Carta abierta a Carmen Calvo
Cabía pensar que la vicepresidenta del Gobierno era una persona culta y razonablemente feminista pero, cuando leí en la prensa del día 22 de marzo que está preparando una ley para ilegalizar la prostitución, me percaté de que carecía de ambas cualidades. Si fuera culta sabría que el oficio más antiguo conocido de la humanidad fue perseguido y denostado intermitentemente desde tiempos remotos sin lograr su desaparición en diversas regiones y culturas del planeta. En España, tras el paréntesis abolicionista ordenado por Felipe IV, ya fue propuesta su reglamentación en 1972 por el Conde de Cabarrús, publicándose en 1847 el Reglamento para la represión de los excesos de la prostitución en Madrid con lo que se abrió la era de la prostitución reglamentada en España. Si usted fuera razonablemente feminista sabría que la ilegalización de la prostitución acabará condenando a la explotación y esclavización de estas mujeres por los chulos, proxenetas y las mafias del sexo, aumentando el riesgo de enfermedades de transmisión sexual de todo tipo, ya detectadas por los médicos en la actualidad, así como cierto tipo de criminalidad. Sería mucho más razonable legalizar esta actividad como oficio autónomo con control fiscal de su actividad, con acceso a la cartilla de la Seguridad Social, las consiguientes atención médica y defensa de la salud pública. Además, dada la ingente cantidad de dinero que mueve esta actividad, la Hacienda pública saldría beneficiada, lo que sería muy conveniente en la desastrosa situación económica actual del país. En todo esto me sumo a lo que hace meses viene reclamando una asociación nacional de prostitutas para dignificar en cierto modo su actividad y sobre todo para protegerse. El hecho de que yo no apruebe moralmente la prostitución no me autoriza a despreciarla y desde luego en ese sentido me considero mucho más feminista que usted. ¿Quién soy yo para despreciar al prójimo? Juan Bartual Pastor (Cádiz)