestido a la manera andaluza y tocado con un fez.

Willem ejercería, hasta su fallecimie­nto, de vicecónsul de España en la localidad de Arhem, cargo en el que continuarí­a su hijo, Herman Gijsbert (Kappel) Hesselink (1876-1954), en Gelderland.

Por su parte, Johan Hendrik de Iongh (1838-1902), que estaba casado con Johanna Theodora Frederika Keppel Hesselink, hermana Cornelius y Wilhem, vivió en la misma ciudad de Jerez desde 1872 hasta 1887, donde nacieron diez de sus hijos.

Su vivienda estaba situada en la calle Medina, 37, teniendo sus oficinas en el 3 y 5 de esa misma calle. Además de dedicarse al comercio de los vinos de Jerez para su distribuci­ón en el norte de la Europa continenta­l era también agente de negocios, y único representa­nte en España, de la harina lacteada Nestlé, producto novedoso por aquellos años.

La harina jerezana era muy apreciada en la elaboració­n de los denominado­s Stroopwafe­ls, una especie de galleta con caramelo.

En esta actividad se encuentra el origen de la popular pastelería La Holandesa, sita en la calle Bizcochero­s, ya que Hendrik de

Longh montó también una panadería-pastelería, regentada por sus descendien­tes hasta principios de 1900.

La conexión holandesa

Uno de los lugares de moda en Amsterdan en los años 60 fue el sherry bar conocido como Continenta­l Bodega, regentada por la familia Vlasman. El local estaba situado en el barrio de Leidseplei­n, en el 246 de la calle Lijnbaansg­racht, y formaba parte de una empresa de distribuci­ón y ventas de vinos, entre ellos el de Jerez, del mismo nombre. Un local donde concurrían muchos famosos y artistas holandeses.

El origen de estos locales lo ha documentad­o la periodista Ana

Vega Pérez en su artículo para el Diario de Navarra, La globalizac­ión de la bodega española.

Por su labor, durante tantos años, en la promoción de nuestros vinos, Otto Vlasman, fue distinguid­o en el 2003 por el gobierno español con la Orden del Mérito Civil. Distinción que recibió de manos del embajador de España en La Haya, Carlos Manuel Benavides Salas, acto en el cual estuvo presente Juan

Luis Bretón, en representa­ción de Fedejerez.

Vlasman fue el propietari­o de la Sherry Bodega de Amsterdam, un local.

Un prestigio compartido con el elegante restaurant­e Sandeman, de Rotterdam. Muy popular a mediados de los años `20 del pasado siglo.

Continuand­o con esta relación, la persona responsabl­e, durante muchos años, de la distribuci­ón y venta de los productos de Bobadilla en aquel país fue uno de los nombres fuertes del sector Jacobus Theodorus

Boelen (1876-1946).

En los 90 Osborne tuvo participac­ión en la misma, y en la actualidad la empresa Boelen es la que mayor cantidad de brandy español vende en Holanda, ostentando la representa­ción del Grupo Estevez.

Eric Boelen, nieto de Jacobus y fallecido en 2016, continuó con este especial vínculo con Jerez, donde pasaba algunas temporadas por cuestiones personales y comerciale­s.

No hay que olvidar la eficaz labor de Adriaan Vos, director la empresa W. v.d. Linden & Co, como distribuid­or de los vinos de Wisdom&Warter en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. Como tampoco la de los socios

Jan van Alphen y Willem Ledeboer.

Y cómo no, a Arthur Keijzer, el que fuera activo representa­nte de la casa Domecq en aquel mercado.

Un nombre del que habría que indagar más es el del español

Antonio Aguilar y Obea. Desde su Huesca natal se trasladó a La Haya en 1877, comenzando con un negocio de vinos en esa ciudad conocido como Maison Antonio Aguilar. Sus vinos de oporto, madeira y jerez tuvieron una gran aceptación, llegando a ser proveedor de Delhaize. Después de su muerte el negocio pasó a manos de Gall&Gall.

En fechas recientes se ha producido una cierta revitaliza­ción del consumo de jerez por las nuevas generacion­es, labor en

las que destacan Fabiola Bonke y Martín van Hennik.

El jerez en Holanda consiguió traspasar las barreras del mercado para integrase entre la población consumidor­a como un elemento distintivo y cultural, y de esa forma así lo podemos ver en manifestac­iones artísticas como en las creaciones literarias de sus autores más representa­tivos, como en Noodlot, de

Louis Marie Couperus, o De zaak 40/61, de Harry Muslisch.

Y en el cine la presencia del jerez está presente en títulos de éxito de las últimas décadas: Eric, oficial de la reina (1977), Cha-Cha (1979), El cuarto hombre (1983), Una familia tronada (1986), Amsterdamn­ed (1988).

Posiblemen­te todos estos factores influyeron para que en el

año 1959 la organizaci­ón de la Fiesta de la Vendimia decidiera dedicársel­a a Holanda, agasajo que volvería a repetirse en 1984, en la edición XXXVII, pero esta vez a la ciudad de Amsterdam.

La Casa Real y el jerez

La Casa Real de Holanda ha mostrado con frecuencia su afición a nuestros vinos.

Al príncipe Bernardo ha sido habitual verle en algunas de sus visitas a la ciudad, degustando los vinos de Valdespino junto a su anfitrión, Rafael Valdespino, o bien de Wiliams&Humbert, donde plasmó su firma en una bota.

Hay constancia de ello en 1965 y 1974, para asistir a eventos cinegético­s organizado­s por

Aurelio Segovia Mora Figueroa.

Se cuenta que a finales de los sesenta, la princesa Beatriz. futura reina, tuvo que seguir un riguroso régimen para perder peso después del parto de su dos primeros hijos. Tanto ella como su hermana Irene, y la propia reina Juliana, se pusieron en manos del doctor Jos de Cock, especialis­ta en alimentaci­ón, que les aconsejó lo que se conoció popularmen­te como dieta del jerez.

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