Diario de Jerez

DERIVA AUTORITARI­A

- EDUARDO JORDÁ

EL sueño húmedo de todo político que ocupa el poder es gobernar con un estado de emergencia permanente, con un Parlamento maniatado y dividido, con un poder judicial debilitado y con una población arruinada y obligada a aceptar las ayudas económicas del Estado. Pues bien, el Gobierno de Pedro Sánchez ya lleva un año asentado en esta envidiable realidad. Si ahora se amplían los plenos poderes y la policía puede entrar en los domicilios –con la excusa de que se están celebrando fiestas ilegales,– y si encima se nos obliga a llevar mascarilla en cualquier sitio y en cualquier circunstan­cia, el poder intimidado­r de ese gobierno adquiere proporcion­es de novela distópica. Es para echarse a temblar.

Un gobierno así sabe que puede hacer lo que le dé la gana –repito: lo que le dé la gana– porque ni la oposición ni la judicatura ni la población van a oponerse ni van a rechistar. Y más aún cuando el manejo obsceno de los medios de comunicaci­ón –sobre todo las television­es– convierte la acción gubernamen­tal en un simple capricho de la propaganda. ¿Para qué gobernar, para qué gestionar, si uno puede limitarse a fingir que hace algo sin hacer absolutame­nte nada? ¿Y para qué perder el tiempo tomando decisiones –que siempre son arriesgada­s–, si basta con levantar sutilmente la ceja, a la manera de un mafioso en una comilona, para amenazar con ejercer los poderes de excepción contra todos los que se atrevan a llevar la contraria? ¿Ven qué fácil resulta todo? Eso sí que es la utopía soñada por cualquier político.

Y así estamos. Mientras pasamos la Semana Santa encerrados en nuestras provincias, los ministros y capitostes se buscarán cualquier excusa para tomarse unas vacaciones en cualquier parte del país, en Doñana, por ejemplo. Y mientras seguimos viviendo angustiado­s por la crisis económica, ellos nos amenazarán con multas cuantiosas si no llevamos la mascarilla, y nos acusarán de ser poco menos que terrorista­s o agentes infeccioso­s o peligrosos saboteador­es. Y por si fuera poco, nos recordarán que vivimos en un estado de emergencia y que nuestra única obligación es callar y obedecer, igual que en los tiempos de Franco. Y así, sin que nos demos cuenta, cada día nos acercamos más a un Estado autoritari­o en el que los derechos individual­es estén limitados o incluso anulados por completo. Maravillos­o.

¿Para qué gobernar, para qué gestionar, si un gobernante puede limitarse a fingir que hace algo sin hacer nada?

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